Por Rodolfo Daer *

Como consecuencia del aumento de precios que siguió a la devaluación, el promedio del poder adquisitivo del salario disminuyó más de un 28 por ciento. Pero esta pérdida, medida contra el costo de la canasta básica alimentaria, indudablemente repercutió aún más en quienes menos ganan: ésta es la causa casi excluyente de la caída del consumo y, en medida decisiva, de la contracción del conjunto de la actividad económica.
La disminución del salario real de los ocupados potencia el efecto de la gran destrucción de empleos producida en el segundo semestre de 2001 y el primero de 2002. Considerando de manera conjunta ambos factores, la caída de la masa salarial real promedio fue de 31 por ciento. Esto es casi tres veces más que la baja del PBI. La reducción de los salarios en términos reales es el elemento central de la estrategia de las empresas. Esto es así tanto en los sectores que se perjudicaron como en los que se beneficiaron con la devaluación.
Los sectores más perjudicados son los que dependen del mercado interno. Para ellos, la pérdida de negocios es una consecuencia directa de la caída de los ingresos del trabajo. Las empresas han tratado de afrontar la reducción de sus ingresos bajando los costos. El más importante factor de ajuste es el costo laboral. El insumo más barato que tienen los empresarios para manipularlo en buscar rentabilidad, es el salario.
- En los supermercados, el salario real de los trabajadores no jerárquicos disminuyó 28 por ciento, es decir más que el promedio de caída sufrido por los asalariados; pero lo revelador, sin embargo, es que los salarios disminuyeron mucho más que las ventas: el costo laboral por peso vendido en los supermercados en el último trimestre de 2002 es 22 por ciento más bajo que en el cuarto trimestre de 2001.
- En la construcción, otro sector muy castigado por la crisis, ocurre algo parecido: el costo real de la mano de obra (relativo al aumento de precios del sector) disminuyó 20 por ciento entre diciembre de 2001 y febrero de 2003.
Pero la utilización del costo laboral como variable principal de ajuste no se limita a los sectores afectados por la crisis. También se hace extensiva –con mayor intensidad todavía– a aquellos que se beneficiaron con la devaluación.
- La industria manufacturera es uno de estos sectores que se beneficiaron con la devaluación. Desde el segundo trimestre de 2001, muchas ramas industriales están creciendo, en algunos casos por aumento de las exportaciones y en otros por sustitución de importaciones. Sin embargo, los salarios no han mejorado. Por el contrario, el costo laboral por unidad producida en la industria manufacturera ha disminuido cerca del 50 por ciento. Ello, frente a un aumento de los precios básicos de productor de casi el 95 por ciento: la mejora de la competitividad –como la subsistencia de los sectores más afectados por el cambio de precios relativos– la están pagando los trabajadores.
- Algunos sectores argumentan que la baja de los salarios puede ser compensada por una mejora en el empleo. Esto no es así. La muy leve mejoría del empleo observada desde el último trimestre del año pasado (que no llega a 1,5 por ciento en los grandes centros urbanos desde el piso del mes de setiembre) es completamente insuficiente para compensar la caída de la masa salarial y reactivar la demanda. Esta insuficiencia se extiende al mediano plazo.
- Sin considerar el crecimiento de la población activa y con precios estables, se necesitarían 9 años para que, por la vía del empleo aumentando a una tasa de 3 por ciento anual (para lo que la economía debería crecer a no menos de 5 por ciento), la masa real de ingresos del trabajo vuelva a su nivel de 2001.
- Revertir la pérdida sufrida por los trabajadores es la condición no cumplida para el reparto equitativo de los impactos del colapso de 2001. Mirando hacia el futuro, recuperar el valor de los ingresos del trabajo es condición principal para el crecimiento de la economía.
* Secretario general de la CGT de la R.A.