ECONOMíA › EUROPA SE ATA AL MODELO NEOLIBERAL Y PONE EN RIESGO SU PROPIA UNIDAD. AMERICA LATINA Y LA OPORTUNIDAD PARA LA INTEGRACION
Argentina en un lugar y en un momento clave. La respuesta a las amenazas de una crisis en la que lo peor está por venir. Las alianzas regionales. El cuestionamiento al sistema financiero. En la Unasur y en el G-20, el país estará obligado a jugar un rol central.
› Por Raúl Dellatorre
Los cuatro años de mandato que deberá cumplir el gobierno que surja de las urnas estarán signados, en lo económico, por una crisis económica internacional ya desatada pero que todavía no ha mostrado sus peores consecuencias. A la misma hora en que se esté votando en territorio argentino, en Bruselas los líderes europeos estarán intentando encontrarle respuesta a una crisis que todavía no logran explicarse en forma convincente a sí mismos. Articularán “soluciones” cuyo objetivo inicial ya da motivos para preocuparse: salvar a los bancos e imponer mayor disciplina fiscal a los gobiernos. Desde este lado del Atlántico, ya se conoce la receta y, lo que es peor, las consecuencias. Pero la experiencia que deberán afrontar Argentina y el resto de América latina ante las políticas de ajuste será esta vez distinta: ahora habrá que enfrentar la consecuencia provocada por esas políticas delirantes en los países centrales, con la estela de recesión mundial que arrastrarán. Esta semana se reúnen en Buenos Aires los ministros de Economía de la Unasur para discutir una posición común ante el dantesco cuadro que se avecina. El 3 y 4 de noviembre hay cita en Cannes, Francia, para los presidentes del Grupo de los 20, selecto club del que Argentina es miembro. La crisis mundial va más rápido que el calendario electoral argentino y los próximos compromisos internacionales se anticipan a la asunción del nuevo gobierno. Las consecuencias de esa crisis, en cambio, no reconocen agenda: ya se sienten pero se sentirán aún más, antes y después del 10 de diciembre.
“No sabemos adónde nos lleva la crisis financiera de 2011, pero sí sentimos la certeza de que la clase política está perdida”, señaló pocos días atrás una prestigiosa comentarista alemana, precisamente en el país que hoy es el centro de las decisiones en Europa. Y es que la cumbre europea fechada para hoy en Bruselas debía dar a conocer “el plan integral” para dar respuesta a la crisis, tal como lo habían prometido el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la jefa de gobierno alemana, Angela Merkel, hace tres semanas. Muchos sospechaban que dicho plan no existía en aquel momento, pero sólo los más pesimistas auguraban que se iba a llegar a la fecha de la convocatoria y el plan seguiría siendo inexistente.
Grecia es el centro del debate, aunque no es el culpable de la crisis. La crisis que se desató en 2008 fue mal resuelta y sus consecuencias hoy se prolongan y profundizan. Varios países de América latina, entre ellos Argentina, vienen advirtiendo en los foros internacionales sobre tal error de diagnóstico, y sin embargo los líderes europeos van a insistir en el mismo camino. Si hoy se discute de qué tamaño será la quita que habrá que practicarle a la deuda griega para evitar una declaración abrupta de cesación de pagos (los mismos que acordaron hace quince días que fuera del 21 por ciento, hoy señalan que no se puede hablar de menos del 50 por ciento), es porque el salvaje plan de ajuste que se le impuso en mayo de 2010 no redujo la deuda, sino su capacidad de pago. Sin embargo, en vez de admitir que erraron el rumbo, hoy los líderes europeos interpretan que la crisis es, simplemente, un problema de solvencia de los bancos con títulos de la deuda helénica. Por eso están más preocupados en su salvataje más que en cualquier otra cosa.
Las consecuencias para el resto del mundo pueden ser trágicas. Hoy los países europeos estarán centrados en discutir cómo se reparten los costos de ese salvataje bancario. Para los países endeudados, más ajuste. Para los de economías más fuertes que son sede de los bancos acreedores, sacrificio fiscal para aportar al salvataje. Para el sistema económico en su conjunto, una señal de que se preservará el poder de la banca y, por lo tanto, del modelo que hizo prevalecer el juego de los especuladores por sobre la actividad y la inversión productiva.
En la reunión de ministros de Economía y Finanzas del G-20, preparatoria de la cumbre de Cannes del mes próximo, Argentina, acompañada por Brasil en casi todos los puntos, sostuvo posiciones que cuestionaron algunos paradigmas neoliberales todavía vigentes en la economía mundial. Criticó el rol de las agencias calificadoras de riesgo, cuya opinión es “endiosada” en los mercados como verdad absoluta para decidir dónde se debe invertir y dónde no. Advirtió sobre la falacia de las bondades del libre movimiento de los capitales internacionales, señalando su carácter nocivo cuando se mueven en función de intereses especulativos. Defendió la centralidad del trabajo y la producción como objetivos de política económica, relegando la salud del sistema financiero, la disciplina fiscal o la estabilidad monetaria, válidos como instrumentos pero no como objetivos en sí mismos.
Cualquiera fuera el próximo gobierno argentino –o de Brasil, México, Venezuela u otro país de la región–, sería conveniente mantener este criterio, porque seguirá estando en el eje del debate de la economía mundial en los próximos años. La flamante conformación del consejo económico de la Unasur, que esta semana tendrá su segunda reunión en Buenos Aires, es un hecho auspicioso para que la región adquiera mayor peso en ese debate. En ese ámbito se debatirá acerca de la situación regional y la posibilidad de coordinar políticas comunes frente a las amenazas de la crisis mundial, pero también la posición que se llevará a la cumbre del G-20 dentro de dos semanas. Es la primera vez que la posición de los dos socios regionales que participan de la Unasur, Argentina y Brasil, abren a debate con sus pares la postura que presentarán en ese foro.
Los ministros de Argentina y Brasil, Amado Boudou y Guido Mantega, han mantenido un fluido diálogo en los últimos días a fin de ajustar la propuesta que presentarán a sus pares y precisar los planteos que llevarán sus respectivos países a la cumbre de Cannes. El panorama mundial indica la necesidad no sólo de ajustar instrumentos de política, sino además prepararse para el debate sobre un orden económico mundial que va a ser fuertemente transformado en los próximos años. La Unión Europea, con sus líderes fuertemente aferrados a un dogma neoliberal que hoy amenaza sus propias bases de integración, corre serios riesgos de provocar un efecto reactivo en sus sociedades, que ya comienzan a manifestarse por izquierda (“indignados”) y por derecha (resurgimiento de movimientos racistas). Dos formas de rechazo al modelo europeo tal cual se lo propone hoy. América latina, con “gobiernos que se parecen más a sus pueblos” que en ninguna etapa anterior, enfrenta el desafío de encontrar vías de integración que signifiquen más posibilidades de desarrollo económico y social, para lo cual también deberá entenderse con los problemas globales que genere la señalada crisis del Viejo Continente. En esa instancia, Argentina está casi obligada a jugar un rol central en la región, cualquiera sea su nuevo gobierno. Pero cuanto más compenetrado con el problema y su solución, mejor.
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