ECONOMíA
Rodríguez Saá provocó e increpó pero no sedujo a los empresarios
Defendió su postura nacionalista en materia de deuda externa e hidrocarburos frente al auditorio de IDEA. También repudió la compensación a los bancos. Obviamente, no tuvo respaldo.
› Por Cledis Candelaresi
Considerando la integración de su auditorio, el discurso del candidato justicialista Adolfo Rodríguez Saá frente a los empresarios de IDEA sonó casi irreverente. “¿Ustedes pagarían una deuda que no tienen?”, desafió, en defensa a su propuesta de pagar sólo la porción de la deuda externa que resulte legítima tras una eventual revisión. “¿Quién de los presentes ignora que hay que pagar una coima a la Secretaría de Agricultura para obtener un derecho de pesca?”, había preguntado poco antes. “¿Dónde está la mayor competitividad ahora que Argentina tiene los salarios más bajos de América latina?”, increpó luego. Pero, quizá, lo que resultó más contundente fue su oposición a compensar a los bancos por la pesificación asimétrica sin que medie una orden judicial. Si algún juez lo quiere, advirtió, Roberto Lavagna podría ir preso por eso.
Sin dudas, no está entre los postulantes que más seducen a la tribuna empresaria. Una prueba es que la convocatoria de ayer atrajo a bastante menos asistentes que la de Ricardo López Murphy. Sin embargo, los hombres de empresa tampoco lo descalifican de cuajo. “Vamos a ver qué dice. Una cosa es la calle y otra es una reunión ante empresarios”, especulaba el alto directivo de una privatizada poco antes de que comenzara el desayuno convocado ayer por IDEA, que este año preside Oscar Vicente, de Pérez Companc. “No todas pero sí muchas de sus propuestas suenan razonables. Como la de austeridad”, admitía al término de la reunión un importante ejecutivo.
Un rato antes, la idea desarrollada por el puntano de emprolijar cuentas públicas eliminando los autos oficiales, aviones y celulares, había provocado algunos gestos de sorna. Pero éstos fueron abandonándose cuando el candidato explicó que sólo la flota automotor demanda al Estado nacional un gasto de 480 millones de pesos por año. Menos pintoresca y más inquietante resultó su propuesta, reiterada ayer, de crear una Empresa Nacional de Hidrocarburos que compita con las petroleras privadas.
–¿Usted cree que el Estado es eficaz en la explotación de empresas, como fue con Segba o Entel? –arremetió irónico Marcelo Martínez Mosquera, vicepresidente ejecutivo de Techint, encargado de las firmas energéticas del grupo.
–¿Cuánto están explorando hoy? –desafió el candidato.
–Ochenta pozos petroleros, en los últimos años.
–¿Y cuánto petróleo descubrieron?
–¿Usted quiere decir que el Estado podría encontrar más? –replicó el directivo de Techint.
–¿Por qué no? Las empresas argentinas son bastante ineficientes -respondió el candidato–. Yo no hablo de estatizar: el Estado puede competir y eso no va en detrimento de ninguna petrolera. No le quitaremos el negocio a nadie; lo que no puede ser es que cuando el crudo sube, suban las naftas y cuando baja los precios no bajan. Estas cosas son parte de la corrupción estructural”.
Pero más que con el sector de hidrocarburos, Rodríguez Saá se mostró molesto por la promesa oficial de compensar a los bancos por la pesificación de las deudas. Según calculó el candidato, ese auxilio de “4700 millones de dólares” equivale a la inversión necesaria para canalizar el río Bermejo, la mayor de sus obras públicas planeadas, con la que Argentina podría ganar 10 millones de hectáreas fértiles y generar, según prometió, un millón de empleos.
“A mi juicio, esa compensación es ilegal: no hay sentencia judicial ni daño probado. Estas cosas son causa de la corrupción”, sentenció. “Los bancos han hecho un negocio y deben asumir el riesgo. Por eso cobraban una tasa diferencial entre préstamos en dólares y en pesos.” Miguel Kiguel, titular del Hipotecario, lo escuchaba en silencio.
Hubo pasajes más tranquilizadores, como aquel en el que trató de despojarse de mote de presidente del default celebrado. “Yo honré las deudas como gobernador y haré lo mismo como presidente. Pero sólo lasdeudas reales y documentadas”, se comprometió. La cesación de pagos, a su juicio, no fue más que reconocer la imposibilidad de pagar y, al mismo tiempo, la vía para negociar una quita. “Estos (en alusión al gobierno actual) no pagan y Menem sólo refinanciaba”, se defendió.
Según las encuestas que manejan varias empresas, Rodríguez Saá habría perdido el favor del electorado a manos de Carlos Menem. Quizá por esto no incomodó demasiado una apelación del puntano que pocos podrían refutar: “Un capitalismo en serio no significa que las empresas aprovechen las ganancias pero que pidan subsidio cuando pierden”.