ECONOMíA
› EL DOLAR SIGUE CAYENDO: CERRO A 2,92. Y LOS PRECIOS NO BAJAN
En esta carrera no hay marcha atrás
En la corrida entre el dólar y los precios, cuando el billete avanzaba aceleradamente el valor de los bienes acompañaban. Ahora que el verde retrocede, los precios, en especial los de alimentos, siguen para arriba.
› Por Claudio Scaletta
Desde que comenzó la devaluación, el ajuste de precios de los productos de la canasta básica de alimentos tuvo por principal argumento la suba del dólar. Sin embargo, a pesar de la fuerte baja de la divisa estadounidense, que ya acumula más del 12 por ciento en lo que va del año, los precios no muestran ninguna sensibilidad a la baja y, aunque alejada de los picos de mediados de 2002, la inflación sigue su curso imperturbable. La respuesta, no exenta de matices y variaciones sectoriales, puede generalizarse en la peculiar estructura oligopólica de los mercados locales.
En la Argentina cae la demanda y cae el dólar, pero los precios suben. Y explicar esto es incómodo. Más cuando quienes investigan estos mercados o se especializan en precios tienen como principales clientes a las cámaras de productores de alimentos y a los supermercados, es decir, precisamente a los formadores de precios. Pero manteniendo reserva de identidad, los especialistas de las principales consultoras de mercado locales aceptan que la razón del aumento de precios reside básicamente en cuestiones de “poder de mercado” y en las posibilidades de compensar la caída de la demanda interna por la vía de las exportaciones.
La mayoría de los productos de consumo masivo, y en especial los de la canasta de alimentos, son transables, es decir; commodities, mercancías que tienen una rápida salida, a un precio estandarizado, en los mercados mundiales. Si el mercado interno se achica simplemente se compensa con las exportaciones. Esto es, cae el demanda interna, pero no la demanda del producto en cuestión.
La otra explicación es aún más delicada para asumir abiertamente, al menos desde la cadena de comercialización y las firmas proveedoras. La estructura de los mercados locales está fuertemente oligopolizada. Una vez que los compradores convalidan un precio alto, no hay razones para bajarlo, simplemente porque no existe una competencia que ofrezca alternativas de productos similares a precios inferiores.
Para Roberto Dvoskin, profesor de la Universidad de San Andrés, no existe ninguna razón “económica” para que los precios acompañen la baja del dólar. Creer eso, sostiene el economista, es tener una visión contable de la relación entre el comportamiento de los precios y los costos empresarios. “Es una locura economicista creer que los movimientos de costos se reflejan automáticamente en los precios”, considera. Si bien los precios suben cuando suben los costos, por ejemplo cuando aumenta el dólar, no tiene por qué suceder lo mismo cuando bajan. “Una vez que los empresarios logran posicionar un producto a un determinado precio, ya no lo bajan”, explica. Según el especialista, existe un doble juego; además del emergente de mercados oligopólicos, el de la “elasticidad-ingreso”. Esto último significa que “lo que el empresario mira” para decidir sus precios no es el volumen de la demanda, sino su ingreso, es decir el resultado de multiplicar las cantidades vendidas, menores al caer la demanda, por los precios más altos. La historia económica reciente mostró, tanto con la disminución de los costos laborales como con la reducción transitoria del IVA, que estas bajas no se reflejan nunca en los precios finales. Además, concluye Dvoskin, los precios actuales responden a un dólar de 2,20 pesos.
Dado que el mercado es heterogéneo, la situación descripta no favorece por igual a todos los sectores, sino a los productos con demanda inelástica, aquellos que deben seguir consumiéndose con prescindencia de su precio, por ejemplo los alimentos. En consecuencia, no sólo se verifica una transferencia de recursos que perjudica a los consumidores sin poder de mercado, sino también a los sectores cuya producción tiene demanda elástica, esto es, que pueden dejar de consumirse, por ejemplo indumentaria, electrodomésticos y automotores. Si esta distribución semantiene en plazos más largos podría dar lugar a la profundización de peleas intersectoriales al interior de la cúpula empresaria.
A esto se refiere el economista Abel Viglione, quien enfatiza la evolución heterogénea de los precios en los distintos sectores. Si se observa el comportamiento de los índices minoristas y mayoristas, explica el especialista de FIEL, se observa cómo los servicios y la mayoría de los no transables “quedaron planchados”, otros, como el grueso de los alimentos, subieron, pero bastante menos que la inflación, “por eso no debe esperarse que ahora bajen”. En tanto, hay un grupo, como por ejemplo el trigo, los aceites y también los productos pesqueros, que se ajustaron casi a la par del dólar. “Estos productos claramente deberían bajar con el tipo de cambio”, lo que no quiere decir que suceda, concluyó.
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