Sáb 12.04.2003

ECONOMíA  › PANORAMA ECONOMICO

La isla de la fantasía

› Por Alfredo Zaiat

No hay fuga hacia el dólar. Los pesos no salen de los bancos ni los que estaban atrapados en el corralón. Ha reaparecido, en forma tímida, el crédito comercial con cheques a 30, 60 y hasta 90 días. Cadenas de electrodomésticos ofrecen plazos de pagos de seis meses sin intereses. Las propiedades en ciertas zonas privilegiadas de la Capital han empezado a subir en dólares. En barrios cerrados y countries existe una minifiebre de compra de lotes y construcción de casas. El mundo del dinero está, aunque cueste creerlo, tranquilo a tres domingos de las elecciones. El presidente de una de las principales multinacionales que operan en el país en el mercado de consumo masivo reconoce que los hombres de negocios están viviendo en una isla de fantasía. Pero sin perder tiempo, aclarando que no se quiere atribuir cualidades de sociólogo que no tiene, explica que “los empresarios necesitan tranquilidad luego de la crisis del año pasado, queremos fines de semana en familia y no en la oficina, y por ese motivo han frenado esa lógica perversa de realimentar la mala onda”. A quince días de las elecciones los empresarios y banqueros no se muestran muy interesados en Néstor Kirchner. En realidad, el corazón de ellos está en Ricardo López Murphy y el voto en Carlos Menem. Luego de las cacerolas y la revuelta del 19/20 de diciembre de 2001, con el fracaso del “que se vayan todos”, aquellos que estaban a la defensiva y asustados por esas manifestaciones de protesta han regresado. Sin culpa ni autocrítica. Volvieron travestidos con un discurso público de “solidaridad” ante el ejército de pobres que habita el país.
En materia económica y social la Argentina ha vuelto a transitar un nuevo “shock capitalista depredador”, define el economista de la CTA, Claudio Lozano, apuntando que ha sido del mismo tenor a los ya vividos en el último cuarto de siglo. Ese shock fijó un nuevo nivel salarial promedio de 500 pesos colocando en un escalón del 20 por ciento al desempleo, recomponiendo las ganancias extraordinarias de los grupos económicos, al tiempo que determinó nuevos reacomodamientos, como el que se registró entre los banqueros (privados nacionales vs. extranjeros vs. cooperativos-públicos). “Hablamos de un shock capitalista depredador ya que la expansión de los beneficios no se logra por expansión de la inversión y el desarrollo técnico, es decir un aumento genuino de la competitividad, sino que se afirma en base a un traslado de rentas a expensas del nivel de vida de la población, lo cual supone una declinación de la productividad futura de la economía local”, precisa Lozano.
Así, pese a la demanda de mayor igualdad y el tránsito por otro rumbo económico, la salida de la crisis implicó mayor desigualdad.
El aspecto peculiar de este proceso reside en que varias de las demandas o referentes de la protesta han sido apropiadas por aquellos que representan, con más o menos obsecuencia, los intereses del bloque de poder económico. Aparece López Murphy elogiando a Lula o sale Menem asegurando que continuará, en caso de ser presidente, los planes Jefas y Jefes de Hogar. De ese modo se produce la cooptación por parte del bloque dominante tanto del discurso como de experiencias políticas que podrían ser parte del debate sobre un nuevo país. La estrategia duhaldista, remozada y legitimada por la figura de Néstor Kirchner, abre la puerta al intento de afirmar una nueva experiencia de transformismo en el sistema político argentino.
Transformismo que no es exclusivo de la corporación política, sino que se extiende al mundo empresario. El caso más desconcertante lo brindó el flamante presidente de la nueva Adeba, cámara que reúne a los banqueros nacionales que sobrevivieron a la crisis, Jorge Brito (Macro-Bansud), quien arengó por la recreación de una burguesía nacional. Brito junto a sus socios se desarrolló de la mano de la coordinadora radical en los ‘80, creció asociado en varios emprendimientos con el Citibank, amplió sus negocios gracias a sus estrechos vínculos con el menemismo y pegó el gran salto a las grandes ligas de los banqueros en el gobierno de Fernando dela Rúa, que tenía en su gabinete como hombre clave a Chrystian Colombo, ex ejecutivo de la Sociedad de Bolsa de Macro.
El “discurso nacional” en boca de esos personajes, como así también en la de Héctor Massuh, titular de la Unión Industrial, es el mecanismo de legitimación e intervención política que la cúpula empresarial histórica de la Argentina –señala Lozano– utiliza para mejorar su capacidad de negociación con el capital extranjero y financiero. Estrategia que, una y otra vez, transforma a la sociedad en la variable de ajuste de dicha negociación.
El “nuevo modelo”, entonces, depende en medida sustancial de la caída del salario real, reforzado por el compromiso en cuanto a la minimización de las pérdidas patrimoniales de los sectores más concentrados. Respecto de esto último se destacan las millonarias compensaciones a los bancos, los reiterados intentos por mejorar los ingresos de las privatizadas vía aumento de tarifas, el compromiso de los candidatos del PJ a reducir retenciones a las exportaciones, y el respeto de las ganancias extraordinarias de las petroleras. Todas y cada una de esas políticas recaen sobre el resto de la sociedad comprometiendo tanto sus ingresos como su patrimonio futuro.
De todos modos, no debe confundirse que impuestas las condiciones de salida a la crisis éstas signifiquen la legitimación del sistema político tradicional. Esto se expresa, como señalan todos los encuestadores, en la dificultad que exhiben los candidatos para concitar adhesión en el proceso electoral. Y la tensión latente en la economía por la postergación de la resolución de temas claves (por caso, la renegociación de la deuda), como la depresión de los ingresos que no permite el crecimiento de la demanda interna, deja abierta la herida que muchos quisieran ver cicatrizada. La isla de la fantasía es, simplemente, una fantasía. Tarde o temprano, la realidad se hace presente en esas playas.

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