ECONOMíA › OPINIóN
› Por Alicia Bárcena *
La candidatura de José Antonio Ocampo a la presidencia del Banco Mundial es motivo de orgullo y esperanza para quienes trabajamos en pos del desarrollo económico y social de América latina y el Caribe.
Es un orgullo porque esta postulación refleja una trayectoria excepcional en la academia, en el avance de las teorías del desarrollo, en la gestión directa de las políticas públicas y en el liderazgo intelectual para desplegar caminos originales al progreso.
José Antonio Ocampo ha examinado en profundidad los diversos desafíos del desarrollo, destacándose sus propuestas respecto de la importancia de una institucionalidad macroeconómica contracíclica y de restaurar la relevancia del Estado como agente de desarrollo, la necesidad de una nueva arquitectura financiera internacional orientada hacia la reducción de la volatilidad y el financiamiento del desarrollo. Estas ideas se han visto fortalecidas por las enseñanzas de la última crisis financiera global y en buena medida explican por qué América latina sufrió un impacto limitado durante la crisis global de 2008-2009.
Ocampo es sin duda un fiel exponente del neoestructuralismo, una escuela de pensamiento con profundas raíces en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (Cepal), que él lideró por casi cinco años, y sobre la cual el propio Banco Mundial lanzó recientemente una interesante y pertinente publicación llamándola un “marco para repensar el desarrollo y la política”.
El economista colombiano fue ministro de Hacienda, de Agricultura y de Planificación y, cuando ocupó el cargo de secretario general adjunto de las Naciones Unidas, fue un actor fundamental en la articulación inteligente de acuerdos entre actores económicos internacionales. Ocampo es uno de los expertos que mejor conoce y comprende la necesidad imperiosa de rediseñar la arquitectura financiera global que emergió hace ya 68 años de los salones del Hotel Mount Washington, en Bretton Woods.
En estas latitudes sabemos bien que crecimiento no es sinónimo de desarrollo y que el ingreso de las personas en el largo plazo está garantizado por las oportunidades de trabajo, no por el asistencialismo. Por eso es tan importante trabajar hacia sistemas financieros inclusivos, dando a los más pobres acceso a servicios financieros básicos. Al hacerlo, estamos creando un poderoso instrumento para combatir la pobreza de manera sostenible.
La candidatura de José Antonio Ocampo conlleva una carga simbólica sustantiva, es emblemática del hecho innegable de que el mundo del siglo XXI debe reconocer y escuchar la voz de los países en desarrollo, que en el futuro próximo representarán más de la mitad del PIB mundial. Aquí reside la esperanza. Esta postulación expresa, sin duda, la voluntad de lograr una nueva gobernanza de las instituciones financieras internacionales y, en particular, del Banco Mundial.
* Secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
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