Dom 08.07.2012

ECONOMíA  › OPINION

Paraguas

› Por Alfredo Zaiat

La evolución de las ganancias contabilizadas por los bancos después de haber sido repudiados por el corralito ha sido notable. Es apropiado detallarla cuando la orden de prestar a empresas el 5 por ciento de los depósitos dispuesta por el Banco Central ha molestado a la banca privada. El Informe sobre Bancos que preparan técnicos del BCRA detalla esas utilidades:

Los bancos iniciaron el 2012 con una intensidad aún mayor, con una tasa de variación de 32,8 por ciento en el primer cuatrimestre respecto al año anterior, al contabilizar 5824 millones de pesos versus 4387 millones de pesos. En todo 2011, las ganancias habían aumentado 25,2 por ciento respecto a 2010.

La reciente modificación de la Carta Orgánica del Banco Central amplió las atribuciones del directorio de la entidad monetaria. Puede regular las condiciones del crédito en términos de riesgo, plazos, tasas de interés, comisiones y cargos de cualquier naturaleza. Puede también orientar el destino del crédito mediante exigencias de reservas, encajes diferenciales u otros medios. A la vez, puede establecer políticas diferenciadas orientadas a las pequeñas y medianas empresas y a las economías regionales.

Con esos y otros cambios, la ley fue promulgada el 28 de marzo de este año. Desde entonces la presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, ha mantenido varias reuniones con las máximas autoridades de la banca privada, nacional y extranjera. En más de una oportunidad en los últimos tres meses les sugirió que preparen y acerquen propuestas para dinamizar el crédito a la producción. Cuando se los recordaba, las respuestas eran evasivas. Esperó un tiempo prudencial, y apurada por el impacto negativo de la crisis internacional y la desaceleración de la inversión y actividad doméstica, Marcó del Pont avanzó con el programa de financiamiento al sector productivo, presentado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner el miércoles pasado.

El plan define que la banca debe disponer del 5 por ciento del saldo total de depósitos privados, al mes de junio, para nuevas líneas de crédito cuyo objetivo sea la adquisición de bienes de capital y la construcción de instalaciones necesarias para la producción de bienes y servicios. El total de esos depósitos sumaba 310.082 millones de pesos, lo que implica que la banca deberá aplicar unos 15.500 para esos préstamos, a desembolsar antes de fin de año.

Los primeros veinte bancos del sistema reúnen el 92,4 por ciento del total de depósitos. La concentración es una derivación de casi 35 años de un mercado ordenado bajo normas liberales, que ha probado ser inestable, con elevadas cuotas de riesgo sistémico y muy limitada disposición a financiar la producción. El sistema financiero se liberalizó en 1977 con el ministro de Economía de la dictadura militar Alfredo Martínez de Hoz. Un año después de esa reforma sumaban 721 entidades financieras. En diciembre de 1994, antes de la crisis mexicana, existían 205. Esa cifra fue descendiendo hasta la última estadística proporcionada por el Banco Central que informa que siguen operando 80 entidades. En el período dominado por un régimen liberal en materia bancaria quebraron, cerraron o fueron liquidadas 641, equivalente al 89 por ciento del mercado. Decenas de bancarrotas e incautación de ahorros se sucedieron en esos años, desde el Plan Bónex en diciembre de 1989 hasta el corralito de 2001. Semejante proceso de reestructuración derivó en una extraordinaria concentración de la actividad. En 1990, los veinte bancos más grandes contabilizaban el 64 por ciento del total de los depósitos. El último registro es el mencionado 92,2 por ciento.

La debacle del corralito fue el punto máximo de ese sistema perturbador. Desde entonces, la banca inició una sorprendente recuperación, y con el crecimiento robusto de la economía recobró solidez, pero no modificaron su casi nulo interés de financiar inversiones productivas. Siguieron con el negocio que más saben hacer y más ganan dinero. Cobrar comisiones crecientes, ampliar el menú de servicios a sus clientes para obtener más ingresos, volcar recursos en préstamos al consumo aplicando tasas altas, descontar documentos a empresas necesitadas de capital de trabajo también a tasas altas y colocar excedentes en la compra de títulos públicos. Así contabilizaron utilidades record.

La banca tiene la tendencia a actuar en forma procíclica. No se necesita ser un experto para darse cuenta de esa conducta. La máxima Langhorne Clemens dice: “El banquero es un señor que nos presta el paraguas cuando sale el sol y nos lo exige cuando empieza a llover”. Cuando la economía crece, aumenta las líneas de financiamiento, en especial las de consumo, sobregiro de cuenta corriente y descuento de documentos. En los períodos de desaceleración recortan la asistencia y suben la tasa de interés. De esa forma exacerban las tendencias. Así actuó la banca en 2008-2009 cuando estalló la crisis internacional y la economía ingresó en una fase recesiva del ciclo. En ese momento el Banco Central, bajo la conducción de Martín Redrado, no hizo nada, acompañando con indiferencia ese comportamiento perjudicial. Ahora la orden a los bancos de prestar a empresas para inversiones productivas va a contramano de la histórica política pasiva del Banco Central. Esa decisión es una evidente medida anticíclica con el objetivo de amortiguar el impacto del período de desaceleración de la economía.

La intervención del Central no abarca solamente al monto global de los créditos y el destino de esos fondos, en partes iguales entre grandes y pequeñas empresas, sino que también ha definido la tasa de interés. Será de poco más del 15 por ciento anual, porcentaje que se alcanza con el promedio de la tasa que cobran los bancos por grandes depósitos de más de un millón de pesos, denominada Badlar, más un plus de 4 puntos. El promedio anual de todas las entidades de esa tasa fue del 11,19 por ciento en lo que va del año.

De ese modo, el Banco Central recupera una potestad que había perdido por la Ley de Entidades Financieras de 1977 de Martínez de Hoz. Esa norma estableció el mercado libre para el dinero y la tasa de interés pasó a depender del juego de la oferta y la demanda, desplazando al Banco Central de la facultad de fijarla. La nueva Carta Orgánica se la devolvió y Marcó del Pont no tardó en ejercerla. Al fijar la tasa de interés de los préstamos en el 15 por ciento anual interviene en la determinación del margen financiero por intereses, la diferencia que obtienen las entidades por las tasas que pagan (depósitos) y cobran (préstamos). La intermediación de recursos canalizando el ahorro hacia la inversión reproductiva es el objetivo principal por la banca privada, olvidado desde hace décadas.

Las entidades no van a perder dinero por otorgar esos nuevos créditos a la producción. El margen del 4 por ciento se ubica un poco debajo de lo que han obtenido en los últimos años. El Informe sobre Bancos del BCRA precisa que el margen financiero por intereses sobre activos de la banca privada ha sido de 5,3 por ciento en 2009, 5,5 en 2010, y subiendo al 6,1 por ciento en 2011. En el primer cuatrimestre, el resultado por intereses del margen financiero fue de 7,1. La banca privada no tiene mucho espacio para la queja con semejantes ganancias por intermediación. Contabilizarán menos ingresos, igual manteniendo un resultado positivo, por una porción muy pequeña de sus depósitos involucrados en líneas de créditos a la producción. Empezó a llover y no podrán arrebatar los paraguas.

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