ECONOMíA › “POR INTELIGENCIA, NO POR GENEROSIDAD”
› Por Raúl Dellatorre
La palabra de Joseph Stiglitz le da legitimidad teórica al modelo económico del gobierno argentino. La experiencia argentina le brinda una demostración práctica al modelo teórico que defiende. Esas conveniencias mutuas se dieron cita ayer en Casa de Gobierno y ofrecieron un solo mensaje a dos voces al país y al mundo. La voz política, la voz ejecutiva, la de la responsabilidad en gestión de gobierno, la de Cristina Fernández, estuvo dirigida principalmente al frente interno, en donde se debate con más énfasis a cada momento la validez de las políticas de hiperactividad de la gestión pública, como regulador o activador según el caso. Pero también al frente externo, sobre todo al latinoamericano, con una convocatoria muy precisa. La otra voz, la académica, la analítica, la de Stiglitz, estuvo destinada a sus contendientes en el plano de las ideas, pero de las ideas aplicadas, las que se imponen hoy en Europa y gobiernan los organismos internacionales de crédito. Ambos se prodigaron elogios. Ambos se sintieron bien acompañados.
El discurso de Stiglitz es, en la actualidad, un relato explicado de los hechos de los últimos treinta y cinco años: la crisis de inicios de los ’80 de Estados Unidos y cómo se le trasladó el costo a Latinoamérica; de la imposición de las políticas neoliberales desde fines de los ’80 y en la década siguiente con consecuencias nefastas; de la crisis hipotecaria en particular y financiera en general, que derivó en la aplicación de políticas de austeridad que engendraron una crisis todavía peor. Cuenta la crisis de la deuda como un designio nefasto del modelo, pero anuncia que hay salida, que no es otra que el default y la reestructuración de la propia deuda. Y avisa que Europa va en camino inverso al de la salida, con España y Grecia como mascarón de proa de una nave que va derecho a estrellarse. La falla fundamental, subraya, es el diseño de la Eurozona: si no se corrige, no hay solución. Se comprende que para Stiglitz la experiencia argentina sea el laboratorio soñado, la demostración práctica que les da la razón a todas sus formulaciones. Las actuales, no tanto las que planteaba como funcionario de organismos internacionales.
La presidenta argentina toma el discurso del Nobel de Economía y se lo expone a la sociedad, como diciendo “¿vieron? Se los dice él, si no me creen a mí”, y mete un debate mundial en la disputa política interna, tantas veces ciega frente al contexto internacional. Cristina se regodea en el relato de Stiglitz y termina aceptando el desafío que el laureado norteamericano le lanza al país: el de hacer frente a una etapa con renovadas complicaciones, la que plantea un mundo en crisis (para el cual no propone soluciones, simplemente deja un “ojalá tengan suerte y la enfrenten con éxito”).
La anfitriona sienta las bases de la respuesta a las presentes circunstancias: insistir en la defensa de la demanda agregada, sumando sobre todo a aquellos sectores que todavía no son parte del gran mercado de consumo y convocando a las naciones de América del Sur a actuar mancomunadamente. Menciona en particular a Brasil y Venezuela, pero incluye a toda la región en su planteo. “Todos juntos, como en un scrum, no por generosidad sino actuando inteligentemente, porque estar juntos es lo que más nos conviene.”
Inteligentemente juntos, como Cristina Kirchner y Joseph Stiglitz.
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