Mié 12.06.2013

ECONOMíA  › QUé SE ESPERA DEL NUEVO INSTRUMENTO

Larga vida al Cedin

› Por Raúl Dellatorre

Una nueva especie nace en el universo financiero local y el Gobierno apuesta a que su vida media sea prolongada. El Cedin va adquiriendo forma, por ahora sólo virtual, ya que habrá que esperar a ver la reacción de diversos sectores para saber si tendrá real existencia. Primero que nada, depende del éxito que tenga la convocatoria a exteriorizar capitales líquidos en divisas, luego que sea el instrumento elegido por quienes regularicen y, en tercer lugar, que sea aceptado como instrumento de pago, como “cuasi moneda dolarizable” por quienes hoy especulan con el dólar billete. Sólo si estos distintos pasos funcionan –si ese mecanismo logra ponerse en marcha–, el Cedin podrá cumplir los dos objetivos que se plantean las autoridades; ser un reactivador del mercado inmobiliario y, además, un sustituto del dólar marginal, menos dañino que éste para la economía real y la estabilidad cambiaria y monetaria. Si no funciona, el dólar marginal seguirá siendo un problema latente y la parálisis inmobiliaria, su consecuencia.

El Cedin tiene, para quien blanquee capitales, un valor incierto. No sabe, al momento de recibirlo, a cuánto lo podrá cambiar en el mercado secundario. Tendría un valor más alto en el corto plazo que el Baade (el bono a tres años por el que puede optar al blanquear), porque es realizable en muy corto plazo, pero incierto en tanto depende de la actitud de especuladores (los potenciales compradores) y de encontrar en su trayectoria a alguien dispuesto a concretar una operación inmobiliaria para poder ser rescatado (reconvertido en dólares).

De las expectativas que tenga quien blanquee capitales sobre el valor de su realización –al que podrá colocar el Cedin en el mercado, en pesos– dependerá en gran medida que lo elija. ¿Se ubicará, ese valor, en algún nivel intermedio entre el “dólar turista” (valor oficial más 20 por ciento) y el “dólar blue” (valor marginal o del mercado ilegal), como muchos suponen que sería lógico esperar?

Para que ello suceda, es decir que haya compradores para el Cedin en el mercado, sería necesario que fuera aceptado como título dolarizado, esperando que su cotización acompañe una eventual suba del paralelo, que empuje hacia arriba su hipotético valor intermedio entre el “turista” y el “blue”. Si esa expectativa funciona, el Cedin podría ocupar un lugar sustituto del mercado marginal, al menos en parte.

O bien que quien blanquee capitales encuentre rápidamente un inversor dispuesto a hacer una operación inmobiliaria y por lo tanto deseoso de obtener los Cedin como medio de pago. En este caso, también funcionaría como sustituto del dólar ilegal (mercado al que debería recurrir el inversor si quisiera ofrecer dólares para comprar) y su valor se ubicaría, probablemente, dentro de los márgenes señalados (entre “turista” y “blue”).

Lo que es menos probable es que el Cedin funcione como sustituto del dólar como moneda de atesoramiento. ¿Alguien podría acumular ahorros en Cedin? Podría ser para quien ahorre para comprar una vivienda, difícilmente para quien sólo busque especular con el valor del dólar.

La forma en que se constituya ese mercado secundario para el Cedin y la fluidez que logre es, en definitiva, el principal interrogante. Parte de la respuesta puede estar dada en el propio mercado inmobiliario, si es que éste juega –institucionalmente– algún rol activo en la formación de ese mercado secundario. Por ejemplo, operando como intermediario para acercar a los tenedores de Cedin con los potenciales compradores de propiedades (o comprando, directamente, los Cedin para ofrecérselos a los interesados en comprar propiedades).

Cuanta mayor aceptación tenga el Cedin en el mercado, cuanto más circule, más favorable será el impacto sobre la compra-venta de propiedades y, eventualmente, sobre la construcción. Cuanto más atractivo tenga el nuevo instrumento para los especuladores, mayor fluidez tendrá su circulación. En este círculo virtuoso, hasta los especuladores jugarían a favor de la economía real. Exactamente al revés de lo que sucede con las compras del dólar marginal.

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