ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO
› Por Alfredo Zaiat
La estructura del mercado laboral es fragmentada y heterogénea desplegada en una elevada disparidad salarial entre trabajadores formales según actividad, en una pronunciada diferencia de calidad y protección social entre el empleo registrado y el no registrado, y en una todavía elevada tasa de informalidad. Unos 2,5 millones de personas tienen problemas laborales por estar desocupada o subempleada. Las dificultades para tener un trabajo afectan más a los jóvenes de 18 a 24 años, con tasas de desocupación que duplican el promedio. Este panorama plantea importantes desafíos en un contexto internacional de retroceso en derechos sociales y desfavorable para el mundo del trabajo, en especial en Europa que registra picos de desocupación de más del 25 por ciento en España y Grecia, con más de la mitad de los jóvenes sin empleo. La situación laboral en Argentina requiere entonces ordenar el diagnóstico para eludir análisis dramáticos y así precisar que en un territorio hostil, si bien se ha avanzado al disminuir la desocupación del 24,3 al 7,9 por ciento en diez años, todavía falta bastante para reconstruir un sólido mercado laboral.
El debate sobre el empleo tiene las mismas características que el resto de los temas económicos y sociales en los últimos años. Pronósticos fatalistas, interpretaciones erróneas a partir de comparar diferentes trimestres cuando lo correcto es hacerlo en forma interanual para neutralizar la estacionalidad, y datos estrujados para forzar la realidad con el objetivo de confirmar hipótesis previamente elaboradas.
Un reciente informe del Ministerio de Trabajo permite abordar aspectos centrales de la evolución del mercado laboral, al tiempo que deja en evidencia cuestiones pendientes. El recorrido del documento es interesante porque responde a inquietudes y afirmaciones de la ortodoxia y de un sector de la heterodoxia que muestran un panorama laboral frágil, caracterización que el informe cuestiona al afirmar que “se equivocan” porque “Argentina ha modificado su estructura laboral, que hoy muestra solidez, estabilidad, lo que vemos en los números del desempleo, en los niveles de trabajo registrado y salarios alcanzados en los últimos diez años”.
Lo que sigue es el contrapunto entre las opiniones de especialistas que hablan de la tendencia negativa del mercado laboral y la posición oficial.
- El 15,9 por ciento de la fuerza laboral está desocupado o subocupado, índice similar al 16,6 por ciento de hace cinco años, lo que muestra un mercado laboral estancado.
El proceso de mejoras laborales iniciado en 2003 se desaceleró súbitamente en 2009, pero esto se debió fundamentalmente a las restricciones impuestas por el crac en el sistema financiero mundial y a su reflejo en la crisis económica de los países desarrollados que aún perdura. A diferencia de lo que ocurrió en décadas pasadas, el impacto de esta fase contractiva internacional y regional no ha implicado en nuestro país un crecimiento significativo de la desocupación, ni en la destrucción masiva de puestos de trabajo formales, o en un empeoramiento de la distribución del ingreso. De este modo, evaluado en términos objetivos la relativa estabilidad de los indicadores laborales desde 2009 no debería ser interpretada como una “etapa de estancamiento”, sino como una “fase de sostenimiento de los avances laborales alcanzados desde 2003, en un contexto internacional complejo”.
- En los últimos años el empleo público avanzó a un ritmo que duplicó y aún más el del sector privado.
Es un repetido y errado análisis sobre el mercado de trabajo que postula que, desde hace una década, el empleo público avanza a un ritmo mayor al del sector privado. El argumento de que el empleo público emplea a un tercio de los trabajadores asalariados registrados es cierto. El que afirma que la proporción de los que “dependen del Estado” fue creciendo es falso: durante los últimos diez años el porcentaje del empleo público en el total del empleo pasó del 38,2 por ciento en 2003 al 33,5 por ciento en 2012.
- En materia de ingresos, uno de cada dos trabajadores gana menos de 3500 pesos por mes.
El dato es cierto, pero en los años 1997 y 2000 ese porcentaje se encontraba en alrededor del 65 por ciento, calculando los ingresos en términos reales en esos años (el Ministerio de Trabajo aclara que para evitar discusiones sobre la medición de los precios utilizó para el análisis de los ingresos el índice de precios promedio de siete provincias). Esto implica que el nuevo esquema de políticas ha permitido revertir el crecimiento sistemático de la problemática, mejorando los ingresos reales de los trabajadores y sus familias.
- El costo laboral medido en dólares sube y afecta la competitividad.
Si bien es cierto que los costos laborales no se mantienen en el deprimido nivel de 2002, aún se encuentran un 30 por ciento por debajo del nivel de 2001, por lo que no es cierto que se haya agotado esta ventaja competitiva.
- El Gobierno señala que a partir de 2003 se crearon cinco millones de puestos laborales. Pero estimaciones basadas en los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec arrojan una diferencia de 3,8 millones de ocupados desde aquel año.
Los 5 millones de puestos creados como los 3,8 millones de nuevos ocupados son datos válidos, que surgen de información y cálculos estadísticos correctos y que no son contradictorios, aunque lo pareciera por la diferencia numérica. Lo que ocurre es que ambos datos reflejan el crecimiento del empleo considerando diferentes fechas y modalidad de ocupaciones. El cálculo que da 5 millones toma como período de base el primer trimestre de 2003, en cambio el alternativo pone como referencia el tercer trimestre de ese año. Y el cálculo de los 3,8 millones refleja el crecimiento de la cantidad de personas ocupadas y el dato de los 5 millones, el crecimiento de los puestos de trabajo. Esto significa que existen personas con más de un empleo.
- En 2007 la desocupación se ubicó por debajo de 10 por ciento, pero sigue estando por arriba de las tasas históricas que había tenido el país antes de los noventa.
La tasa de desempleo del total país durante las décadas previas a la del noventa era más baja porque la tasa de actividad era mucho más baja que la actual (en gran medida esto se debe al crecimiento sistemático de la participación de las mujeres en el mundo del trabajo). Si en la década del ochenta se hubiese registrado la tasa de actividad que se verifica en la actualidad, con el nivel de empleo de esos años, la tasa de desempleo habría superado largamente los dos dígitos.
- La informalidad entre los asalariados era de 45 por ciento en 2003 y ahora es de 34 por ciento. Es el mismo porcentaje que había a principios de los años noventa.
La reducción de la informalidad laboral en los últimos diez años se valoriza cuando se analiza la evolución histórica de la tasa de empleo no registrado armonizada entre 1980 y 2012. La evolución del indicador muestra que el empleo no registrado se incrementó prácticamente en todos los años desde 1980 hasta 2004. En ese lapso la tasa de informalidad sólo se reduce en forma algo significativa (al menos un punto porcentual) en 2 de esos 24 años. Esta tendencia creciente tiene la característica que se mantuvo tanto en las fases expansivas como en las fases recesivas, y bajo regímenes políticos y económicos diversos. El incremento en esas dos décadas contrasta con el descenso del índice desde 2005, alcanzado un nivel similar de inicios de la convertibilidad y logrando así la primera reducción sistemática de la tasa de empleo no registrado en la historia reciente del mercado de trabajo argentino.
Al culminar la lectura de este contrapunto sobre el mercado laboral, se recomienda regresar al primer párrafo del artículo.
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