ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
El paisaje cotidiano de los centros urbanos ofrece niños pobres pidiendo limosna a automovilistas frenados en el semáforo, y familias viviendo debajo de la autopista. Por la tarde-noche una legión de hombres, mujeres e hijos van rescatando cartones, botellas de plástico y latas de gaseosas de bolsas y contenedores de basura. Las villas miseria siguen mostrando el rostro de la inequidad que muchos preferirían no ver. En barrios periféricos todavía existen carencias que están a simple vista. La evaluación de la situación social tiene un componente subjetivo, construido por el recorrido personal, legítimo y necesario como referencia analítica, pero incompleto si pretende ser totalizador. Para contextualizar y dar una razonable dimensión a la mirada subjetiva se requiere de una estimación cuantitativa, o sea de datos duros que permitan acercarse a una valoración sobre la dinámica y tendencia de la distribución del ingreso en una sociedad fragmentada por décadas, dominada por el neoliberalismo. Los números objetivos tampoco son fuente de toda razón y justicia, pero mediatizados con la subjetividad permiten construir un cuadro de la cuestión social y de la distribución del ingreso sin contaminación.
Después de un prolongado ciclo de crecimiento económico sigue habiendo pobres e indigentes, trabajadores en la informalidad laboral, bolsones de desigualdad, déficit habitacional y una brecha educativa según estratos socioeconómicos. La existencia de este panorama no debería concluir en el postulado de que no ha cambiado o empeorado la situación social y el reparto de la riqueza en los últimos diez años. Esa sentencia lineal colisiona contra diversas investigaciones cuantitativas y cualitativas privadas y públicas, nacionales e internacionales. Esos documentos exponen que la cuestión social ha registrado una sustancial mejora en esos años, comparada con la década regresiva de los noventa y también en algunos aspectos respecto a la de los ochenta y setenta. Esa tendencia positiva debería continuar para poder atender todo lo que aún falta.
En ninguna de las próximas reseñas de informes sobre la cuestión social está involucrado el índice de precios al consumidor del Indec, indicador cuestionado y, por lo tanto, limitante para un análisis más calmo sin la perturbación del debate político sobre las estadísticas de inflación.
La Anses hizo un estudio que compara cuántos fondos ingresan a la seguridad social a través de los aportes salariales para jubilación y otros destinos, y también por derivación de impuestos que la financian, como IVA, Ganancias y, Combustibles, entre otros. Por otro lado estimó cuánto dinero recibe cada persona de la seguridad social. Desagregó esa información por deciles de ingresos (el total de la población distribuido en tramos de 10 por ciento) para comparar lo que ocurría en 2003 en relación a fines de 2012. La conclusión es que la seguridad social ha tenido un importante impacto distributivo, al recaudar de los sectores de la población más ricos e invirtiendo más fondos en los más pobres. Esto se exhibe en las transferencias netas de la Anses como porcentaje del ingreso total familiar, representando esos fondos el 37 por ciento en el primer decil (los sectores de más bajos recursos), 17 en el segundo, 15 en el tercero, 9 en el cuarto y 13 en el quinto. En cambio, el signo es opuesto en los grupos de más altos ingresos, que tiene un saldo negativo (aportan más de lo que reciben): -14 por ciento en el décimo decil, -7 en el noveno y -2 en el octavo.
La mejora en el reparto de la riqueza se observa en la evolución del porcentaje de ingresos apropiado por los hogares de más bajos recursos. La Encuesta Permanente de Hogares del Indec (área del sistema nacional de estadísticas públicas que no recibe ninguna crítica metodológica ni funcional) muestra que la proporción de ingresos apropiado por los hogares de los deciles 1-5 fue de 30,4 por ciento en 2012, cuando en 1994 era de 23,8 por ciento, de acuerdo al ingreso per cápita familiar. Mientras, los deciles 6-10 bajaron de 76,3 a 69,6 por ciento, de 1994 a 2012.
El Banco Mundial dio a conocer el informe “La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América latina”. Ese trabajo revela que en la última década se duplicó la clase media en el país, liderando el ranking de América latina. Hace nueve años, apenas el 24 por ciento de la población formaba parte de la clase media, totalizando 9,3 millones de habitantes. En 2009 la clase media pasó a ser el 46 por ciento de la población con 18,6 millones.
El índice Gini mide hasta qué punto la distribución del ingreso entre individuos u hogares dentro de una economía se aleja o se acerca de una distribución equitativa perfecta. Un índice cero representa una equidad perfecta, mientras que uno es la mayor desigualdad. Vale insistir que este coeficiente se construye a partir de la medición de los salarios y otras fuentes de ingreso de la población, sin considerar la variación de los precios, de modo que está exento de los cuestionamientos sobre el IPC. Según la escala de ingresos total familiar que define el Indec, en 2003 se ubicaba en 0,534. En 2010 había retrocedido a 0,423, bajó a 0,410 el año siguiente y siguió retrocediendo a 0,407 en 2012. Este movimiento en los últimos tres años es explicado por los especialistas por el impacto positivo de políticas de ingresos, como la Asignación Universal por Hijo y la movilidad de las jubilaciones.
El 10 por ciento de los hogares con más altos ingresos en la Argentina gana 12,6 veces más que el 10 por ciento inferior y la brecha se redujo 4 puntos durante 2012, según la EPH. En 2003 esa diferencia era de 29 veces. Ese 10 por ciento más pobre de la población fue el gran protagonista de los anuncios de aumentos monetarios de la cobertura social en lo que va del año. A ese sector se orienta la mayor proporción de recursos de los 16.803 millones de pesos adicionales que volcará la Anses en un año a partir de las subas de asignaciones familiares, Asignación Universal por Hijo y Embarazo y el plus por ayuda escolar. De esa forma se reducirá la brecha de ingresos entre los más ricos y los más pobres. Como se mencionó, en 2012 los primeros ganaron 12,6 veces más por hogar que el primer decil. Con esos incrementos monetarios en la cobertura social, la diferencia se achicará a 10,7 veces, según estima la Anses.
El Informe Macroeconómico y de Política Monetaria del Banco Central correspondiente a julio pasado, en el capítulo Condiciones Socio-económicas, indica que “como consecuencia del incremento en el empleo y en las remuneraciones laborales, se registró nuevamente un crecimiento de la masa salarial, que volvió a situarse en niveles máximos históricos”. El cuadro adjunto precisa que la participación de los asalariados en el PBI fue de 40,2 por ciento en promedio en el período 1993-2001, de 43,6 en 2009 y estimando que subió al 54 por ciento a fines de 2012.
Los investigadores-docentes de la Universidad Nacional de General Sarmiento Alejandro López Accotto, Carlos Martínez y Martín Mangas analizaron los datos de la base Redatam del Censo 2010 correspondientes a los hogares, según presenten o no Necesidades Básicas Insatisfechas. Este indicador evalúa las situaciones de pobreza estructural que no mide el ingreso en un momento específico del tiempo, sino que muestra deficiencias como
- la existencia de niños en edad escolar que no asisten a ningún establecimiento educativo,
- condiciones inadecuadas (viviendas precarias, piezas de hotel o pensión) o insuficientes (tres personas o más hacinadas por cuarto) en materia habitacional y sanitaria (no poseer retrete), y
- serias limitaciones para generar un ingreso acorde con las necesidades del grupo familiar (cuatro o más personas dependientes de un miembro ocupado con bajo nivel educativo).
Si un hogar presenta cualquiera de esas características es uno con NBI. En un artículo publicado en Página/12 el 9 de agosto pasado, esos tres investigadores señalaron que la participación de hogares con NBI cayó al 9,1 por ciento del total. “El avance, en términos económicos y sociales, para los sectores más postergados, fue mayor en los últimos nueve años que en los 21 anteriores”, destacan. En números absolutos, 330.000 hogares (representan a más de 1.400.000 personas) salieron de la pobreza estructural en el período 2001-2010.
La necesaria mirada subjetiva, que observa todo lo que todavía falta, adquiere mayor densidad analítica cuando es integrada con datos duros de los sustanciales avances en la cuestión social y en la distribución del ingreso.
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