Lun 19.08.2013

ECONOMíA  › TEMAS DE DEBATE: SU IMPACTO SOBRE EL EQUILIBRIO MONETARIO Y FINANCIERO

El efecto de la fuga de capitales

La fuga puede reducir las reservas a un nivel tan bajo que la autoridad monetaria deje de controlar el valor del dólar, con los conocidos efectos que ello puede tener sobre los precios, la distribución del ingreso y el nivel de actividad.

Producción: Tomás Lukin

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Revertir la caída de reservas

Por Andrés Asiain *

Lo que comúnmente se llama fuga de capitales es la compra de dólares para atesorarlos por parte de empresas y personas. Los motivos pueden ser diversos, aunque suele primar la expectativa de una devaluación de la moneda local que genere una ganancia a quienes especularon comprando dólares, superior a la de una inversión productiva o financiera en la economía local. El problema de la fuga de capitales no es que se pierda ahorro o capital, como suelen presentarlo las corrientes ortodoxas. Una política crediticia expansiva puede movilizar las fuerzas productivas locales, supliendo en esa tarea al ahorro o capital fugado. El impacto nocivo de la fuga es que le resta dólares al banco central, disminuyendo las divisas disponibles para financiar importaciones, pagar deudas u otros compromisos. Llegado a cierto punto, la fuga puede reducir las reservas a un nivel tan bajo que la autoridad monetaria deje de controlar el valor del dólar, con los conocidos efectos que ello puede tener sobre los precios, la distribución del ingreso y el nivel de actividad.

En la última década, la compra de dólares para atesoramiento fue permanente. Sin embargo, hasta el 2006 fue compensada por quienes, al ver estabilizado el valor del dólar e incrementadas las reservas, ingresaban sus divisas a la economía local para invertir. Recién a partir de 2007 los ingresos de divisas son significativamente menores a las salidas, y el saldo neto promedió una pérdida de más de 15.000 millones de dólares al año. Semejante salida de divisas se tornaba peligrosa en un contexto en que la economía mundial entraba en crisis, con su consecuente repercusión en nuestras exportaciones industriales (aunque parcialmente compensadas por los mayores precios de las exportaciones de materias primas). Además, el crecimiento de la producción, el consumo y la inversión requería crecientes importaciones, lo que sumado a la reanudación de los pagos por la deuda externa renegociada, tornaba más ajustado el balance cambiario. En ese contexto se decide la imposición de controles cambiarios que terminaron con las pérdidas de divisas por atesoramiento, demanda que pasó a satisfacerse en el mercado paralelo a una cotización mayor a la oficial.

Los motivos de la aceleración de la fuga a partir del 2007 son varios.

Inicialmente impulsada como reflejo del estallido de la crisis internacional, luego fue estimulada por la aceleración inflacionaria. Al respecto, quienes suelen acusar de los aumentos de precios a la elevada emisión no toman en cuenta que en 2008, cuando la inflación medida por las provincias alcanzó el 23 por ciento anual (12 puntos más que en 2006), la expansión de la base monetaria fue del 20 por ciento (4 puntos menos que en 2006). Es decir, la aceleración de la inflación coincidió con la reducción de la emisión. El acertijo se resuelve si se abandonan las anteojeras monetaristas y se observan los factores reales que impulsaron los precios en esos años. Ellos son: un incremento espectacular del precio internacional de las materias primas, trasladado con creces a la mesa de los argentinos por el bloqueo de rutas y desabastecimiento organizado por las patronales agropecuarias, con el guiño mediático del multimedio Clarín y el apoyo de todas las fracciones políticas opositoras que hoy hacen campaña lamentándose de la inflación. Ese salto del precio de los alimentos en el contexto de las negociaciones paritarias del 2008 generó un shock inflacionario que aún hoy se mantiene inercialmente.

Ante esa aceleración de los aumentos de precios, la autoridad económica abandonó la política de dólar alto por entender que una mayor devaluación del peso podía alimentar aún más la espiral inflacionaria. El consiguiente retraso cambiario estimuló la fuga de capitales, tanto de grandes grupos económicos que buscaban de esa manera forzar una devaluación que los favorezca, como de sectores medios que, temiendo ese desenlace, buscaban proteger sus ahorros. La restricción a la compra de dólares terminó forzando un desdoblamiento cambiario de hecho, con un dólar financiero (“blue” o “contado con liquidación”) más elevado que el oficial, cuyo principal impacto en materia de precios y actividad se encuentra en el dolarizado mercado inmobiliario. El desdoblamiento permitió acelerar la pauta de devaluación del dólar oficial al ritmo de la inflación, evitando una apreciación aún mayor del tipo de cambio sin necesidad de aumentar la tasa de interés local.

En el actual contexto, la estabilización de las expectativas de devaluación depende centralmente de la capacidad de revertir la merma de las reservas internacionales sustituyendo importaciones, hecho que no se logra con una devaluación del 30 o 40 por ciento, de bajo impacto sustitutivo en un mercado interno que ya se encuentra protegido por la administración de las importaciones. Se requieren políticas estructurales como la que actualmente se ensaya en el sector de los hidrocarburos y otras que no parecen estar en agenda, como cambios en la composición de la demanda desde sectores intensivos en importaciones (como el automotor) a otros intensivos en mano de obra (como la construcción).

* Cátedra Nacional de Economía Arturo Jauretche.


El excedente en disputa

Por José Sbattella, Pablo Chena, Pilar Palimeri y Leandro Bona *

Las sociedades modernas generan año tras año un nivel de ingreso per cápita que supera ampliamente al que destinan a mejorar las condiciones de vida de los sectores populares. ¿Quiénes se apropian de estos recursos excedentes? ¿Para qué los utilizan? Son preguntas fundacionales de la economía política que en momentos turbulentos se tornan particularmente relevantes. Los economistas clásicos, preocupados desde el mismo inicio del capitalismo por este tema, alertan que el excedente económico puede ser utilizado virtuosamente en mejorar las capacidades productivas (a través del proceso inversor) o las condiciones de vida de los sectores más vulnerables de la población (por intermedio de diferentes mecanismos de redistribución de los ingresos). Pero también advierten que pueden ser utilizados en forma improductiva, como es el caso de su destino como consumo suntuario de un sector privilegiado de la población, o de forma potencialmente destructiva, si se “fuga del sistema” para convertirse en parte de los activos líquidos disponibles para la especulación financiera global.

La experiencia reciente en los países centrales nos muestra que este último destino es particularmente peligroso por el daño que puede generar en los siempre delicados equilibrios monetarios y financieros nacionales e internacionales. En un conjunto de trabajos recientes hemos indagado sobre la apropiación y el destino de estos excedentes económicos en Argentina a partir de la salida del neoliberalismo.

Antes de mostrar los resultados obtenidos conviene mencionar algunas definiciones metodológicas básicas: 1) el Excedente Económico (EE) es estimado como la diferencia entre el valor monetario de la producción (PIB) y el Costo de Reproducción Social (CRS), neto de la reposición del capital utilizado en el proceso productivo; 2) el CRS está representado por el nivel de vida de los trabajadores manuales no calificados. A su vez, está compuesto por los ingresos que reciben los trabajadores activos e inactivos (y sus familias) en forma directa (como salario/jubilación) más los bienes y servicios esenciales que obtienen a través del Estado (educación, salud, subsidios al transporte y energía) menos la carga tributaria. En relación con los usos del EE, hemos redefinido los componentes de la Inversión Interna Bruta Fija para tomar en cuenta únicamente los relacionados a equipos durables, construcción asociada a la infraestructura y gastos en investigación y desarrollo, cultura y educación superior. No incluimos ni las viviendas particulares de alta gama (ya que bajo nuestro esquema forman parte del consumo suntuario) ni la construcción de planes de vivienda que forman parte del CRS.

Siguiendo esta metodología, nuestras estimaciones arrojan dos conclusiones centrales. En primer lugar, que disminuyó la relación EE/PBI como consecuencia de las mejoras en el nivel de vida de los trabajadores manuales no calificados (aumentando la participación del CRS en el producto del 26 al 34 por ciento entre 2003 y 2011). En segundo lugar, aumentó la participación de los usos productivos del EE, en detrimento de los improductivos. Sin embargo los excedentes fugados del sistema y los destinados al consumo suntuario siguen siendo significativos.

La mejora en el CRS está asociada con el aumento en la cobertura y monto en las jubilaciones mínimas y en los salarios de los trabajadores no calificados (componente directo del CRS), así como también en las transferencias estatales en educación, salud y subsidios al transporte y a la energía (componente indirecto del CRS). En cuanto a los usos del EE, si bien el consumo suntuario es significativo a lo largo del período, se observa una caída de su participación y un mayor destino de recursos hacia la inversión productiva. El consumo suntuario llegó a representar cerca del 75 por ciento del EE en los primeros años de la postConvertibilidad y hacia el 2011 cayó al 58 por ciento. Por su parte, la inversión productiva pasó del 16 al 30 por ciento del EE en el mismo período.

La dinámica futura de estos indicadores dependerá de nuestras decisiones. La sola generación de un EE nos obliga a optar entre sus posibles usos. Ya no podremos reproducirnos en iguales condiciones que en el pasado, la sociedad transforma inevitablemente sus condiciones de vida al aplicar de una manera u otra sus riquezas excedentes. En este sentido, evitar esta discusión es aceptar tácitamente la estructura social actual y reproducir sus desigualdades en forma acumulativa. El proceso de desarrollo económico está guiado, en definitiva, por la resultante de esta lucha de poder entre los distintos grupos sociales en torno a la generación, apropiación y usos del EE. Los resultados reflejan el importante impacto que la dinámica económica virtuosa y las políticas públicas tuvieron en las condiciones de vida de la población vulnerable en el pasado. Sin embargo, la magnitud y proporción del excedente en el país continúan siendo muy elevadas (66 por ciento del PBI en 2011).

* Economistas. Autores del libro: Origen, apropiación y destinos del excedente económico en la Argentina de la posconvertibilidad.

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