ECONOMíA › OPINION
› Por Mario Wainfeld
Las dos Cámaras del Congreso funcionando, leyes que se tratan con la consabida velocidad. Llegan, al fin, impuestos que gravan algunos rubros de la actividad financiera. Entre tanto, ya están vigentes las nuevas escalas para el pago del Impuesto a las Ganancias. Son las reacciones del Gobierno a circunstancias adversas, electorales o internacionales. Son respuestas consistentes con el “rumbo”, el “proyecto” o el “modelo”. Tan es así que se puede debatir por qué no concretaron antes esas movidas. O, puesto de otro modo, si esas acciones (que son correctas para el devenir futuro de la Argentina) sumarán un encanto adicional para el kirchnerismo: mejorar su desempeño electoral en octubre. El cronista anticipa una regla que seguirá en esta nota y en otras: no hará profecías rotundas sobre escenarios que dependen de muchos factores. No tiene la bola de cristal, no sabe cómo impactarán las medidas, en especial las que se notan en el bolsillo de los argentinos de a pie. En tendencia, le parece difícil modificar drásticamente las preferencias electorales en dos meses y medio. Pero sí puede haber cambios parciales, determinantes para el horizonte de los próximos años.
Los “bordes” importan, las variaciones porcentuales también. Los votos, las bancas, los territorios ganados se cuentan de a uno. Está de moda dar por definida, aun en esos “detalles”, la contienda de octubre. Más aún, muchos dan por decidida la derrota irreversible del Frente para la Victoria (FpV) en 2015. Modesto en sus pretensiones, advertido de los vaivenes y sorpresas de la historia, el cronista no propone el horóscopo contrario, sino un grado de prudencia en los vaticinios. Con esas módicas pretensiones, supone que el FpV tiene como principales recursos la política, la gestión pública, su aptitud para generar iniciativas. La disputa por la agenda es inherente al sistema democrático, para el kirchnerismo el mejor terreno es el de las políticas públicas.
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La disputa democrática está, en sustancia, condenada a la visibilidad. Acaso una parte del desgaste de los líderes (en ésta y otras latitudes) derive de su sobreexposición... pero de ella dependen su legitimidad, su contacto con el pueblo, la mera posibilidad de difundir su mensaje. El poder democrático es activo, un poco bullanguero (más allá de estilos), necesariamente expuesto, lo que puede arrastrar contraindicaciones, inferiores a sus funcionalidades positivas.
Los poderes fácticos, en cambio, prefieren apelar al rebusque de la invisibilidad o la opacidad. El empresario Alfredo Yabrán exageró cuando dijo que una foto lo dañaba tanto como un balazo, pero no mentía. Héctor Magnetto, el CEO de Clarín, fue una figura predominante en la Argentina durante décadas y su rostro era conocido por pocos. La luminosidad es uno de los fastidios sensibles del establishment en estos tiempos. Lo suyo son los pasillos, las conjuras detrás de los cortinados, las reuniones sin micrófonos y cámaras que son tan mersas. Por un lado, claman por la libertad informativa, pero en su accionar cotidiano optan por las sombras como hábitat.
Sirven como ilustración dos didácticas escenas de las semanas recientes. Una la motivó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, otra la Corte Suprema de Justicia. Hablamos, claro, del cónclave del Estado con representaciones patronales y gremiales, por un lado. Y de la audiencia pública en el expediente Clarín por otro. Esta última fue la única que se emitió completa, en vivo y en directo, aunque la cadena TN casi no transmitió nada. Del cónclave con las corporaciones se conocieron versiones y se escuchó a los líderes patronales y sus gerentes hablar hasta por los codos.
El saldo de las intervenciones de los dueños del poder fáctico, de sus gestores, de sus abogados, fue desolador. Las escenas de la audiencia en Tribunales mostraron a profesionales desconcertados, como un ser vivo a quien le cambian el ecosistema. Se lo habían cambiado, caramba. Lo suyo no es la polémica franca, la pulseada argumental... los pleitos de postín no se ganan así. Son exitosos, más vale que sí, los letrados que titubearon, se quedaron tiesos cuando les pidieron que no evadieran la pregunta al responder. O sea: que no impusieran de prepo su discurso, sus premisas, que participaran en paridad. Ese no es el juego que mejor saben, el que más les gusta... y en el que priman. Hete ahí el juego que suele jugarse en Tribunales, lo del otro día fue un recreo no un cambio de tendencia.
La hipotética “burguesía nacional” no sólo es prebendaria, perezosa y evasora. Es muy pobre a la hora de adoctrinar cuadros propios. Les vale la misma máxima referida a los letrados: no están formateados en la arena democrática, no se foguearon en internas masivas, en asambleas, en ámbitos pluralistas. Y se les nota.
El “círculo rojo”, aludido por Mauricio Macri en el contexto de un reportaje amigable, será una metáfora o un sinónimo vaya a saberse. La riqueza de vocabulario del jefe de Gobierno es limitada y nadie lo forzó a “denunciarse” o revelar algo que quería ocultar. Lo que sí es seguro es que las elites capitalistas argentinas (con muy contadas excepciones, que siempre alguna hay) acrecientan sus chances más cuanto menos equitativas y democráticas son las reglas de la competencia.
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El intervalo entre las primarias abiertas y las elecciones generales es demasiado breve como para variar drásticamente el contexto y un poco largo para sólo hacer la plancha. Entre esos dos condicionantes se mueven los candidatos, según su posición relativa en agosto. Los que ganaron se inclinan por no hacer olas, no exponerse, no dar flancos, no abrir nuevos escenarios. Es pura lógica instrumental, cualquiera haría lo mismo en su lugar.
Los que gobiernan territorios, principalmente el oficialismo nacional, están impedidos de frizar la realidad, si lo quisieran. Están condenados a la acción de gobierno, les plazca mucho o poco. Pero, ya se dijo, el lapso es corto para hacer recapacitar a los votantes. Vale la pena procurarlo, máxime si se ponen en ejecución acciones de gobierno cuyas proyecciones van más allá de octubre: los aciertos son sustrato de la legitimidad, en el corto plazo (que es muy exiguo y por eso exigente) o en el mediano, abierto a la inventiva y la voluntad.
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Necio sería negar las tendencias históricas de cada época, tanto como creer que todo se repite sin alteraciones. Estados Unidos se apresta a atacar “otro” país asiático, Siria esta vez. Antaño fue Vietnam, Afganistán luego, Irak apenas ayer. La recurrencia es significativa, pero son remarcables algunas diferencias. La reacción de la sociedad de la potencia agresora en Vietnam se fue incubando a medida que se fueron develando la mentira y el horror de la guerra. Frente a Irak se produjo una respuesta colectiva inmediata jamás vista, no sólo en Estados Unidos, sino en varios de los países aliados más importantes. Ahora el brete surge de los Parlamentos. Rarísima avis en Gran Bretaña, que desde la Guerra de la Independencia acompañó a su ex colonia en todas sus guerras o tropelías internacionales. En Francia, los legisladores están de punta con el designio belicista del presidente François Hollande, quien gambetea al Parlamento para hacer valer su criterio. Operadores de Obama “porotean” con senadores y representantes demócratas o republicanos. Los votos se cuentan de a uno, allá también.
La historia es cruel, los tics imperiales se repiten, tanto como los discursos. Pero nada será idéntico a lo ya sucedido, entre otros motivos porque los participantes tienen memoria y capacidad de aprendizaje. Escarmientan de la experiencia propia y ajena.
El déjà vu es un rebusque expositivo, no necesariamente falso pero sí impreciso. Los opositores que dan por sellado el “fin de ciclo” del kirchnerismo, pensando en el alfonsinismo o en el menemismo, simplifican en exceso. Tal vez acierten, tal vez no: el futuro no está sellado.
Del lado del kirchnerismo, peca de voluntarista dar por hecho que se recobrará terreno, como aconteció a partir de 2009. Pero es cabal que el modo de repuntar es tomar lo mejor de ese trance, en los cortos dos meses que quedan de campaña o en los largos dos años que quedan de mandato. La oposición política y mediática cree que ese tiempo se cristalizará, el “círculo rojo” se esforzará para conseguirlo.
Más allá de los deseos, dos años son mucho en la Argentina y en un mundo que no para de moverse. Y cómo.
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