Sáb 19.07.2003

ECONOMíA

Nuevo ensayo de ajuste fallido

› Por Claudio Scaletta

El gobierno de Perú buscará modificar el calendario de sus vencimientos de deuda. Así lo anunció la presidente del Consejo de Ministros, Beatriz Merino. La decisión es consecuencia de los crecientes problemas que enfrenta la administración central para financiar el gasto público, incluso a pesar de la reducción del aparato de Estado por debajo de su mínima expresión. La inminente crisis de pagos peruana pone de relieve, una vez más, el fracaso de las políticas de ajuste estructural para evitar las crisis de deuda. En un contexto en que la principal economía de la región, Brasil, se encuentra cerca de un potencial default, el pedido de reprogramación de Perú puede convertirse en antecedente para una solución política global.
“El servicio de la deuda externa va a significar, en los próximos años, una creciente proporción del gasto público anual, implicando una mayor restricción fiscal. En consecuencia debemos tratar de modificar el calendario de pagos de la deuda externa”, dijo Merino ante el Congreso peruano. La funcionaria, una de las principales referentes de la derecha identificada con Mario Vargas Llosa, fue sumada recientemente al gobierno del presidente Alejandro Toledo, cuya alicaída popularidad ronda el 11 por ciento. El anuncio de ayer está lejos de ser la reacción de sectores que pretenden romper con los organismos financieros internacionales, los principales acreedores de Perú.
El servicio de la deuda en 2003 asciende a unos 2084 millones de dólares, más de un tercio de su presupuesto: 942 millones de dólares al Club de París, 804 millones al FMI y el Banco Mundial y 338 millones en bonos Brady y globales. Si cumple con estos pagos, a fin de año continuará debiendo 27.550 millones, siempre de dólares, lo que equivale a cerca de la mitad de su PIB.
Aunque la aplicación de políticas económicas ortodoxas no comenzó con el actual gobierno, Toledo, a quien algunos de sus connacionales llaman “el Cholo de Harvard”, por su ascendencia indígena y su formación académica, no desdeñó ninguna de las recetas del FMI. Perú disfruta actualmente de dos clásicos: la sobrevaluación cambiaria y elevadas tasas de interés real. Ambas medidas, devastadoras para la economía, son defendidas con el conocido argumento de “atraer al capital extranjero”. La posibilidad de aprovechar la conseguida cuota del 0,6 por ciento del total de las importaciones textiles que realiza Estados Unidos no parece haber tenido los resultados que esperaban las voces más optimistas del gobierno. La crisis del financiamiento estatal llegó al punto de una suspensión de todos los empleados públicos durante dos semanas, pues no existían recursos para cubrir los gastos más elementales del aparato de Estado. Las privatizaciones sobrepasaron el límite de “las funciones esenciales del Estado”. Casi no se ve policía en las calles y sólo las comunas más ricas financian su propia vigilancia a través de los “mayorazgos”, los cuerpos de policía privada. Según la OIT, en las últimas dos décadas los salarios cayeron el 40 por ciento.
Sin embargo, ninguna de estas condiciones “favorables para los negocios y las inversiones” se tradujeron en mejoras en la economía o reducción de la deuda. En los ranking de inversión extranjera, los capitales siguen prefiriendo países como China o la India, con mercados internos extendidos y prometedores, con estados fuertes y con capacidad de hacer política económica. La historia no deja de enseñar que los ajustes en pos de más superávit están lejos de alejar las crisis de deuda.

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