Lun 21.07.2003

ECONOMíA  › OPINION

Hambre: paliativos y soluciones

Por Norma Giarracca y Miguel Teubal*

El presidente Néstor Kirchner sostuvo en su discurso del 25 de mayo que reinstalar la movilidad social requiere comprender que los problemas de la pobreza no se solucionan desde las políticas sociales sino desde las políticas económicas. En este marco resulta muy loable que se haya recuperado la iniciativa social de ciertos grupos e instituciones con programas como “El hambre es más urgente”, pero hace falta pensar en políticas y acciones de corto y largo plazo que corrijan la producción, distribución y, sobre todo, el acceso a los alimentos.
Según una nota de Página/12 del 16 de julio, la AFIP estima que 7 cerealeras desde 1997 a 2001 pagaron en concepto de impuestos el 0,008 por ciento del total de las exportaciones. Asimismo, estima que la situación se agravó a partir de las retenciones. Por eso criticamos a la “economía sojera”, ya que es evidente que los intereses de estos grupos concentrados que evaden impuestos en tales magnitudes, no tienen nada que ver con los principios básicos de una sociedad más justa, de movilidad social o por lo menos, de erradicación de la pobreza y el hambre. La tierra y los alimentos son recursos demasiado preciados y estratégicos como para dejarlos en manos de estos actores del “negocio sojero”.
Los ejemplos de países desarrollados demuestran que es posible relacionar los programas de subsidios destinados a la alimentación con el fomento de la producción de determinados alimentos o a determinados estratos de productores. En Estados Unidos se desarrollan los green markets, donde los farmers cercanos a las ciudades llevan sus producciones y “venden” a unos consumidores que pagan con tickets que recibieron del Estado como asistencia alimentaria. En la Argentina se desarrollan iniciativas similares en las muchas ferias que pululan por todo el territorio pero, a diferencia de Estados Unidos, funcionan a contrapelo de los discursos oficiales. Las ferias provinciales, las “francas” en Misiones, los nuevos modos de distribución de alimentos en la Ciudad de Buenos Aires, existen y conectan productores agrarios, pequeñas empresas alimentarias y fábricas recuperadas con consumidores.
Todas estas experiencias, reconocidas y sustentables, podrían ser la base de un programa alimentario que genere inversiones regionales promoviendo la producción de determinados alimentos, en el que participen también los pequeños molinos, las cooperativas, los programas agrarios y la banca estatal provincial recibiendo y distribuyendo los subsidios del estado nacional. Esta, que es sólo una de las miles de posibilidades, sería una política para la economía “donde la gente cuenta”, y tendría efectos de reactivación en cadena además de socorrer a los más necesitados. Insistimos en que el problema del hambre también se relaciona con el modelo productivo asociado al monocultivo sojero. La erradicación del hambre tiene que ver con los ingresos de la población y con las soluciones simples para fomentar la producción y distribución de alimentos al margen de los actores más concentrados y voraces de esta economía neoliberal, aún intacta.
* UBA, Foro de la Tierra y la Alimentación.

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