Sáb 07.12.2013

ECONOMíA  › PANORAMA ECONOMICO

Táctica y estrategia

› Por Alfredo Zaiat

La gestión económica tiene al ministro como el principal referente y en segundo término al presidente del Banco Central. En los últimos años hubo una distorsión en ese esquema básico por el desproporcionado espacio ganado por el secretario de Comercio Interior. Los cambios en el área económica fueron la primera medida del Gobierno para encarar la nueva etapa, porque buscó ordenar el funcionamiento de un equipo que divergía en la táctica más que en el rumbo estratégico enfrentado a la irrupción de la restricción externa. Por el momento la atención estuvo concentrada en lo que hace y dice la dupla integrada por el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el ministro de Economía, Axel Kicillof. Un tercer integrante empezará a adquirir necesariamente un papel más relevante en las controversias que dominan el espacio público: Juan Carlos Fábrega, reemplazante de Mercedes Marcó del Pont al frente del Banco Central. Por lo pronto, ha tenido una cálida bienvenida de los banqueros y del arco político opositor. La simpatía de los hombres de finanzas la expresan por considerar a Fábrega uno de ellos, que entiende cómo funciona el sistema porque se desempeñó toda su carrera en el Banco Nación, dejando la duda de si se trata de un elogio o un abrazo de oso.

Kicillof y Marcó del Pont tenían una mirada diferente sobre la relevancia del régimen de control de acceso a la moneda extranjera para atesoramiento, asociado a un instrumento de tortura por quienes promueven el libre movimiento de perturbadores capitales especulativos. También sobre la utilización de la tasa de interés para moderar las presiones cambiarias, el ritmo de emisión monetaria para financiar al sector público, el desdoblamiento cambiario en la cuenta turismo y el manejo de las reservas. Tras el objetivo de unificar criterios, ha quedado claro qué opción eligió CFK. Kicillof postula la idea de flexibilizar el régimen cambiario, mantener tasas bajas y una política monetaria expansiva, encarecer los viajes al exterior sólo por vía impositiva con el dólar tarjeta, y utilizar reservas en forma flexible apostando a compensarlas promoviendo el ingreso de dólares con créditos por diferentes vías y mayor liquidación de exportaciones.

En el desarrollo de esa táctica se verá si Fábrega, que se ha rodeado de funcionarios históricos de la línea gerencial del Central y de colaboradores cercanos del Nación, la acompañará con entusiasmo o surgirán esas mismas disputas. Los acercamientos o distanciamientos entre funcionarios tienen que ver con el diagnóstico sobre cuáles son las fuentes de las tensiones inflacionarias y cambiarias, y, en forma estructural, sobre cómo aliviar la restricción externa.

Una de las grandes trasformaciones del kirchnerismo fue la de dar vuelta la página de un Banco Central dominado por la ultraortodoxia y comenzar a construir uno heterodoxo con Marcó del Pont. No ha sido un hecho menor teniendo en cuenta que no existen muchos hoy con esas cualidades en el sistema financiero internacional, incluyendo a países latinoamericanos con gobiernos del amplio abanico del progresismo. Esto refleja la difícil tarea de conducir un BC con principios de la heterodoxia porque además de la dificultad de transitar contracorriente aparecen las fuerzas que buscan regresar a las fuentes de la ortodoxia. Será una prueba para Fábrega.

La reforma de la Carta Orgánica del Banco Central ha generado un cambio trascendente en la configuración institucional de la política económica. Partiendo de una autoridad monetaria de supuesta “independencia”, en realidad subordinada a intereses del sistema financiero, se pasó a un Banco Central con objetivos más abarcativos, con un conjunto de instrumentos más amplio y un accionar coordinado con el resto de la política económica. La nueva Carta Orgánica establece en su artículo tercero que “el banco tiene por finalidad promover, en la medida de sus facultades y en el marco de las políticas establecidas por el gobierno nacional, la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo económico con equidad social”.

Desde 2010 el Central ha recuperado así un papel activo en el desarrollo de la economía nacional. El objetivo del desa-rrollo financiero se ha subordinado al desarrollo social y productivo. Es una meta ambiciosa plantear la necesidad de tener una Carta Orgánica que manifieste preocupación explícita por lo que ocurra en la economía real. En general, la exigencia a las bancas centrales sólo se limita a lograr estabilidad monetaria. En cambio, el BC se autoimpone diseñar una política con mandatos múltiples que contempla el nivel de actividad, el empleo y la estabilidad financiera, además de la monetaria.

Tras esos objetivos, el Banco Central avanzó sobre cuatro aspectos esenciales del sistema: el impulso al crédito productivo, el despliegue de políticas diseñadas para garantizar la estabilidad financiera, la bancarización como vehículo para promover la inclusión social y la protección de los derechos del usuario financiero. En esto último sobresalen la reducción de los costos de transferencias interbancarias, la cuenta sueldo gratuita, la cuenta gratuita universal (140.400, a mayo de este año), límites máximos a las tasas de interés de tarjetas de crédito.

Una de las medidas resistidas por los bancos fue la recuperación de la capacidad de orientar el crédito por parte del Banco Central a través del Programa del Financiamiento Productivo del Bicentenario y la Línea de Crédito para la Inversión Productiva. A fin de este año, los fondos otorgados mediante esas dos líneas con tasas bajas y que reducen considerablemente el spread (brecha de las tasas de depósitos y préstamos, es decir la ganancia de los bancos por intermediación financiera) representarán aproximadamente el 13 por ciento del total de crédito al sector privado. Este segmento guiado por el Banco Central mantuvo de ese modo un elevado dinamismo, ritmo que no habría tenido si se lo hubiera dejado a merced del comportamiento libre del mercado bancario.

El Informe Macroeconómico y de Política Monetaria de octubre pasado, el último de la gestión Marcó del Pont, destaca que las tres fases semestrales de la Línea de Créditos para la Inversión Productiva acumularán un adicional de financiamiento equivalente a aproximadamente 2,5 puntos porcentuales del PIB desde su lanzamiento en junio de 2012 y hasta fines de este año. Esos créditos facilitaron el financiamiento a pymes alcanzando una participación de 31,6 por ciento del stock de préstamos a empresas, 8 puntos porcentuales más que a fines de 2011. Los préstamos a empresas representan el 8,5 por ciento del PBI creciendo a un ritmo del 32 por ciento interanual. “A este resultado se suman los desembolsos otorgados a través de la línea del Bicentenario (adjudicados por más de 7600 millones de pesos) y los efectos del esquema de incentivos regulatorios diseñado para incrementar el financiamiento en las zonas con menor atención relativa en materia de servicios financieros”, indica el informe.

El aumento del canal del crédito junto con el proceso de remonetización de la economía amplió el espacio de la política monetaria para estimular el nivel de actividad y el empleo, contribuyendo al sostenimiento del crecimiento económico. Cumpliendo así el mandato de objetivos múltiples de la Carta Orgánica de una banca central heterodoxa.

Fábrega tiene el desafío de continuar con la compleja tarea de seguir construyendo una entidad monetaria de esas características, con la conocida resistencia que provoca, o tranquilizar a sus colegas del sistema bancario.

En este juego de táctica y estrategia se verá entonces si Kicillof termina con más diferencias o comunión de ideas con Fábrega que las que tenía con Marcó del Pont.

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