Inmediatamente después de que se iniciara la nueva acelerada en el alza de la cotización del dólar en la jornada, y antes de que se conocieran las maniobras de grupos empresarios fuertes para mostrar una escalada mayor a la que señalaba el mercado (ver nota principal en esta página), varios economistas cercanos a los intereses de esas corporaciones se apuraron a pronosticar un “impacto inmediato en el nivel de precios”, que aceleraría la tasa de inflación y una puja con los salarios que complicaría las próximas paritarias.

Nicolás Dujovne, Orlando Ferreres y Jorge Todesca fueron algunos de los ex funcionarios (menemismo y Alianza) que opinaron en tal sentido, señalando que se entraba en “una carrera peligrosa de precios, salarios y tipo de cambio”. La justificación “técnica” es que los precios de los bienes transables (con posibilidad de ser exportados, o con eventual competencia de productos similares importados) se ajustan “automáticamente” por el tipo de cambio al cual se importa y exporta. Además, indicaron que las cadenas de producción con fuerte componente de insumos importados sufrirán una modificación en su estructura de costos que afectará su rentabilidad o impulsará a subir los precios.

Para los formadores de precios, quienes tienen posición dominante en el mercado en que operan, cualquier situación nueva es propicia para imponer aumentos. Durante los últimos meses de 2013, se produjeron fuertes remarcaciones en precios de consumo masivo simplemente aprovechando el clima de inestabilidad provocado por la especulación en el mercado de divisas paralelo (dólar blue), aunque la pauta de devaluación del mercado oficial se moviera con correcciones muy acotadas. Justamente, estas irregularidades fueron las que motivaron el replanteo del acuerdo de precios a partir de enero y el intento de un control más estricto, pero en base a precios concertados a un nivel bastante superior al vigente en el acuerdo de 2013.

A partir de la devaluación de esta semana, desde la Secretaría de Comercio se apuntará a controlar que no existan traslados injustificados a los precios finales de bie-nes de consumo. En muchos casos, se evalúa que los aumentos del año pasado “anticiparon el impacto de la devaluación”. De todos modos, se descuenta que habrá presiones de los grupos empresarios por imponer nuevos ajustes y problemas en otras cadenas e insumos por retracción de la oferta, ante el temor que provoca la inestabilidad cambiaria y “ruidos” en la estructura de costos.