ECONOMíA › LAS PRESIONES QUE LLEVARON A LA DEVALUACION Y LOS MECANISMOS PARA CONTROLAR EL ATAQUE ESPECULATIVO
Historia de la devaluación del 24 de enero, las presiones y la estrategia para superar el ataque especulativo. Qué papel jugaron los bancos. Expectativas legítimas e intentos ilegítimos por quebrar al Gobierno. Una disputa que no terminó.
› Por Raúl Dellatorre
Desde adentro o fuera del Gobierno, estén a favor o en contra, todas las miradas de quienes siguen la evolución de las variables económicas apuntan, en estos días, hacia el Banco Central. El dólar y las reservas pasaron a ser “dos numeritos” que, a diario, generan tantas expectativas entre la gente común como las dos cifras que salen a la cabeza de la quiniela o la diferencia de puntos entre el primero y sus seguidores en los tramos finales del campeonato. Puertas adentro del viejo edificio de San Martín al 200 (que cruza la manzana hasta Reconquista), sin embargo, el clima es otro, al menos en estos días en los que aparentemente se recuperó la tranquilidad. El Banco Central coronó este viernes cuatro jornadas consecutivas de suba de reservas, por primera vez en el año, con una cotización del dólar en suave descenso en el mercado oficial, acompañado por una tendencia similar en el marginal o paralelo. Después de la traumática devaluación de enero, con algunos movimientos que supusieron además un cambio importante en el manejo monetario, se empieza a pensar con más calma en la evolución para los próximos meses de las reservas, el dólar, las tasas y otras cuestiones que le quitan todavía el sueño a más de uno, dentro y fuera del Gobierno. ¿Hay un cambio de mirada en la autoridad monetaria? ¿Cómo quedó la relación con los bancos, exportadores e importadores tras las últimas reformas en las políticas cambiaria y monetaria? ¿Cedió poder la conducción económica para negociar una salida a la crisis del peso? Algunos de los interrogantes empiezan a encontrar respuesta en ciertas medidas y lo que las propias autoridades les transmiten a los agentes económicos. Hay un mensaje que enviaron las autoridades y que todos los operadores cambiarios y financieros recibieron, aunque con diferente grado de aceptación según de quien se trate: “El Banco Central recuperó su poder de fuego, no va a cometer el error de volver a cederlo a quienes jugaron a la devaluación”.
Juan Carlos Fábrega llegó al Banco Central en noviembre para reemplazar a Mercedes Marcó del Pont, a quien ya había sustituido al frente del Banco Nación a propuesta de esta última. Esta vez, no se trataba de un cambio consensuado por ascenso de ambos, sino por la crisis provocada por un violento ataque cambiario que amenazaba a las reservas y había generado ya un descontrol en los precios internos que se movían atados al capricho del blue, genial creación de los grupos de poder económico para mellar al Gobierno. Entre el momento del cambio de autoridades y el de la devaluación brusca, del 26 por ciento en tres días (22 al 24 de enero), mediaron casi 60 días de intento de acelerar el ritmo pautado de corrección cambiaria.
Desde el cercano Palacio de Hacienda, alguien que siguió de cerca esos movimientos, e incluso participó de algunas decisiones, señala que “hubo un debate previo dentro del Gobierno acerca de si había o no atraso cambiario; lo que estaba claro es que había habido cierto retraso en los últimos años, con una inflación superior a la tasa de corrección cambiaria, pero en el último año también hubo una aceleración del ajuste del tipo de cambio que recuperó al menos parte del atraso, con un 32 por ciento de aumento del dólar a lo largo de 2013”, por encima de las estimaciones extraoficiales de inflación para el año. La misma fuente revela que “el problema ya no era de atraso cambiario, sino de expectativas y éstas, a la vez, dominadas por una corrida cambiaria contra las reservas que ponía en jaque la capacidad del Central de responder”. En ese marco, a mediados de enero se decide abandonar el cambio gradual por la devaluación de una sola vez.
“La discusión sobre el valor que se le iba a poner al dólar fue muy corta, pero las variables que se manejaban eran muy amplias –explica la misma fuente–. Con el paralelo a 12, y expectativas del sector exportador en 9,50 a 10, no era fácil hacer previsiones sobre el día siguiente. Cuando se lo consultó a Fábrega, éste respondió en términos sencillos: tiene que ser un valor de convergencia entre lo posible para la economía y lo que pueda ser sostenible para el Central; y dijo que ese valor era 8 pesos. Hubo muchos que pensaron que se quedaba corto, él insistió. No sólo impuso el precio, sino también el argumento oficial del “valor de convergencia”.
De inmediato se pusieron en juego otras variables: suba de tasas de interés, restricción a la tenencia de divisas por los bancos. “El esquema de tasas de interés en pesos del orden del 15 por ciento, con una inflación que el mercado estima cercana al 30 por ciento, y los bancos en capacidad de manejar el mercado cambiario, hacían insostenible el manejo cambiario cualquiera fuera el valor. Ponerle tope a la tenencia de dólares le permitió al Central recuperar un control que jamás tendría que haber cedido; todos los bancos estaban posicionados en dólares por arriba del 30 por ciento de su patrimonio neto, pero uno incluso, con títulos de compras a futuro, estaba arriba del 450 por ciento; se cubrían de una devaluación que podía venir, otros directamente jugaban a provocarla, levantando el precio del dólar en el mercado marginal y en el futuro. Si no se les quitaba ese arma, no había estabilidad posible”, confió la fuente.
¿Cómo reaccionarían los bancos y los exportadores frente a una devaluación menor a la esperada? La respuesta de los primeros llegó a los pocos días. A pesar de que tenían un plazo de varias semanas para liquidar sus posiciones en dólares, todos se apuraron en “adecuarse” al ver que los precios, sobre todo de los títulos a futuro, caían fuertemente, así que optaban por no arriesgar en una apuesta no tan atractiva. “El banco que estaba sobreexcedido en más de un 400 por ciento, fue el primero en liquidar títulos; vendió a mejor precio que el resto, porque lo hizo en la primera semana”, señala con una sonrisa la misma fuente. Los exportadores, en tanto, van lentamente empezando a soltar las liquidaciones que mantenían retenidas, convencidos de que la paridad cambiaria actual se prolongará por algún tiempo.
La estrategia que puso en juego el Central tiene un escenario de muy corto plazo (atendiendo la urgencia) y otro de menos corto o mediano plazo, que es el que empieza a resolverse a partir de ahora. El shock para lograr contener la corrida cambiaria y la presión por una devaluación mayor consistió, además de fijar el “valor de convergencia” y desdolarizar las tenencias de activos de los bancos, en descomprimir la demanda del público mediante una flexibilización de las normas para compra de divisas para atesoramiento por parte del público, con un costo muy inferior al que algunos imaginaban. Además del “acuerdo” con los exportadores cerealeros para que liquidaran durante febrero parte de las operaciones correspondientes a la última cosecha.
Tras estas primeras tres semanas posteriores a la devaluación, parece haberse logrado el primer objetivo: superar la emergencia. La recuperación de cierta estabilidad en la plaza cambiaria va acompañada, además, de cierta tendencia del mercado a ubicarse unos 20 centavos por debajo del valor de convergencia definido por las autoridades. Se equilibró, por ahora, la oferta y la demanda en el mercado mayorista –mucho tiene que ver haber dejado a los bancos fuera de la puja– y habrá que ver la evolución de las operaciones de comercio exterior en las próximas semanas.
Desde la apreciación de los especialistas en esta última materia, el impacto de esta devaluación se hará sentir positivamente sobre las exportaciones. Aseguran que no sólo las del rubro cerealero estaban demoradas. Por el lado de las importaciones, auguran una retracción de las compras y pagos al exterior por varias razones que confluyen: menos demanda interna, utilización de stocks de productos que se anticiparon a importar previendo una devaluación mayor, y el retorno al uso de mecanismos de financiación externa, que se habían dejado de lado también por las expectativas de devaluación. Lo que aparece como una situación insalvable es que continuará creciendo la cuenta de pagos al exterior por combustibles. De cualquier modo, el saldo final da favorable.
En cuanto a la política de intervención del Central en el mercado, la prudencia será el rasgo prevaleciente. Ante otros funcionarios del Ejecutivo, Fábrega sostiene que no tiene urgencias con las reservas. Tranquiliza a sus pares asegurando que se irán “recuperando despacito, sin hacer ruido”, como ocurrió esta semana, desde el martes. Para el Banco Central, la forma de mostrar fortaleza es una política activa y coherente en materia monetaria y cambiaria. “A Fábrega no le gustó nada tener que subir las tasas, pero si es necesario lo va a seguir haciendo hasta que logre consolidar el equilibrio monetario y cambiario. La política activa para sostener el nivel de actividad la mantendremos por vía de los créditos subsidiados direccionados”, acotó un alto integrante de una cartera vinculada con la producción.
En el Gobierno consideran que haber logrado superar la crisis cambiaria le dejó un rédito importante: ahora conocen quién jugó a derrumbar la política económica del Gobierno. La lectura es que por las expectativas de devaluación, hubo quienes buscaron defenderse de su impacto; pero hubo otros que agitaron el mercado intentando provocarla, buscando beneficios económicos y políticos. En los ámbitos de decisión política interpretan que estas intenciones no desaparecieron, y por lo tanto pueden volver a agitarse, pero confían en haber ganado experiencia en el uso de herramientas para enfrentarlas y en tener clara la identificación del rival. Es una disputa abierta, pero por mucho más que “un dólar competitivo”.
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