ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE CóMO IMPACTó LA DEVALUACIóN EN LOS HáBITOS DE COMPRA
La variación del tipo de cambio y la consecuente suba de precios forzaron a los argentinos a moderar el gasto y a ser más selectivos con las compras. Qué sectores se vieron más afectados y qué pasará de ahora en adelante.
Producción: Javier Lewkowicz
Por Emiliano Schwartz *
El consumo, factor central de la economía en la última década, cambiará sustancialmente en 2014. Era la “fórmula del éxito”: la inflación desestimulaba el ahorro e incentivaba al consumo, la prohibición de comprar dólares motorizaba los plazos fijos –con los cuales se financiaba el crédito barato– y la recaudación impositiva aumentaba para garantizar que la economía se mantuviera caliente. Pero todo lo bueno alguna vez se termina, como están comprobando en estos días los argentinos, algo sorprendidos porque ya no siguen rigiendo los fuertes descuentos en supermercados y tiendas de ropa, los planes de doce cuotas en electrodomésticos y los paquetes turísticos “subsidiados” y con financiación de hasta 24 meses. Estamos viviendo un cambio de paradigma: hay que empezar a olvidarse de los tiempos en los que el consumo era la locomotora de la economía.
Una de las primeras señales de que los argentinos han comenzado a moderar el gasto ya se advierte en los supermercados, donde los consumos se vuelven más selectivos y se vuelca a los changuitos una menor cantidad de productos. El año 2014 muestra un escenario aún más complejo en las góndolas. Una clara evidencia de esta percepción de los argentinos se refleja en que las personas ya no tienen demasiada precisión respecto de cuál es el precio que debería regir para un determinado producto.
Ocurre que la devaluación del peso desató fuertes subas de precios. Con el debut del nuevo Indec, el Gobierno admitió que en enero la inflación había sido del 3,7 por ciento. La suba del dólar impactó tanto en los supermercados como en las cadenas de electrodomésticos, al tiempo que elevó la cautela de los argentinos y los indujo a cuidar más el bolsillo.
Pero el enfriamiento del consumo no se observa solamente a la hora de llenar el changuito. También en las compras que durante los últimos años habían sido rubros estrellas del “modelo consumista”, como los electrodomésticos y la indumentaria, en los que se están observando fuertes caídas. También se está notando un enfriamiento en otras áreas emblemáticas del “ahorro consumista”, como los autos y viajes. Hasta el año pasado, había rubros que se mostraban particularmente fuertes en materia de consumo.
En el turismo, ayudaba el atraso cambiario y los planes de cuotas en pesos y sin interés. En cambio, en el caso de los vehículos se había llegado a un abaratamiento tal que, en términos de salarios, el precio de un 0 km tomado como referencia (VW Gol) equivalía a apenas unos ocho ingresos promedio cuando, hace tres años, ese indicador era de unos doce. Ahora el escenario es diferente, producto del fuerte encarecimiento de los distintos rubros.
Otro de los frenos que el consumo encontrará en 2014 tiene que ver con que este año se empezarán a notar promociones más acotadas en lo que hace a descuentos para compras con tarjeta. Los planes de pago se redujeron abruptamente. Las doce cuotas sin interés sólo sobreviven para algunas fechas y casos puntuales. Pero, en general, la tendencia es la de ofrecer seis. Esto, vinculado principalmente con el encarecimiento del crédito, producto de la suba de las tasas de interés.
La caída del consumo, entonces, es inevitable, pero aún está por determinarse su dimensión. Con la alta inflación, algunos bienes durables seguirán siendo vistos como refugio de valor para quienes puedan comprarlos. Pero en el caso del sector más representativo de esta tendencia, que es el de autos, se esperan caídas por las trabas a las importaciones y la fuerte suba de precios. Los sectores que se sostendrían son los relacionados con el consumo inelástico, es decir los vinculados al consumo más básico, como los alimentos y bebidas.
* Licenciado, investigador de Tomadato.
Por Ariel Setton *
Desde noviembre de 2013, se observaron nuevos rumbos en la política comunicacional, institucional y económica del Estado, que implicó en muchos casos una consolidación en las políticas implementadas en años previos y, en otros, una sistemática y continua búsqueda de normalización de aquellos asuntos pendientes en materia económica e institucional. En el ámbito económico se puede destacar la búsqueda de desincentivar el uso de dólares “no esenciales” como política de Estado –en un contexto de descenso sistemático de reservas internacionales–, tanto para turismo (con la suba de 20 a 35 por ciento del adelanto de pago a cuenta de impuestos a la AFIP) como para autos de alta gama (con el incremento de los impuestos internos). Asimismo, la devaluación y el reacomodamiento cambiario que acumularon un 22 por ciento sólo en enero y un 56,8 por ciento respecto de igual período de 2013 se muestran tanto como una búsqueda de mejorar la competitividad internacional como así también de disminuir el déficit de la balanza de servicios.
En el ámbito internacional, se terminaron de delinear las condiciones para dar cierre al conflicto con Repsol por la expropiación de 51 por ciento de las acciones de YPF mediante un acuerdo entre las partes y se avanzó en las negociaciones para normalizar la deuda argentina a través de un acuerdo de pago al Club de París, que en dos meses se abrirá de manera oficial.
Institucionalmente, se trabajó en un nuevo índice de precios –el Indice de Precios Nacional Urbano (IPCNu)–, que representa más fehacientemente los movimientos de precios que no capturaba el IPC-GBA y que se acerca mejor a las variaciones que se observan en la calle. Ese índice se dio a conocer por primera vez en enero de este año y mostró un incremento del nivel de precios a nivel nacional de 3,7 por ciento, en línea con lo relevado por distintas consultoras privadas, y que en febrero podría tomar valores similares o algo mayores.
En este contexto, la existencia de un nuevo índice de precios podría ser el primer paso para la normalización de las estadísticas públicas, proceso que tomará al menos un año y que requerirá de esfuerzos para demostrar el interés en realizar dicha normalización, que deberá corroborarse en los próximos meses, al ampliarse el impacto del ajuste del IPCNu sobre otros indicadores clave de la economía.
Contar con una serie de indicadores con probado sustento estadístico podrá ser positivo por múltiples razones, tanto políticas como económicas y en términos de confiabilidad, pero en especial podrá permitir mejores diagnósticos a los hacedores de política. Como consecuencia, se podrán establecer –y medir– de manera más precisa las medidas de política económica y su efectividad.
La creación del IPCNu no sólo debe tomarse como un sinceramiento de estadísticas, sino como el comienzo de un proceso que permita generar una nueva batería de herramientas de política económica, a utilizarse en el corto y en el mediano plazo. Con un objetivo inicial de normalización de los indicadores, se podría profundizar en nuevas políticas de estabilización de la macroeconomía, así como también la revisión de los planes de mediano plazo que generen políticas que acompañen los objetivos estratégicos de dichos planes que se encuentren en proceso de implementación.
Como un proceso más de mediano plazo, la normalización de las estadísticas públicas permitirá volver a contar –de a poco y bajo un constante cuestionamiento externo– con una voz única pública y oficial que represente de manera adecuada la situación económica y social y los movimientos en ésta.
El valor de 3,7 por ciento que tomó el IPCNu en enero, y un valor también elevado en febrero, posiblemente requiera de ajustes de los programas asistenciales, para que se mantengan sus niveles de efectividad en los estratos más bajos.
La efectividad final del cambio en la política económica de los últimos meses encontrará su éxito sólo cuando el aumento de precios no ahogue la mejora en los niveles de competitividad. Lo relevante parecería ser contar con una buena medición y una visión conjunta del proceso, que eviten exigencias y desajustes que no sean necesarios.
* Licenciado en Economía,docente de la Universidad de Buenos Aires e investigador. @arisetton
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