ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO
› Por Alfredo Zaiat
El efecto inmediato de una devaluación brusca es un aumento acelerado de precios y una transferencia de ingresos a grandes atesoradores de dólares y exportadores. El shock del primer trimestre del año es una prueba contundente de que el mercado cambiario es una de las principales fuentes de las tensiones inflacionarias en la economía argentina. El sonoro silencio en estos meses del nutrido grupo de economistas ortodoxos y heterodoxos conservadores es sugestivo. Dejaron de mencionar a la emisión y al gasto público como responsables de la inflación. ¿No será que esos dos motivos no han impulsado el alza de precios en estos años? La respuesta negativa no la pueden considerar porque se les derrumbaría su línea teórica argumental. Se enfrentarían a un conflicto existencial. Nunca dejarán que la realidad los distraiga de sus certezas.
Además del fuerte aumento de precios que provoca una pérdida del poder adquisitivo de los sectores con ingresos fijos hasta que pueden recuperarlo con aumentos posteriores (paritarias, aumento de jubilaciones y asignación universal), algunos sectores económicos obtienen una ganancia extraordinaria por la devaluación. El beneficio a los exportadores del complejo agrario es conocido porque con una paridad cambiaria más elevada reciben más pesos por los mismos despachos al exterior. La retención de cosecha sin vender equivalente a 4000 millones de dólares tuvo una valoración adicional de 8000 millones de pesos por el salto que describió el tipo de cambio. Este es el cálculo conservador porque si se considera que la cosecha 2013 fue casi 15 por ciento superior a la anterior, el sector no ingresó por lo menos 8000 millones de dólares, que eleva a 16 mil millones de pesos la renta extraordinaria por la devaluación. Pese a esa ganancia sus voceros mediáticos ya están adelantando que quieren una segunda vuelta devaluatoria en el segundo semestre. Si bien no hay inmunidad, existe un antídoto fresco por los costos socioeconómicos de la última devaluación.
Esa sustancial mejora patrimonial obtenida por una medida cambiaria es la cuantificación de lo que se menciona como transferencia de ingreso regresiva debido a una devaluación. Otro sector que ha contabilizado una renta adicional es el integrado por los grandes atesoradores de dólares, que no son pocos. Aumentaron el poder adquisitivo medido en pesos de sus ahorros en dólares, obteniendo un importante efecto riqueza. Existe otra actividad que ha registrado una ganancia extraordinaria por la última devaluación: el sistema financiero.
La utilidad de enero pasado es abrumadora: 10.149 millones de pesos. La de un mes ha sido un tercio de la contabilizada en el último año y casi igual a la de todo 2010.
La sobrevida de la banca es asombrosa, como queda en evidencia a nivel internacional luego de la debacle de 2008. En Argentina, luego del corralito que generó un repudio social masivo hacia los bancos, el sistema ha tenido una recuperación notable. El recorrido de la evolución de las ganancias anuales después del pago del Impuesto a las Ganancias revela el desempeño extraordinario que ha tenido la banca. Después de tres años con quebrantos (2002-2004), anotaron los siguientes saldos positivos, en millones de pesos:
Como se mencionó, en enero de este año la ganancia contable fue de 10.149 millones de pesos.
Para alcanzar semejante resultado en apenas un mes los bancos tuvieron que acumular sumas importantes de dólares y activos dolarizados, cuando el grueso del flujo de negocios habitual de depósitos y préstamos lo tienen pesificado. Los bancos fueron acumulando activos dolarizados y la estrategia para valorizarlos fue especular con una devaluación. Fue lo que hicieron hasta conseguirla. La resistencia del Gobierno fue vencida de ese modo luego de 78 meses de corrida permanente, y el logro relativo del equipo económico en ese escenario desfavorable fue poder clavar la paridad en 8 pesos, cuando la presión de un grupo de bancos era subirlo primero a 10 pesos y luego a 14 pesos. En un par de dependencias de la administración central observaron en esos días turbulentos una participación muy entusiasta de los bancos Macro, Citi, HSBC y BBVA Francés para obligar a esa megadevaluación. Luego de evitarla, pero sin poder eludir un fuerte ajuste cambiario, recién a comienzos de febrero el Banco Central obligó a desdolarizar la cartera de las entidades, al restablecer el límite para la Posición Global Neta (PGN) positiva de moneda extranjera que deben verificar las entidades (Comunicación “A” 5536), en un monto equivalente a 30 por ciento de la Responsabilidad Patrimonial Computable (RPC) del mes anterior o los recursos propios líquidos de dicho mes, lo que fuere menor. Introdujo también un nuevo límite para la posición a término positiva de moneda extranjera de los bancos en un nivel igual al menor valor entre 10 por ciento de la RPC y de los recursos propios líquidos del mes anterior.
En esta misma columna (“Datos duros”, 15 de marzo pasado) se detalló el comportamiento de un sector productivo clave en la provisión de divisas: los exportadores de soja y cereales. Este fue un sector que motorizó la devaluación con la desaceleración de la liquidación de dólares. Mientras, los bancos fueron acumulando activos dolarizados para desplegar sus herramientas especulativas para forzar el ajuste cambiario. Esa conducta quedó ahora reflejada en sus balances que difunde en forma consolidada el Banco Central.
El shock inflacionario junto a las rentas extraordinarias de bancos y del complejo exportador agrario debería inducir a una mayor prudencia a promotores de la devaluación, que tienen el privilegio de ser la voz dominante en el debate económico.
El Informe sobre Bancos de enero pasado es un aporte esclarecedor para corroborar en términos cuantitativos el fabuloso beneficio que significó para las entidades financieras la devaluación. En la categoría “Diferencia de cotización” en el cuadro de resultado se anota una ganancia de 9737 millones de pesos, cuando en enero de 2013 había sido de 427 millones de pesos. La aceleración del ajuste de la paridad en los meses anteriores ya había elevado la utilidad en ese renglón del balance, al contabilizar en noviembre 1492 millones de pesos y en diciembre 2538 millones. O sea, en el período noviembre-enero la ganancia total de los bancos ascendió a 13.767 millones de pesos por la devaluación.
En la presentación del Informe sobre Bancos, el BCRA no hace mención al impacto de la devaluación en el balance de las entidades. Señala en su primer párrafo que “la actividad bancaria tuvo un desempeño moderado en el inicio de 2014, en línea con los factores estacionales que caracterizan al período estival”, indulgente definición para un enero que tuvo un evento cambiario perturbador de la estabilidad económica.
El ciclo político del kirchnerismo ha avanzado en varios frentes en materia de regulación, control e incluso desplazamiento de operadores privados por el Estado en áreas clave de la economía, como en el petrolero con la estatización de YPF. En el financiero se destacó la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central, que fue un cambio sustancial en el ordenamiento del sistema y para la recuperación de manos de los privados de un organismo clave de la gestión económica. Está pendiente una regulación y control más intenso sobre la banca para, si bien es imposible anular los movimientos especulativos, minimizar el factor perturbador de su accionar en el mercado.
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