ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
Los protagonistas del mundo financiero tienen la virtud, fortalecida por la impunidad del poder, de no avergonzarse de sus conductas. Las disfrazan con argumentos técnicos, económicos y hasta morales, pero sólo tienen el motor de la codicia. El contenido de los informes de consultoras de la city o de bancos de inversión tiene el sesgo necesario de acuerdo con la posición financiera-bursátil de sus autores o dueños. Es una práctica conocida en el mercado, pero que no es revelada porque atentaría contra ese halo de profesionalidad de simples especuladores. En estos días hubo un acontecimiento que alteró ese funcionamiento naturalizado por el mercado debido a que fue muy básico, demasiado obvio. El ex secretario de Finanzas Guillermo Nielsen, que junto a su entonces jefe, el ministro de Economía Roberto Lavagna, cometió el error financiero de adicionar el Cupón PBI en la oferta de canje de la deuda en default, irrumpió con entusiasmo para decir que pese al cambio de base en el cálculo del PBI, igual habrá que pagar esa carga millonaria a fin de este año. No tuvo el acompañamiento de sus colegas de la city; más bien refutaron esa posición.
Puede ser que muchos de ellos no acumulen en su cartera de inversión el Cupón PBI y sí bonos de deuda. El no pago aliviaría la exigencia sobre las reservas del Banco Central para pagar los vencimientos. Todo es posible en la mesa de especuladores. Pero la audacia de Nielsen para forzar la interpretación del prospecto de emisión fue criticada hasta por grupos financieros y economistas que no tienen ninguna simpatía con el Gobierno, y no les disgustaría que se vacíen las reservas para confirmar la crisis que desean. Lavagna tuvo en cambio la prudencia del silencio.
Ese tipo de conductas reflejadas en expresiones o acciones políticas con impacto económico negativo para el interés colectivo ya tienen una definición popular de mediados de la década del ’30, divulgada por Arturo Jauretche en el periódico Señales. Grupos de economistas que antes eran asesores del sector privado, después de pasar por la función pública, volvieron a sus trabajos originales o a revistar en la plantilla de organismos internacionales. Ese trayecto se conoce como la “puerta giratoria” de representantes de los intereses del poder económico. Algunos casos son emblemáticos:
n Abogados vinculados con la dictadura militar y economistas que fueron funcionarios en las privatizaciones de los noventa litigan contra el país en el Ciadi, representando a empresas trasnacionales.
n Un secretario de Financiamiento durante la gestión de Roque Fernández al frente del Ministerio de Economía fue uno de los organizadores de la venta a precio ganga del Banco Hipotecario, y a los dos meses de dejar el cargo pasó a ocupar la presidencia de la entidad privatizada.
n Un director del Banco Central que terminó de convalidar la deuda externa de la dictadura luego fue protagonista de la firma de Argentina del plan Brady, para recalar en la firma financiera de Nicholas Brady al terminar la faena, regresando al Estado para ser partícipe del megacanje.
El cupón PBI diseñado por la dupla Lavagna-Nielsen paga una determinada cantidad de dinero cada año sólo si el año anterior el PBI crece más que un determinado porcentaje (3,22 por ciento). El pago no es una suma fija, sino el acumulado de crecimiento del PBI a lo largo de los años que supera a cierto crecimiento acumulado base prestablecido.
Así el aumento de esos pagos se vuelve exponencial. Otro detalle del cupón es que el monto a pagar tiene el tope del total de la quita del capital del canje de la deuda en default (de 35.000 a 40.000 millones de dólares). El economista y director del MBA de la Universidad CEMA, de orientación ortodoxa, Sergio A. Pernice, publicó en Ambito Financiero “Cupón fue mal diseñado (y con valor inicial cero)”. En la conclusión afirma que “irónicamente en este caso el Gobierno está en lo cierto al declarar un crecimiento menor al valor gatillo de 3,22 por ciento. El problema no está en la declaración del Gobierno. El problema, en este caso, pasa por no haber sido prolijo técnicamente al diseñar el cupón. Pasa por haber diseñado un instrumento que bajo ciertos escenarios (que después se verificaron) inevitablemente generarían conflictos de intereses”.
Otro informe de circulación restringida entre empresas descarta la interpretación Nielsen. Explica que el PBI base es una proyección del PBI real establecido por el Gobierno para el período 2005-2034. El cambio de base implica cambiar ese PBI base en el prospecto de emisión de los cupones. Este especifica valores (en base 1993) para cada año hasta el 2034, y establece la variación que debe superarse cada año para gatillar el pago. Afirma que, según el prospecto, el cambio de base se hace aplicando una regla de tres simple, y que la variación no cambia de un año a otro: “Sigue siendo 3,22 por ciento”. Menciona que Nielsen sostiene que esa regla de tres simple debe hacerse sobre las variaciones, entonces el número que gatilla el pago ya no sería 3,22 por ciento, sino 1,38 por ciento. “Sin embargo, esto no se condice con la interpretación textual y literal del prospecto de emisión de los bonos con cupones PBI”, que en inglés dice:
If in any year, the year of base prices for calculating Actual Real GDP is changed by INDEC, the Base Case GDP will be adjusted accordingly. For example, if Actual Real GDP for 2006 with 1993 prices is X, and with 2000 prices is Y, then the Base Case GDP = Base Case GDP as per chart above multiplied by a fraction, the numerator of which is Y and the denominator of which is X.
En ese sentido, el último reporte de la agencia Quantum finanzas-Econométrica señala que el ministro de Economía (Axel Kicillof) presentó el dato de crecimiento para el año 2013 con la nueva base 2014, y que el dato fue de 3 por ciento, por debajo del 3,22, por ciento necesario para gatillar el pago del cupón en 2014. Menciona que el Indec no informó el crecimiento de 2013 con base 1993, sino que directamente publicó el dato en base 2004. Por ese motivo considera que “es muy audaz” con esta información, tanto comparar el 4,9 por ciento de crecimiento anunciado para el EMAE en febrero y el 3 por ciento, como determinar que el cupón “debería pagarse debido a que se cumple con el crecimiento mínimo estipulado cuando se comparan ambos a la luz de las cláusulas de emisión”.
Otro especialista de la city, bajo el seudónimo Miguel Olivera, escribió en su blog Exabruptos que “a mi juicio, de economista y no de abogado, la interpretación alternativa (la de Nielsen) está prácticamente vacía de intuición económica. Y, además, plantea demandas de cálculo que no tienen sentido o son impracticables. La interpretación convencional, en cambio, además de sentido económico es consistente con el contexto de la reestructuración de la deuda”. Concluye entonces que el cupón no se tiene que pagar.
La posición de Nielsen no reúne consenso entre sus pares de la city que la demolieron técnicamente con sutilezas, con el suficiente cuidado para no ser asociados injustamente con la resistida letra K. Pero esa movida del ex embajador en Alemania del primer gobierno de CFK fue efectiva en generar ruidos en el mercado para provocar un rebote en los precios de los cupones luego de una caída del 50 por ciento. Fue un buen momento para reducir al menos un poco las pérdidas o fue útil para facilitar el terreno de nuevos juicios contra Argentina.
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