Dom 11.05.2014

ECONOMíA  › DE VIDO HACE UN BALANCE DE LOS DIEZ AÑOS DEL PLAN ENERGETICO

“Si no hay quien consuma, es un autoabastecimiento trucho”

En una entrevista exclusiva, el ministro de Planificación explica cómo el plan ejecutado desde el gobierno de Néstor Kirchner cumplió sus objetivos. Señala que YPF se expropió “en el momento justo”. Qué es lo que se puede esperar en materia de tarifas y subsidios.

› Por Fernando Krakowiak y
Raúl Dellatorre

Hace hoy exactamente diez años, el gobierno de Néstor Kirchner lanzaba su primer plan energético quinquenal, un ambicioso compendio de inversiones para empezar a reparar los baches de infraestructura que había dejado una década de gestión privada del sector. “El déficit ya estaba, era un esquema de autoabastecimiento trucho, basado en la reducción de la actividad económica”, sostiene Julio De Vido, ministro de Planificación, al recordar el cuadro de situación de entonces. En una entrevista exclusiva con Página/12, el responsable de su elaboración, y de su ejecución después, repasa el plan que, asegura, cumplió sus metas y se consolidó en 2012 con la Ley de Soberanía Hidrocarburífera, por la que se expropió YPF. “Una decisión en el momento justo”, señala De Vido, rechazando que pudiera haberse tomado antes. Y que asegurará, dice, recuperar el autoabastecimiento energético en 2019.

–A diez años del lanzamiento del plan energético, ¿cuáles son las cuestiones que todavía están pendientes?

–Cuando Néstor Kirchner lanzó el plan energético, hizo un discurso muy sintético donde definió los objetivos y ejes estructurales a desarrollar durante diez años. Lo verdaderamente relevante es que ese plan se cumplió y en Argentina eso constituye todo un hecho histórico. Tenemos que recordar cuál era la situación. En 2003, cuando nos hicimos cargo, no había un solo plan sobre cómo encarar la profunda crisis que existía, por ejemplo, en el sistema de transporte de energía. Ese era uno de los problemas más críticos que teníamos. El país era exportador neto de energía, pero con un 54 por ciento de la población bajo la línea de pobreza, con el 27 por ciento en la miseria, con 23 por ciento de desocupación y con casi medio millón de industrias cerradas. Era un autoabastecimiento trucho. No se puede hablar de autoabastecimiento cuando no hay quien consume.

–Pero se pasó del “autoabastecimiento” a una situación de déficit energético.

–El déficit ya estaba: estaba en lo social, en lo laboral, en lo industrial. Era un esquema de autoabastecimiento trucho basado en la reducción de la actividad económica. Incluso exportaban gas a Chile a 2 dólares el millón de BTU y los mismos actores, con nombres distintos, lo vendían en Santiago a 29 dólares.

–El punto de partida está claro, pero ¿cuál era el objetivo?

–El objetivo era que las empresas volvieran a invertir y al mismo tiempo integrarse con Latinoamérica para generar procesos de seguridad energética. Porque, si bien éramos exportadores netos, en invierno nos faltaba combustible. Eso lo plantea el presidente Kirchner en su discurso de 2004, donde le agradece a Venezuela los primeros envíos de combustible, que conseguimos en condiciones extraordinarias de financiamiento. Además, cambiábamos ese combustible por nichos de mercado para cosechadoras, tractores y otros productos. Intercambiábamos 150 millones de dólares y hoy intercambiamos 3000 millones. Néstor Kirchner también creó la empresa Enarsa para tener una herramienta del Estado que nos permitiera invertir en generación eléctrica, porque ya veíamos que iba a haber problemas de generación. De los 8000 megas (Mw) que incorporamos al sistema en estos años, Enarsa explota en la actualidad 2500 megas, que es casi lo que genera Yacyretá. Se habla de que Enarsa fracasó, pero es una herramienta estratégica invalorable y es ciento por ciento del Estado nacional. En ese acto de 2004, Néstor Kirchner también anunció el reinicio de las obras de Yacyretá y Atucha II, que estaban paralizadas.

–¿Y con respecto a las empresas privadas?

–El plan le abrió una posibilidad a todo el mundo. A las empresas privadas les dio la chance de invertir, en primer lugar para abastecer el mercado argentino, pero también para exportar. Algunas firmas no lo hicieron. Por eso, cuando se rompe la lógica del exportador neto y pasamos a ser importadores, en 2011, la presidenta Cristina Fernández lanza la Ley de Soberanía Hidrocarburífera, para recuperar YPF y con ello la posibilidad de lograr el autoabastecimiento perdido. En los términos de la política que llevaba adelante Repsol, ese objetivo era inalcanzable porque se había transformado en una empresa de especulación financiera. En general, las petroleras presionan para tener las mejores condiciones para sus productos en todos los países del mundo e intentan imponer los costos de los países centrales a los países en vías de desarrollo a través del import parity (paridad de importación, o el costo de traer el crudo del exterior). No-sotros no entramos en esa lógica. Para nosotros, el petróleo y el gas se deben basar en el costo argentino más una rentabilidad razonable. Las petroleras siempre presionan, pero tratan de producir lo más posible. Repsol tenía un objetivo totalmente inverso.

–¿La decisión de expropiar YPF no se debería haber tomado antes?

–No, la decisión se tomó en el momento justo y sólo se pudo tomar en el marco del plan energético que lanzó el presidente Kirchner en 2004. Cristina toma la decisión estratégica al detectar que íbamos hacia un esquema crónico de desabastecimiento del mercado y eso iba a generar una quiebra del modelo. Una buena medida nunca es inoportuna en el tiempo. Las que sí son inoportunas son las malas medidas y una mala medida fue la desnacionalización de la empresa cuando se la vendió a Repsol. El grave problema de YPF arranca con la dictadura y luego con la pésima gestión de Jorge Lapeña al frente de la Secretaría de Energía durante el gobierno de Alfonsín, que es quien deja preparada a la empresa para la desnacionalización que concretó Carlos Menem.

–También hay casos, como los de los accionistas de Edesur y Edenor, que no invirtieron lo suficiente, como se vio en los cortes de diciembre.

–Fui muy duro con las distribuidoras, pero la verdad es que más allá de las críticas al manejo de la crisis que hice en enero, cuando muchos de los dueños de las empresas estaban de vacaciones, está claro que se registraron temperaturas en continuidad y picos que no estaban medidas en la historia del Servicio Meteorológico Nacional. Igual, los contratos no contemplan que ante una ola de calor se pueda cortar la luz. Sobre esa base actué y puse 300 millones de pesos de multas. Pero nosotros no nos arrepentimos ni de los subsidios ni de los costos competitivos de la energía, porque ahí está la base del crecimiento y el desarrollo de la economía.

–Usted los amenazó con sacarles la concesión.

–Es una posibilidad que se dio en ese momento. Ahora estamos trabajando en una serie de obras y en la convergencia tarifaria a nivel nacional, porque en las provincias también hay problemas, y nosotros sólo somos autoridad de regulación para el área metropolitana. Por eso hicimos un acuerdo que firmaron 21 provincias. Sólo faltan Santa Fe y San Luis. Calculo que San Luis va a firmar en los próximos días. Santa Fe está más remisa a la firma. Tienen tarifas altísimas que le quitan competitividad a su propia industria. Nosotros ofrecimos ir hacia la convergencia tarifaria. Congelar tarifas a cambio de un plan de obras para potenciar el transporte y la distribución, como firmamos con el resto de las jurisdicciones, y avanzar con la sintonía fina a nivel de los subsidios.

–¿Va a haber un anuncio inminente de quita de subsidios?

–No tengo un cronograma, pero está firme la decisión de avanzar con esa política.

–¿La quita gradual de subsidios para la electricidad no se anunció cuando se lo hizo para el agua y el gas porque primero se quería avanzar con la convergencia?

–En parte por eso, pero también hay que tener en cuenta que en el caso del agua era una tarifa muchísimo más baja que en el resto del país y el gas es el servicio que llega al menor universo de usuarios, normalmente a familias de mayor poder adquisitivo, mientras que la luz es un servicio universal. Hay casi 20 millones de usuarios de luz eléctrica en todo el país y en el caso del gas no llegan a 10 millones. Hay un impacto diferente. La Presidenta en esto es absolutamente cuidadosa, precavida, y no quiere ver perder ventajas comparativas ni ver afectado el consumo. Lo que está subsidiado finalmente va directo al consumo. Es lo que la gente gasta, por ejemplo, en el supermercado y en las vacaciones.

–¿Cuáles son los riesgos que tiene el plan energético de acá al futuro?

–Tenemos exégetas de nuestro plan energético, críticos pero sin un plan alternativo. Nosotros tenemos un plan. Estamos conmemorando la fecha de lanzamiento. Estamos contentos de haber cumplido ampliamente con Néstor Kirchner. La Presidenta le ha agregado un plus fuertísimo, casi un nuevo plan, con la recuperación de YPF, pero lo que no hay son propuestas alternativas. El único plan de la oposición es criticarnos a nosotros. Creo que algunos tienen un plan, pero es inconfesable. No lo pueden decir porque si lo dijeran no sacarían ni un voto. El soberano es el que tiene que elegir y hay que tener memoria. Cuando uno escucha a miembros del sector financiero decir que la solución de los problemas es reducir el gasto y la inversión pública, evidentemente están diseñando la Argentina de los ’90 que nos llevó a diciembre de 2001.

–¿Hay un sector empresario aliado del Gobierno en esta política?

–Hay sectores empresarios que han entendido la lógica de este proceso. Nosotros somos respetuosos. Fijamos reglas del juego claras y el que quiere ocupar un lugar lo ocupa y cuando no lo ocupa, se hace cargo el Estado.

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