Mié 02.07.2014

ECONOMíA  › OPINIóN

Lucidez y dignidad

› Por Ricardo Aronskind *

Los fondos buitre están desplegando todas sus armas para someter a la Argentina y obtener las máximas ganancias posibles de la situación en las que nos han metido los sucesivos fallos de los tribunales estadounidenses. Cuentan para ello con el propio juez de la causa, con la lentitud de reflejos del sistema financiero global (que no advirtió ni presionó suficientemente para frenar un fallo tan desafortunado para la gobernabilidad del sistema) y con los medios de comunicación “especializados” de los países centrales, en los cuales es un lugar común el denostar a la Argentina, falsificar la historia económica de nuestro país, y presentarnos colectivamente como vulgares delincuentes a los que corresponde castigar. Incluso cuentan los buitres con actores políticos, económicos y mediáticos locales, que encuentran en los fondos especulativos unos aliados valiosos para su propia política de atacar y debilitar el actual modelo de autonomía nacional.

El Gobierno ha decidido hacer el máximo esfuerzo por desbaratar la patraña de “Argentina país no pagador”, utilizando en forma intensiva todas las posibilidades de comunicación global para enfrentar la campaña de desprestigio financiada por los buitres, pero también difundida por la “comunidad financiera internacional” que no soporta que el crecimiento del país en la última década haya literalmente prescindido de la “ayuda” de las finanzas internacionales.

Argentina paga: es la forma más concisa de comunicar, pero también de hacer. La decisión de efectuar anticipadamente el pago al 92,4 por ciento es un fuerte gesto en ese sentido, destinado a desbaratar la leyenda negra que se intenta construir sobre el país y cuyo objetivo es debilitarlo para que este caso aberrante sea mejor tragado a nivel global, y pueda ser presentado como un escarmiento a los “revoltosos”. Resulta que los bandoleros globales intentan convencer al planeta de que ellos han sido timados por la Argentina. Movilizan para ello todos los prejuicios existentes, y hasta cuentan con los relatos de autoodio de ciertos medios argentinos. Al mismo tiempo, ese 92,4 por ciento, que aceptó la reestructuración y permitió el alivio necesario para retomar el crecimiento, se ve perjudicado por los que nunca quisieron ningún acuerdo, y que ahora también les impiden cobrar lo que corresponde. Si todos hubieran sido buitres, Argentina aún estaría en estado de coma o habría repudiado su deuda externa.

Nuestro gobierno no está dispuesto a regalar el patrimonio nacional, y por lo tanto no va a “ir a lo del juez, y hacer lo que el juez diga”, como ha propuesto el candidato más antinacional con que cuenta el espectro político argentino. Firmar hoy con los buitres es habilitar el reclamo de más de 100.000 millones que podrían realizar los bonistas que ya arreglaron sus cuentas con el país.

En esta negociación en curso, en la cual los buitres están maximizando todos los instrumentos de presión, Argentina aún no ha desplegado todas sus fuerzas y potencialidades. Recién se está desperezando América del Sur, pero falta empezar a concretar formas más específicas de repudio a las acciones de la arbitraria “Justicia” norteamericana, que parece contar con un apoyo silencioso de factores más importantes.

Se observan, también, en diversos países centrales, crecientes voces que toman conciencia de la aberración cometida y piden rectificaciones. Es fundamental encarar la batalla por la opinión pública global, porque será en marco en el cual continuará la pulseada con los buitres. Y al mismo tiempo, deberemos mantener el orden y la cohesión en el frente interno, ya que ese es otro instrumento que podrían usar los buitres para “asustar” a los argentinos, con rumores y acciones generadas por los propios actores locales.

El fenomenal zafarrancho legal que empieza a armar Griesa, con su omnipotencia delirante de juez neoyorquino, ayudará a una toma de conciencia general sobre la necesidad de reencauzar la barbarie encarnada en las prácticas del peor capital financiero. Para más adelante, cuando hayamos superado este desafortunado suceso, quedarán algunas lecciones fundamentales, para los argentinos que queremos un país plenamente soberano: nunca jamás endeudarnos salvo para impulsar emprendimientos productivos que mejoren nuestra inserción global y definir desde nuestros propios intereses las plazas en las cuales se radiquen eventuales conflictos judiciales con terceros países.

Argentina no puede estar sometida al manoseo de jueces que no son capaces de entender de qué se trata una reestructuración de deuda soberana. Haber llegado hasta aquí nos obliga a repensar todas las dimensiones en las que se debe expresar la soberanía nacional.

* Economista UNGS.

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