ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
La Bolsa de Comercio informó que el jueves pasado el monto total operado durante la jornada fue de 1632 millones de pesos, de los cuales 188 millones se negociaron en acciones y el resto en títulos públicos. Los financistas fueron a trabajar el día del paro convocado por una facción de la CGT. La AFIP detalló que se efectivizaron 2573 operaciones de compra de dólares ahorro a la cotización de 10,10 pesos por unidad por un monto de 14,1 millones de pesos, equivalente a 1,7 millones de dólares. Ese monto fue bastante más bajo que en jornadas anteriores de este mes, pero igual hubo trabajadores en relación de dependencia que decidieron comprar dólares pese a la convocatoria al paro. El Banco Central precisó que la suma transada por el Mercado Unico de Cambios totalizó 173 millones de dólares, mientras que en el Mercado Abierto Electrónico, 11,7 millones. También fueron montos menores de otras sesiones, pero exportadores e importadores estuvieron en la plaza cambiaria. En tanto, en el segmento de los contratos a futuro con el dólar se definieron operaciones por un total de 515 millones de dólares. A un ritmo no tan intenso como en jornadas de actividad a pleno, en la city hubo movimiento financiero, bursátil y cambiario pese a la huelga y piquetes. Fue esclarecedor entonces el título del portal de Ambito Financiero: “El blue, de paro”, informando que no hubo operaciones y la cotización no registró variaciones de los 14,38 pesos del día previo.
El desarrollo de los negocios de la city del jueves último es un indicador ilustrativo de la dimensión cuantitativa en la comercialización de divisas por fuera de los canales legales. Es marginal, como se definen a esas operaciones. En jornadas normales, la insignificancia de los montos transados en ese segmento cambiario queda confundida por el giro global. El día del paro la dejó en evidencia. Esa poca relevancia en cuanto a las sumas involucradas en transacciones informales tiene en cambio una muy fuerte influencia en la construcción de expectativas económicas y políticas, y en el impacto sobre precios de algunos bienes y de activos financieros.
Las características del negocio del denominado dólar blue son conocidas más allá de que cuando sube su cotización es informada en forma deliberada junto al estado del tránsito y las perspectivas climáticas por gran parte de los noticieros cada treinta minutos. Montos reducidos y una inmensa capacidad de generar incertidumbre económica. En diferentes momentos políticos desde la recuperación de la democracia, variables financieras actuaron con la pretensión de disciplinar a los gobiernos de turno. Durante el alfonsinismo fue el dólar y la tasa de interés; en el menemismo, el vaivén de los precios de acciones y bonos en la Bolsa; en la gestión de De la Rúa fue el índice riesgo país; y, desde 2012, en el segundo gobierno de CFK es el dólar blue.
Con esos antecedentes de ciclos políticos pasados y conociendo los rasgos peculiares del funcionamiento del mercado informal, cuyos efectos perturbadores están muy presentes por la crisis de fines del año pasado que derivaron en la brusca devaluación de enero, el equipo económico (el ministro Axel Kicillof y el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega) ya adquirieron la experiencia necesaria para no tener que estar corriendo nuevamente detrás de la cotización del blue. Eso está pasado ahora en la plaza cambiaria por descuidar o minimizar ese frente en medio de un conflicto de envergadura con fondos buitre, que se despliega en ámbitos judiciales y de la política internacional pero también en el campo financiero.
El funcionamiento de la plaza cambiaria no puede quedar en manos del sector privado, formal e informal, si el objetivo oficial es manejar la paridad en términos de competitividad de la economía al tiempo de querer reducir la brecha cambiaria. Subir rápido escalones de la paridad cambiaria tiene como efecto la generación de expectativas de una mayor devaluación futura, con resultados indeseados: más compra de dólares por especulación, adelanto de compras para importaciones y retención de liquidación por exportaciones.
El Banco Central había recuperado el control del mercado cambiario luego de la devaluación de enero subiendo la tasa de interés y obligando a los bancos a disminuir sus tenencias de activos dolarizados. El BC tiene diferentes herramientas monetarias (segmentación de la tasa de interés para inversión financiera y para financiar consumo e inversiones productivas), financieras (emisión de deuda vía letras), cambiarias (contratos de dólar futuro y estrategias con el tipo de cambio) y regulatorias (sobre entidades financieras y exportadoras) para retomar el control del mercado. El equipo económico cuenta además con el Banco Nación y la Anses para intensificar el poder de fuego.
Un mercado financiero y cambiario tan pequeño en términos relativos como el de Buenos Aires deriva en desmesuras si el ritmo lo va definiendo la banca & asociados. Con el Banco Central, el Banco Nación y la Anses la gestión económica tiene las suficientes armas para ordenar el mercado cambiario. Si bien la escasez de divisas marca límites para una intervención amplia y contundente, pretender transitar un escenario de tensión cambiaria con un pacto de buena convivencia con el sistema financiero revela ingenuidad aunque se conozca toda la burocracia de las resoluciones bancarias. El Central tiene que conducir al mercado, no compartir con los banqueros la estrategia de administración del sistema. La línea gerencial de la autoridad monetaria tiene que controlar más que buscar la colaboración amigable de los banqueros.
El Banco Nación es la principal entidad financiera con capacidad también de influir en la definición de las tasas de interés, del mismo modo que en la plaza de títulos públicos. Por su parte la Anses tiene el más grande fondo de inversión institucional del mercado doméstico con el Fondo de Garantía de Sustentabilidad del Sistema Integrado Previsional Argentino. A fines de junio acumulaba 410 mil millones de pesos en diferentes activos financieros. El 64,2 por ciento de esa cartera (256 mil millones) está compuesto por títulos públicos y obligaciones negociables, o sea que tiene una capacidad significativa para intervenir en la plaza de bonos donde se definen las cotizaciones del denominado “dólar Bolsa” y el “contado con liqui”, valores que actúan de referencia para el dólar blue. Además de publicitar que el valor del FGS tuvo una tasa de crecimiento interanual del 50 por ciento, la Anses tiene su mesa de dinero para ser un actor relevante del mercado con el objetivo de evitar perturbaciones cambiarias que luego terminan afectando el poder adquisitivo de la población con ingresos fijos, entre ellos los jubilados. La habilidad se encuentra en intervenir antes que suban esas cotizaciones, no luego para bajarlas, como sucedió el viernes pasado.
Recuperar el control del mercado de cambios vía el poder de intervención cuantitativo, para la cual el gobierno cuenta con el Banco Central, Banco Nación y Anses-FGS, tiene que estar al servicio de ordenar las expectativas de los agentes económicos sobre el valor del dólar. La participación de esas entidades oficiales en forma aislada tiene menos chance de ser efectiva. Todas juntas articuladas para intervenir con fuerza para influir sobre las expectativas cambiarias no garantizan el éxito, pero la posibilidad es mayor.
Si el objetivo del equipo económico es tratar de reorientar las expectativas sobre el tipo de cambio y frenar la corrida, para seguir con una política económica expansiva en la actual fase recesiva del ciclo, es esencial no quedar atrapados en la especulación de los privados. Se sabe que el dólar es una variable política, además de económica y financiera. Por ese motivo un proceso especulativo sobre el tipo de cambio puede derivar en exuberancias, como en muchos otros casos locales e internacionales, por lo que se requiere de una activa participación oficial para neutralizarlas. No colabora en ese sentido continuar con una política de mini devaluaciones porque, en un contexto de escasez de divisas (demanda por importación de combustible y caída del precio internacional de la soja, además de pagar deuda con reservas), conflicto con los buitres y construcción de expectativas a través del segmento blue, deriva en que el mercado (empresas, exportadoras, financistas) apuesten a un sendero creciente de devaluaciones. Si esos actores económicos prevén un aumento del precio, y además el Banco Central lo convalida con los ajustes diarios del tipo de cambio, la respuesta previsible será comprar dólares y demorar la venta, esto último en el caso de los exportadores. Para recuperar el control cambiario el equipo económico debe aplicar un movimiento de pinza que por un lado le permita desplegar su poder de fuego sobre las diferentes cotizaciones del dólar, y por otro tomar la decisión de frenar las expectativas de devaluación del tipo de cambio oficial acompañada de una política de seducción con la tasa de interés para las colocaciones a plazo en pesos.
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