ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE LA POLíTICA SALARIAL EN UN ESCENARIO DE CRISIS ECONóMICA
La estrategia de crecimiento sobre la base del mercado interno se sustentó en una activa política de ingresos, que tuvo como principal herramienta la negociación colectiva de salarios. Qué cambia en el contexto actual.
Producción: Javier Lewkowicz y Tomás Lukin
Por David Trajtemberg *
La sociedad capitalista incorpora como novedad la posibilidad de comprar y vender en el mercado capacidad de trabajo de los individuos, por tanto, tiene un precio, como cualquier otro bien y servicio. La comercialización de esta “capacidad de trabajo” en tanto fuente de manutención del trabajador y su grupo familiar y de la capacidad de obtener beneficios para el empresario genera permanentes tensiones entre propietarios de fuerza de trabajo y del capital. Los segundos mostrarán preferencia por intensificar la cara “mercantilista del trabajo” y los trabajadores intentarán rescatar un rostro más humano del uso de la fuerza de trabajo, incluso sin proponer alterar el orden social existente. Las instituciones del mercado de trabajo (la legislación laboral, la negociación colectiva, la fijación del salario mínimo), justamente, apuntan a “desmercantilizar” el trabajo hasta determinado punto (siempre en el contexto de esta sociedad) y lograr un equilibrio entre actores que ostentan poderes asimétricos.
El avance de las políticas neoliberales, que se impuso con fuerza en los ochenta y en los noventa en gran parte del mundo occidental, alteró el equilibrio de fuerzas en las relaciones laborales a favor del capital. Esta fue una etapa de retroceso para los trabajadores, quienes sufrieron la marginación y el desempleo, un avance en la precarización de las condiciones de trabajo y un importante aumento de la desigualdad. El sindicalismo tampoco pudo esquivar las tendencias regresivas de la época, situación que se reflejó en una caída de la afiliación y una merma en la capacidad de negociación de los intereses sectoriales. Acompañando esta reconfiguración del poder, se asiste a una etapa de una disminución persistente de la participación del salario en el producto bruto.
Los sindicatos quedaron condicionados para impulsar la negociación colectiva y mejorar las condiciones y los ingresos de la población asalariada. El condicionante se atribuye al contexto económico poco propicio para que pudieran desplegar estrategias ofensivas. Además, se agrega un factor de peso político, originado en una histórica alianza del movimiento obrero con el partido peronista, que pese a estar identificado como una fuerza política populista, una de sus fracciones resultó ser el partido gobernante que llevó adelante las políticas neoliberales. Ante esta encrucijada, la gran mayoría de los sindicatos adoptó una postura defensiva, resguardando la estructura de la organización.
La novedad que aparece con el kirchnerismo es la voluntad política de imponerle un freno al avance del libre mercado para impedir que el capital productivo y financiero se transforme en único regulador de la economía sin importar las secuelas que deje sobre la población. El kirchnerismo no plantea reformular el orden social, pero sí cambiarle las reglas de juego al mercado, regulando su funcionamiento.
La estrategia de crecimiento sobre la base del mercado interno se sustentó en una activa política de ingresos atendiendo la fragmentación del mercado de trabajo. La desintegración del mercado de trabajo heredado del menemismo y la dictadura militar hace imposible sostener una política de ingreso sustentada íntegramente en el colectivo de los asalariados registrados. En este sentido, el Gobierno optó por una intervención en la economía para apuntalar la actividad económica interna a través de un conjunto de medidas de política de ingresos para la población pasiva, para la población activa no registrada y trabajadores informales de bajos ingresos y para los jóvenes.
En tanto, la política central de ingresos para los asalariados registrados sigue siendo, y este año ratificó su continuidad pese a todas las inclemencias, la negociación colectiva de salarios. Este fenómeno se inscribe dentro de un contexto caracterizado como de revitalización sindical en el sentido que en esta etapa aumentó la afiliación sindical, la cobertura de la negociación colectiva y la capacidad de negociación favorecido por un menor desempleo, un mayor nivel de empleo y una mayor cobertura de la seguridad social.
En esta etapa se verifica un fuerte crecimiento de la producción y del empleo en forma sostenida hasta 2008, y desde 2009 registra algunas oscilaciones, alternando algunas fases de crecimiento con otras de estancamiento de la actividad económica, alterando la estructura y composición de la población en función de su inserción en el mercado de trabajo. En este escenario se abre la disyuntiva de seguir sosteniendo el mercado con todas las herramientas de la política de ingresos (las nuevas y las viejas), pero en un contexto en el que se requiere para el éxito de esta medida transformar la estructura productiva de la economía argentina con un mayor contenido de componentes nacionales. Esto es, la posibilidad de sostener un proceso continuo de crecimiento de la producción y del empleo con inclusión social, alejando en la medida de las posibilidades la restricción externa. La tendencia de la economía a generar desequilibrios en el sector externo cuando crece el salario real reconoce como causa central una estructura productiva desequilibrada entre el sector primario e industrial, a lo que se suma la falta (o la insuficiencia) de integración del entramado productivo nacional. En este contexto es importante que las organizaciones sociales y sindicales que se beneficiaron de este proceso reflexionen sobre la pertinencia de seguir sosteniendo las mismas demandas basadas con exclusividad en el reparto de ingresos, y si no es necesario que se incorpore la demanda de mayor producción, inversión, sustitución de importaciones, como única forma de sostener un círculo virtuoso de crecimiento con distribución del ingreso.
* Economista, UBA, Mteyss, docente de la UNLaM.
Por Walter Iampietro *
El 2014 ha sido un año controversial para las negociaciones paritarias. La inflación es superior a la de los años anteriores a pesar de la caída de la actividad y el consumo, que ya pueden verse en el descenso de exportaciones e importaciones del primer semestre. En marzo de este año Miguel Teubal, doctor en Economía de la UBA, fue consultado acerca de si el ajuste a los salarios venía a finalizar con el modelo del consumo en relación con declaraciones de Hugo Moyano y respondió: “Hay que ver qué van a hacer con las negociaciones colectivas. (...) Si los aumentos no son acordes con la inflación, eso significa un ajuste. Y en ese sentido tiene razón Moyano. Los salarios fueron a la cola de la inflación, salvo algunos gremios importantes”.
En julio el Ministerio de Trabajo publicó un interesante informe elaborado sobre los 19 principales convenios colectivos de los sindicatos más importantes de nuestro país que incluyó: Químicos, Alimentos, Sanidad, Camioneros, Maestranza, Calzado, Pasteleros, Gráficos, Indumentaria, Transporte de Pasajeros, Carne, Entidades Deportivas y Civiles, Metalúrgicos, Plásticos, Textiles, Bancarios y Construcción, Administración Pública y Comercio. Este promedio ponderado arroja un aumento salarial del 29,7 por ciento. Si comparamos ese promedio con las estimaciones inflacionarias las perspectivas no son buenas, tanto con mediciones oficialistas u opositoras. El impacto de la devaluación de enero, sumado al aumento de la tasa de interés y la baja de actividad, han licuado el poder adquisitivo e impactado en el consumo.
La canasta básica elaborada por la CGT Azopardo indica que entre enero y agosto el aumento de precios arroja un acumulado de un 28 por ciento. Números similares muestra el último informe de Cifra de la CTA oficialista, que determina que entre enero y febrero el aumento fue de un 4,9 y 5,4 por ciento; de marzo a mayo de un 2,5-2,7 por ciento y se desaceleró en junio para alcanzar un 1,5 por ciento, con un acumulado en el primer semestre de 21,3 por ciento. Las similitudes de los números mes a mes con la CGT Azopardo no dejan dudas. Ambas señalan que en junio hubo una desaceleración de la inflación que subió en julio y agosto, por lo que es probable que para las dos centrales el aumento de precios arroje un promedio similar.
Ello permite concluir que las paritarias de los sectores formales con promedio de 29,7 por ciento han sido insuficientes. También la movilidad jubilatoria y el SMVM quedarán por debajo de la inflación. El mismo informe del ministerio de Carlos Tomada destaca que las negociaciones estuvieron 4 puntos por encima de las del 2013, diferencia que, según los números de las dos centrales obreras, se licuó en el primer mes del año. También tiene observaciones interesantes para conocer la dinámica dentro del sector del trabajo. Más aun teniendo en cuenta lo poco alentador que será el escenario que se abre de aquí en más, donde ni siquiera la caída de la actividad logra bajar el ritmo inflacionario como antesala de las próximas negociaciones.
Sólo una tercera parte de estos acuerdos lograron cifras por encima del 31 por ciento (alimentación, camioneros, maestranza, químicos y sanidad). Entre Comercio, Construcción y Metalúrgicos se alcanzan la mitad de los asalariados de ese grupo. También tiene datos comparativos sobre cómo varía el impacto cuando las cifras se desdoblan en aumentos escalonados. Obtener en una sola cuota el aumento de los doce meses es una ventaja si se mide sólo en ese año. Pero lo que oculta esa metodología es que la última cuota a cobrar tiene impacto permanente en las negociaciones futuras.
Para entenderlo mejor vale decir que se establecen dos tablas con los aumentos, una con los porcentajes de aumentos entre el mes 1º y el mes 12 y otra en función del porcentaje de incremento promedio durante todo el año de vigencia y ambas son bastante distintas. En la primera, los tres últimos gremios en promedio son la Construcción con 29, la Administración Pública con 28, y Comercio con 27 por ciento. Lo que implica que las cámaras patronales en 2015 tendrán un piso más bajo sobre el que sentarse a discutir el próximo aumento. Por último, este grupo no incluye a quienes no se encuentran bajo convenio, ni al tercio de trabajadores informales. Es esperable que el impacto de la inflación en esos sectores sea mayor, por lo cual se profundizará aún más el enfriamiento de la economía y el consumo en la medida en que el poder de los salarios va detrás de la inflación, sobre todo de acá en más, en donde son pocos los tramos de los aumentos por cobrar.
* Integrante de la Fundación Estrategia Argentina y asesor del diputado Facundo Moyano.
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