ECONOMíA › OPINION
› Por Sandra Polaski *
La distancia cada vez mayor que separa a los más ricos de los más pobres y el deterioro de los niveles de vida de la clase media en muchas economías avanzadas se encuentran entre los principales desafíos de nuestro tiempo. La desigualdad inhibe el crecimiento económico en general. Todos están afectados, aun quienes se encuentran en una mejor posición económica, porque las desigualdades erosionan los valores fundamentales de la sociedad, de justicia y de decencia, y a la vez suelen aumentar las tensiones sociales y políticas.
Una manera de luchar contra las desi-gualdades es a través de las políticas fiscales, como los sistemas tributarios equitativos y progresivos, y las prestaciones sociales para las familias de bajos ingresos. De esta manera, las economías de-sarrolladas han reducido la desigualdad de los ingresos de un cuarto a un tercio, en promedio. En las economías emergentes y en desarrollo, donde los ingresos fiscales y las transferencias sociales son más limitados, la reducción ha sido menor.
Estas medidas son importantes, pero a medida que las desigualdades aumentan en la mayoría de los países, existe cada vez mayor presión sobre los mecanismos de redistribución fiscal. Los límites políticos para progresar en la lucha contra de-sigualdades a través de la redistribución ya han sido puestos en evidencia en los debates sobre política fiscal y la cobertura de la atención médica, entre otros temas.
La verdad es que las raíces de la creciente desigualdad residen en el mercado laboral y combatir las desigualdades precisará de políticas del mercado laboral que aborden el estancamiento y la erosión de los salarios, los acuerdos de trabajo precarios y el hecho de que muchos de los puestos de trabajo que están siendo creados son de baja calidad.
El informe mundial sobre salarios de la OIT que acaba de ser publicado muestra que ningún país ha logrado reducir las desigualdades a lo largo de la última década sin haber reducido antes las desi-gualdades en el mercado laboral. Gran parte de los progresos tuvieron lugar en las economías emergentes, donde el mercado laboral es uno de los principales motores de la desigualdad.
Los países que lograron reducir las desigualdades lo hicieron gracias a la combinación de medidas tales como: el aumento en los salarios mínimos, el incremento de la protección social –incluyendo las transferencias en efectivo para los hogares de bajos ingresos–, los programas públicos de empleo dirigidos a desarrollar las infraestructuras necesarias y un mayor acceso a la asistencia sanitaria. Estas medidas ayudaron a los hogares e impidieron que los trabajadores vulnerables cayeran de nuevo en la pobreza.
En algunos países avanzados hemos observado un estancamiento o una disminución de los salarios mínimos, un debilitamiento de los sistemas de negociación colectiva, una regresión de los sistemas de protección social y una incapacidad para resolver algunas deficiencias importantes, como la educación de la primera infancia, los programas de nutrición y los servicios asequibles de cuidado de los niños y los ancianos.
Si estos problemas fuesen abordados, la sociedad no sólo sería más equitativa, sino que mejoraría el crecimiento global de la economía, ya que unos ingresos más elevados permitirían un mayor consumo y una demanda creciente se traduciría en mayores inversiones por parte de las empresas.
Para reducir las desigualdades, es necesario emprender acciones políticas dirigidas a luchar contra la discriminación y la vulnerabilidad de ciertos grupos de la población. Políticas más sólidas en materia de igualdad de género, leyes más firmes sobre la igualdad de remuneración y mejores licencias de maternidad y parentales son algunas de las medidas para abordar la desigualdad entre hombres y mujeres. También es necesario proteger el derecho a la igualdad de remuneración y la protección en el lugar de trabajo de los trabajadores migrantes. Esto permite además preservar los salarios y las condiciones de trabajo de los otros trabajadores.
Las políticas bien concebidas en materia de empleo, salarios, negociación colectiva y protección social, implementadas en coordinación con otras políticas macroeconómicas de apoyo y sistemas impositivos sensatos, pueden invertir la tendencia hacia el aumento de las desi-gualdades y el círculo vicioso de un crecimiento lento, creación de empleo débil, bajo crecimiento de los salarios e inversiones insuficientes. Una mayor igualdad es buena para las sociedades y para las economías, pero tenemos que comenzar por el mercado laboral.
* Directora general adjunta para Políticas de la OIT.
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