Sáb 20.12.2014

ECONOMíA  › PANORAMA ECONóMICO

Línea de continuidad

› Por Alfredo Zaiat

La reforma de la Carta Orgánica de 1992 dispuso que el presidente del Banco Central propuesto por el Poder Ejecutivo para cumplir un mandato de seis años debe ser aprobado por la Comisión de Acuerdos y posteriormente por el pleno del Senado nacional, copiando el sistema estadounidense para el nombramiento del titular de la Reserva Federal (banca central). Es un filtro que está en línea con la concepción conservadora que postula la independencia del Banco Central al suponer que el gobierno propondrá un funcionario idóneo con criterio autónomo para conseguir los votos necesarios para su aprobación y que además excede el propio período de ejercicio del poder de cuatro años. En el debate sobre la Carta Orgánica reformada en marzo de 2012 hubo una sugerencia que no prosperó para eliminar esa condición que no comulga con el espíritu de recuperación del Banco Central como una institución integrada a la política económica y no como apéndice de los intereses del sistema financiero. Los resultados de las votaciones en la Cámara de Senadores de los cuatro titulares del BCRA durante el kirchnerismo son una interesante muestra sobre cómo los candidatos amigables con los bancos reunieron apoyos mayoritarios. En octubre de 2004, Martín Redrado cosechó 59 votos a favor y 1 en contra, y en diciembre de 2013, Juan Carlos Fábrega logró 56 votos a favor, ninguno en contra y una abstención. En cambio, en abril de 2010 la Cámara alta aprobó por 35 votos a favor y 34 en contra la designación de Mercedes Marcó del Pont, y el miércoles pasado, Alejandro Vanoli recibió 37 votos a favor y 24 en contra.

El nuevo titular del Central completará el mandato de Fábrega, que sólo se extendió por nueve meses al renunciar luego de que la presidenta CFK observara que durante su gestión se habían relajado los controles al sistema financiero, filtrado información a las entidades que iban a ser supervisadas y había adelantado a grandes operadores del mercado sobre una probable devaluación brusca a fin de año. La confirmación en el Senado de la designación de Vanoli, que tiene por delante una gestión de cinco años aunque dependerá su continuidad de la preferencia del futuro presidente en 2016, es una oportunidad para comprobar lo que escribió hace diez años en un documento del Plan Fénix y cuál es la orientación definida en estos casi tres meses intensos de conducción del Banco Central. Existe una línea de continuidad entre las medidas actuales y el trabajo que elaboró junto a Haroldo Montagu. El documento “En vías de un programa monetario y cambiario orientado al crecimiento”, publicado en 2005, precisa el sentido de la intervención del Banco Central sobre las principales variables.

- Dólar

La política cambiaria no puede ser de tipo de cambio fijo, pero tampoco absolutamente flotante, tiene que combinar las ventajas de la estabilidad pero sin rigideces, tampoco ser fuente de volatilidad ni de distorsión temporaria de precios relativos. Si bien es cierto que a corto plazo el tipo de cambio podría mantenerse en una banda implícita más o menos estrecha –en el marco de los objetivos propuestos–, esto no implica un compromiso explícito ni implícito de mantener la paridad en sí, como ocurre en el caso de un tipo de cambio fijo o en un caso aun más extremo, como fue la convertibilidad. La administración de un tipo de cambio competitivo debería estar acompañada de una política activa de estímulo al desarrollo industrial, a la creación de mercados y al desarrollo de tramas productivas entre las grandes empresas y pymes.

- Objetivos múltiples del Banco Central

El Banco Central no estaría obligado a bajar la inflación a cualquier costo, como podría surgir de una interpretación estricta de la normativa vigente (por la Carta Orgánica de 1992), pudiendo entonces coordinar las políticas monetaria y cambiaria con las políticas fiscal y productiva. Así podría ser legítimamente evaluado en función de la consecución conjunta de objetivos de empleo y precios, como ocurre en la mayoría de los bancos centrales del mundo, incluyendo el Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Esto implica la fijación de metas de crecimiento, empleo y precios por parte del Poder Ejecutivo y una coordinación de las políticas entre el Ministerio de Economía y el Banco Central.

- Inflación

El combate a la inflación depende mucho más de romper con los cuellos de botella estructurales en algunos mercados, de la política fiscal –retenciones–, de las negociaciones y del seguimiento en el caso de mercados no competitivos que de la política monetaria, que puede contribuir no generando inflación de costos y manteniendo un tipo de cambio que sea un estímulo a la producción, a la inversa de lo que sostiene la ortodoxia promoviendo una política contractiva y una apreciación cambiaria, génesis de déficit externo y fiscal y por ende de endeudamiento.

- Emisión monetaria

La política monetaria debe contribuir, junto a la política externa y la fiscal, a consolidar un proceso de crecimiento y alentar un proceso de desarrollo con equidad. En tal sentido, la oferta de dinero debe acompañar un proceso de recuperación natural de la demanda de dinero, evitando subas adicionales de tasas de interés y eliminando así un componente potencial de inflación por costos. La demanda de dinero es una función relativamente inestable y cambiante en los países desarrollados y más aún en los países subdesarrollados que han sufrido crisis financieras. Por lo tanto, los vínculos entre oferta de dinero, precios y nivel de actividad, más aún ante cambios profundos en la velocidad de circulación del dinero, son difusos. Incluso aunque haya algunas consecuencias esperables de la política (monetaria) con respecto a los efectos de los canales y mecanismos de transmisión financieros, esta política sólo puede surtir efecto en el mediano plazo.

- Tasa de interés

El mantenimiento del nivel de las tasas de interés es un elemento clave para estimular la recuperación del crédito. Una suba indiscriminada de la tasa de interés puede afectar a distintos proyectos de inversión sin discriminar por su nivel de eficiencia productiva y social. Además, los efectos negativos de una suba de tasas –histéresis– perduran en el tiempo, aunque posteriormente dicho incremento sea revertido.

- Créditos

Resulta fundamental desarrollar los canales y diseñar los incentivos tanto en el sistema financiero como en el mercado de capitales con el fin de promover, en cuantía y a costos razonables, el acceso al crédito orientado, por un lado, a la producción con el objetivo de satisfacer al mercado interno y, por el otro, a exportaciones tanto para las grandes empresas nacionales como para las pymes. Establecer mecanismos que tiendan a canalizar el crédito en las regiones según criterios de desarrollo económico, para que éste no sólo provenga del ahorro originado en las propias regiones sino del resto del país. Para orientar el crédito a la producción se requiere además extender los programas de subsidio de tasas de interés para el crédito destinado a ampliar la capacidad productiva.

- Reservas

La recomposición del nivel de reservas en el marco de la política monetaria y cambiaria otorga un reaseguro de confianza para financiar las necesidades comerciales y financieras del país y el suficiente margen de maniobra para mantener un cierto grado de independencia financiera. La contribución de la política monetaria al fortalecimiento de la posición de reservas es un objetivo central para promover la estabilidad de precios y la solidez del sistema financiero y constituye un mecanismo anticíclico que asegura una trayectoria intertemporal del equilibrio externo.

La estrategia de Vanoli aplicada sobre el dólar, el stock de reservas, tasa de interés, financiamiento a pymes y emisión monetaria en estos meses al frente del Banco Central tiene una línea de continuidad con lo planteado en ese documento para el Plan Fénix y, por lo tanto, se trata de una guía para saber cuál será el sendero que transitará durante su gestión.

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