ECONOMíA › OPINIóN
› Por Alfredo Zaiat
Los dolarmaníacos se ponen agresivos cuando prudentemente se comenta que no fue muy rentable el negocio para quienes a lo largo del año compraron dólares en el mercado ilegal pagando de 11 a 16 pesos por unidad. El denominado blue cotiza en el área de 13 pesos y cualquier valor por encima refleja una pérdida, y por debajo hasta 11 pesos no fue lucrativa, puesto que la colocación a plazo en pesos brindó una rentabilidad mayor del 18,2 por ciento (diferencia de 13 a 11 pesos). La reacción nerviosa de los fundamentalistas del verde es que subirá en un futuro inmediato y, por lo tanto, les ratificará una vez más que el atesoramiento de dólares es la mejor opción. Puede ser que sea así o no, debido a que es difícil prever la evolución de esa variable como de cualquier otra, pero lo cierto es que existe lo que se conoce como “costo de oportunidad” entre opciones financieras, y el dólar no fue de la mejor en este año que está por terminar, según reflejan las cifras más que las emociones o intereses políticos inconfensables. El 3 de enero el blue cotizaba a 10,29 y el viernes cerró a 13,10, una variación de 27,3 por ciento.
La inesperada tranquilidad cambiaria en estos días de diciembre puede prenunciar tempestades en un año electoral, como desea la secta de publicistas de la crisis económica, o puede reflejar cambios en el manejo financiero por parte del Gobierno orientados a intervenir desde la heterodoxia en el mundo preferido de la ortodoxia. Una serie de medidas implementadas a partir de octubre, cuando fue desplazado Juan Carlos Fábrega de la conducción del Banco Central, evitó que el tren siguiera marchando de frente hacia la colisión con el muro de la devaluación brusca. El equipo económico liderado por Axel Kicillof en coordinación con el nuevo titular del BC, Alejandro Vanoli, logró disminuir abruptamente las expectativas de devaluación subiendo la tasa de remuneración del ahorro en pesos, morigerando los miniajustes del tipo de cambio, ofreciendo bonos en pesos ajustados por el tipo de cambio (dollar linked) y recomponiendo el stock de reservas. En ese contexto, se redujo la demanda del dólar ahorro por parte de trabajadores en relación de dependencia, de acuerdo con el informe diario de la AFIP.
Cuando en julio pasado Argentina y China rubricaron el convenio de intercambio de monedas (swap) por el equivalente a 11 mil millones de dólares y por 3 años de plazo, los principales representantes de los economistas dedicados a equivocarse en pronósticos sentenciaron que el acuerdo era fuegos artificiales. No lo fue, lo que no los inhibirá de seguir tirando fruta desde la verdulería de la city. A fines de octubre se activó el primer tramo del swap por el equivalente a 814 millones de dólares, y luego se efectivizaron otros dos más el 17 de noviembre y el 11 de diciembre para totalizar 2314 millones de dólares. Estas divisas tienen como usos principales facilitar inversiones en la moneda del país proveedor de fondos (China) y fortalecer el nivel de reservas internacionales.
Esos dólares más los 765 millones ingresados por las telefónicas por el pago de la licitación del espectro 3G y 4G y las compras netas realizadas por el Banco Central, previo acuerdo para la liquidación de divisas de exportadoras cerealeras y aceiteras, permitieron romper la estrategia de los devaluacionistas. El stock de reservas dejó de caer y terminará el año con saldo positivo, siendo un punto de inflexión a una tendencia instalada desde 2011 de culminar el año con resultado negativo. El recorrido de la variación anual de reservas ha sido el siguiente, en millones de dólares:
2010 +4222
2011 -5813
2012 -3086
2013 -12.691
2014 +252 (hasta el 19 de diciembre).
El último día de diciembre de 2013 las reservas cerraron en 30.599 millones de dólares y el viernes último, en 30.851. Las estimaciones de las consultoras de la city eran de 22.000 a 24.000 millones de dólares para fines de este año, monto que les facilitaba la construcción de escenarios devaluacionistas, de inestabilidad cambiaria y de recesión para el 2015.
Conociendo las traumáticas experiencias de décadas pasadas y la tendencia a la dolarización de los excedentes, preservar un nivel suficiente de reservas se termina convirtiendo en un objetivo fundamental, ya no sólo económico-financiero sino también de estabilidad política. Esa trinchera defensiva ha estado bajo ataque constante y si el BC pretendía resistirlos necesitaba recuperar la fortaleza de las reservas.
El swap con China fue oportuno en ese sentido al coincidir necesidades mutuas para impulsar este acuerdo. Para Argentina, recomponer el stock de reservas a bajo costo logrando así estabilidad financiera, cambiaria y política. Para la potencia asiática, avanzar en la internacionalización de su moneda como parte de la estrategia de consolidación como protagonista central en la economía mundial. Los dolarmaníacos se resisten a analizar otras monedas que no sean el verde billete, pero después del euro en 2002, no se ha registrado la aparición de otra moneda de uso internacional hasta la irrupción del renminbi (China). El euro es un caso especial porque en la práctica reemplazó al marco alemán que ya era una moneda con un amplio uso internacional, en cambio la influencia de la moneda china nace de un proceso distinto y más paulatino. En el Informe Macroeconómico y de Política Monetaria del BCRA, de agosto pasado, se publicó “El uso de divisas como reservas internacionales: el caso del renminbi”, donde se explica la lenta pero persistente expansión de la moneda china. Apunta que “en los últimos años, el gobierno de China ha estado impulsando la internacionalización de su moneda”.
Para ello, al comenzar el nuevo siglo, implementó un proceso que incluyó, primero, la paulatina liberalización de la cuenta corriente y unos años después una gradual y todavía parcial apertura de la cuenta capital y financiera. Desde 2005, introdujo una mayor flexibilidad en el régimen cambiario que incluyó un esquema de flotación administrada con una banda atada a una canasta de monedas. La moneda china empezó a estar disponible en los mercados financieros internacionales a partir de nuevas regulaciones, acompañando de alguna manera la gran transformación de la economía china de las últimas décadas. Desde el 2010 el gobierno de China autoriza a los bancos centrales a mantener reservas internacionales en renminbi (yuan), siendo Malasia y Tailandia los primeros países en comprar bonos en esa moneda e incluirlos en sus reservas. La autoridad monetaria de Australia anunció que planea invertir el 5 por ciento de sus reservas netas en renminbi.
Ese documento del BCRA detalla que casi 25 bancas centrales tienen acuerdos de swaps con el Banco Popular de China como el definido con la Argentina, incluyendo los de Australia, Brasil, Corea del Sur, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Tailandia y Turquía, además del Banco de Inglaterra, definido en junio de 2013, y el Banco Central Europeo, en octubre de 2013. “Las diversas medidas adoptadas por el gobierno chino hacia una internacionalización de su moneda se condicen con el programa de reformas estructurales que, entre otras, incorporan el alcance de los mecanismos de mercado en las transacciones”, define el informe. La creciente importancia relativa de la economía de China a nivel global ha ubicado a su moneda como la novena mayor divisa comercializada en el mundo y la primera en Asia.
En estos años quedó demostrado que para la economía argentina tiene mucha relevancia sumar más que restar dólares en el Tesoro del Banco Central debido a la reiteración de corridas cambiarias desde 2007. El mantenimiento de un importante stock de dólares es entonces una herramienta básica para desalentar y neutralizar maniobras especulativas en la plaza cambiaria reduciendo la incertidumbre de los agentes económicos. La paz financiera de fin de año ha incomodado a los hombres de negocios dedicados a la comercialización de información económica que apostaban a una devaluación y a un dólar blue a 20 pesos. Los dólares en el Banco Central domaron a las fieras.
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