ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
El triunfo de la izquierda de Alexis Tsipras en las últimas elecciones en Grecia y el nombramiento de Yanis Varoufakis (foto) como ministro de Economía han sacudido a una Europa en crisis, con derivaciones aún imprevistas pero excitantes ante la soberbia de los promotores de la austeridad. La irrupción de Syriza, y el crecimiento del partido Podemos en España, en un escenario dominado por una elite gobernante en la Unión Europea remite al proceso político latinoamericano de comienzos de este siglo. Tsipras y Pablo Iglesias, líder de la fuerza política con posibilidad de ganar las próximas elecciones españolas, han admitido que se identifican con las experiencias políticas de la región, incluida la del kirchnerismo. Esta preferencia incomoda a los grupos conservadores locales porque muestra que el actual ciclo no es una “anormalidad” de las buenas prácticas
políticas y económicas, sino que está siendo una reacción efectiva al neoliberalismo que aspira a una restauración ortodoxa.
Primer ministro sin corbata recibiendo al presidente del Parlamento Europeo, Martín Shulz, y un ministro de Economía que se presenta con camisas o remeras poco habituales para funcionarios, remiten a uno de los integrantes del gabinete de CFK. Varoufakis se define además como “marxista errático”. Prometió seguir activo con su blog y el jueves, ya como ministro, publicó un post sobre la errada información trasmitida por la prensa sobre la posición de Grecia respecto de las sanciones a Rusia. “En el primer día en nuestros ministerios, el poder de los medios para distorsionar me golpeó de nuevo”, inició su escrito, para precisar que no hubo unanimidad en la UE porque la posición de Grecia no fue expuesta, o sea que “la cuestión no es si nuestro nuevo gobierno está de acuerdo o no con nuevas sanciones a Rusia; la cuestión es si nuestro punto de vista se puede dar por sentado sin siquiera haber sido dicho”.
Doctor en Economía por la Universidad de Essex, nació en 1961 y ha dado clases en las universidades de Atenas y de Texas. Tiene un perfil más académico que político y su libro más reciente es El minotauro global, donde aborda la crisis de Estados Unidos y la Unión Europea.
Varoufakis afirmó que “Grecia no quiere abandonar el euro ni amenazar con hacerlo; no deberíamos haber entrado en el euro, eso está muy claro, pero una vez dentro sería desastroso salir voluntariamente”. Advirtió que la presente crisis en Europa “no es simplemente una amenaza para los trabajadores, para los desposeídos, para los banqueros, para grupos en particular, clases sociales o, incluso, naciones. No. La actitud actual de Europa representa una amenaza para la civilización tal y como la conocemos”. En su trabajo “A Modest Proposal” reclama al Banco Central Europeo enfrentar una cuádruple crisis: de endeudamiento, bancaria, de falta de inversión y social.
En “Confesiones de un marxista errático en medio de una crisis europea repugnante”, publicada en su blog, Varoufakis expone sus principales ideas sobre la situación económica griega, pero tiene una influencia más amplia puesto que resulta interesante el diálogo que entabla con las posiciones radicales de izquierda y los conceptos referidos a qué política elegir para evitar mayores sufrimientos a la mayoría de la población.
Varoufakis escribió:
- Si la crisis europea no es sólo otra recesión cíclica que pronto será superada, la pregunta que se nos plantea es la siguiente: ¿Debemos aprovechar esta oportunidad para reemplazar al capitalismo por un sistema mejor?, o ¿deberíamos estar tan preocupados como para embarcarnos en una campaña para estabilizar el capitalismo europeo?
- Mi respuesta ha sido inequívoca en los últimos tres años. La crisis de Europa ha sido provocada por fuerzas regresivas que tiene la capacidad de provocar un baño de sangre mientras se apagan las esperanzas de cualquier movimiento progresista para las generaciones venideras.
- Por este punto de vista se me ha acusado, por voces radicales (de izquierda), como “derrotista”, cuya finalidad es salvar el actual sistema socioeconómico europeo, que es indefendible. Un sistema neoliberal, muy irracional, transnacional y antidemocrático, que deja de lado cualquier capacidad de evolucionar hacia una comunidad genuinamente humanista en el que las naciones de Europa puedan vivir y desarrollarse. Esta crítica, lo confieso, me duele. Y duele, ya que contiene más de un núcleo de verdad.
- En ese sentido, me siento obligado a reconocer que me gustaría que mi campaña sea de un estilo diferente, promoviendo una agenda radical cuya “razón de ser” sea la sustitución del capitalismo europeo por un sistema diferente, en lugar de hacer campaña para estabilizar un capitalismo europeo con el que estoy en desacuerdo en mi definición de buena sociedad.
- Esta crisis es profundamente irracional, de un capitalismo europeo repugnante, cuya implosión, a pesar de sus muchos males, se debe evitar a toda costa. Es una confesión para convencer a los radicales de que tenemos una misión contradictoria: detener la caída libre del capitalismo europeo “con el fin” de comprar el tiempo que necesitamos para formular su alternativa.
- En verdad, Karl Marx fue el responsable de la elaboración de mi perspectiva del mundo en que vivimos, desde mi infancia hasta el presente. Si mi carrera académica fue en gran parte vinculada con Marx, y mis actuales recomendaciones políticas son imposibles de describir como marxista, ¿por qué abrir mi marxismo ahora? La respuesta es sencilla: incluso mi economía no marxista fue guiada por una mentalidad fuertemente influenciada por Marx.
- Sí, me gustaría proponer una agenda radical. Pero no estoy dispuesto a cometer el mismo error dos veces. ¿Qué logramos en Gran Bretaña a principios de 1980 con la promoción de una agenda de cambio socialista que la sociedad británica despreció mientras caía de cabeza en la trampa neoliberal de la señora Thatcher? Nada. ¿De qué sirve hoy convocar a un desmantelamiento de la Zona Euro, de la propia Unión Europea?
- ¿Quién creen que se beneficiaría? ¿Una izquierda progresista, que se levanta como el Ave Fénix de las cenizas de las instituciones públicas de Europa?, o ¿el partido nazi Amanecer Dorado, los neofascistas, los xenófobos y los vividores? No tengo absolutamente ninguna duda acerca de cuál de los dos se beneficiará de una desintegración de la Zona Euro.
- Yo, por mi parte, no estoy dispuesto a soplar el viento fresco en las velas de esta versión posmoderna de la década de 1930.
- Si esto significa que somos nosotros, los marxistas adecuadamente erráticos, que deben tratar de salvar al capitalismo europeo de sí mismo, que así sea. No por amor o aprecio al capitalismo europeo, a la Zona Euro, a Bruselas, o al Banco Central Europeo, sino porque sólo queremos minimizar las pérdidas humanas innecesarias de esta crisis; las incontables vidas cuyas perspectivas serían aplastadas sin beneficio alguno para las futuras generaciones de europeos.
- La propuesta para la estabilización de Europa es para poner fin a la espiral descendente que, al final, sólo refuerza a los intolerantes e incuba el huevo de la serpiente. Irónicamente, ¡los que detestan la Zona Euro tienen la obligación moral de salvarlo!
- Si hemos de forjar alianzas con el diablo (por ejemplo, con el FMI), hay que evitar llegar a ser como los socialistas, que no lograron cambiar el mundo, pero lograron mejorar sus situaciones personales. La clave es evitar el maximalismo revolucionario que, al final, ayuda a los neoliberales.
Un desafiante debate conceptual y de gestión política propuesto por Varoufakis que excede las fronteras griegas y de la Eurozona para alcanzar las playas de la interpretación sobre la orientación del ciclo del kirchnerismo y, en especial, sobre el período que se abrirá a partir de 2016.
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