ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
Cuando el debate de la orientación de la política económica del próximo gobierno comienza a tomar cada vez más relevancia, la opinión del Fondo Monetario Internacional sobre lo que se tiene que hacer es un oportuno recordatorio. Es una guía para estar atentos de economistas de candidatos a presidente que replican esos mismos consejos. Esta observación no es sólo una cuestión ideológica sobre un organismo multilateral cuyo objetivo principal es el de ser auditor de los acreedores. El aspecto central se encuentra en los efectos conocidos de las medidas que propone: son recesivas y atentan contra la estabilidad laboral y social. El verdadero Plan Bomba es el del FMI: devaluación, apertura comercial y reducción del gasto público. El profesor Aldo Ferrer tuvo una definición certera de la tecnoburocracia del Fondo: “Hay que aceptar que es incorregible”.
El diagnóstico y consejos para la economía argentina fueron publicados en el reciente documento Las Américas. El norte se recupera, el sur aún espera. Persiste en la visión ortodoxa de la economía recomendado lo mismo para todos los países de la región. Es revelador conocer los puntos centrales del Plan Bomba del FMI:
- “Los desequilibrios macroeconómicos de Argentina siguen siendo importantes, tras un período prolongado de expansión fiscal basada cada vez más en el financiamiento del Banco Central.”
- “Las restricciones invasivas sobre el comercio y los mercados cambiarios también han creado una brecha importante entre el tipo de cambio oficial y el informal del peso.”
- “La confianza de los inversores financieros en Argentina también se ha recuperado parcialmente, a pesar de que la confrontación en curso con los que se quedaron fuera del canje (holdouts) impide que el país acceda al mercado mundial de bonos.”
- “El optimismo relativo de los inversores estaría relacionado con el nivel moderado de endeudamiento externo de Argentina y con la expectativa de que algunas de las políticas económicas más distorsivas podrían relajarse tras las elecciones de octubre.”
- “Sin embargo, los cambios adversos en los términos de intercambio (especialmente la marcada caída del precio de la soja), la debilidad de la actividad en Brasil y la renovada apreciación del tipo de cambio real efectivo sumaron nuevos obstáculos para el crecimiento.”
- “Así, se proyecta que el Producto se contraiga un 0,3 por ciento en 2015, lo que extendería la desaceleración del año pasado.”
- “Entonces, Argentina necesitará una combinación similar de políticas macroeconómicas más restrictivas, un tipo de cambio más débil y un menor nivel de distorsiones microeconómicas para sentar las bases de un retorno a la estabilidad y al crecimiento.”
Como la mayoría de las proyecciones económicas, las del FMI también han sido desmentidas por la evolución real de las variables analizadas, al poco tiempo de ser presentadas. En el frente cambiario, la comercialización del dólar ilegal denominado blue se ha estabilizado, y la brecha con el oficial ha descendido al 43 por ciento, luego de haber tocado un pico del 80 por ciento. Esa brecha tiene importancia en la construcción de las expectativas económicas, pero para las empresas que exportan o quieran ingresar dólares o remitirlos al exterior, la brecha relevante es la que surge respecto del contado con liqui o el dólar-Bolsa. La diferencia con el precio oficial es 34 y 32 por ciento, respectivamente, según el último cierre. La brecha cambiaria se ha ido reduciendo en forma gradual.
Los técnicos del FMI reconocen que “la inflación retornó a niveles de dos dígitos algo menores”, estimando una tasa del 18,6 por ciento en el año en el documento Perspectivas de la economía mundial distribuido en la Asamblea conjunta FMI-Banco Mundial el mes pasado. En relación con los fondos buitre, a los que denomina “holdouts”, asegura que por ese conflicto Argentina no puede acceder al financiamiento con emisión de bonos. La operación de ampliación del Bonar 24 de hace un par de semanas lo desmiente.
Como explica Ferrer, el Fondo Monetario tiene una visión tradicional de ver la economía desde la perspectiva monetaria, sin tomar en cuenta los aspectos estructurales ni los problemas del desarrollo. Pese a sus políticas fallidas como impulsoras del crecimiento, siguen proponiendo lo mismo que en Europa está haciendo estragos. Un aspecto insólito es que admitiendo que la economía está estancada insisten con la estrategia del ajuste fiscal. Es lo que recomiendan a Brasil. En el informe sobre América latina señalan que la potencia regional está atravesando la peor recesión en más de dos décadas “pero deberá preservar en los esfuerzos de política promovidos recientemente para contener el aumento de la deuda pública y restablecer la confianza en su marco de política macroeconómica”. Como si no fuera suficiente para una región impactada por la caída del precio internacional de las materias primas, los técnicos del FMI indican que “el prolongado debilitamiento de la actividad económica también acentúa el riesgo de que se cometan errores en términos de políticas internas, en especial relativos a intentar prevenir una desaceleración estructural con políticas de estímulo excesivas”. O sea, nada de medidas fiscales y monetarias contracíclica como las aplicadas aquí. Lo dicen sin eufemismos: “No parece aconsejable una mayor expansión fiscal para impulsar el crecimiento”. La recomendación es “la flexibilidad cambiaria que puede jugar un rol fundamental para facilitar el ajuste a condiciones externas más difíciles”. Proponen devaluar la moneda, medida que gatilla inmediatamente un shock inflacionario y caída del poder adquisitivo de los sectores con ingresos fijos.
Se manifiestan preocupados por gobiernos que no quieran castigar a su población con el ajuste. El informe del FMI dice textual: “Los compromisos con la prudencia fiscal podrían verse sometidos a presiones políticas en la medida que se torne más difícil cumplir con las expectativas de progreso social y económico sostenido en un contexto menos favorable”. Señala además que las perspectivas de una recuperación de la inversión privada no son favorables porque la mayoría de sus factores determinantes “es sombrío”. Prevé que los precios de las materias primas permanezcan débiles, que se moderará las entradas de capitales y que las condiciones de financiamiento externo serán más restrictivas.
Aquí irrumpe la pregunta de por qué se debilita la inversión privada. La respuesta se bifurca en el sendero del ajuste ortodoxo del FMI y en el de fomentar la demanda con políticas fiscales expansivas.
El primero considera que la caída de la inversión privada es por falta de confianza en las políticas económicas motivada por el déficit fiscal, porque no se profundizan las reformas promercados o por discursos populistas de los políticos.
La otra visión sostiene que la inversión empresaria es frágil porque se debilita la economía con el ajuste fiscal. Para incentivar la inversión entonces el mejor camino es fortalecer la demanda interna con expansión del gasto público, empleo y aumento del poder adquisitivo de los trabajadores y jubilados.
La reducción del gasto público en búsqueda del equilibrio fiscal, en cambio, tiene como resultado un crecimiento mediocre o una recesión, disminuyendo el incentivo a invertir porque la demanda se enfría, lo que reduce aún más las perspectivas de crecimiento. El ajuste fiscal deprime la demanda y, por lo tanto, también la inversión privada.
Si el FMI observa en forma crítica las políticas expansivas y ofrece a cambio el Plan Bomba del ajuste, existe la suficiente experiencia para desactivarlo y también para no caer en la trampa de quienes lo están ofreciendo en la campaña electoral.
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