Dom 03.05.2015

ECONOMíA  › EX EMPLEADOS CUENTAN COMO TRABAJABAN EN LA ESTANCIA DE RAMON PUERTA

“Nos llevaban engañados”

Una nueva inspección a los campos del ex gobernador misionero, hoy en el Frente Renovador de Sergio Massa, recogió más pruebas de la explotación de personas denunciada hace un año. Dos ex tareferos cuentan cómo trabajaban. “Hasta ir al baño era peligroso.”

› Por Sebastián Premici

Cinco bidones de glifosato a un costado del camino. Una lona negra que una vez fue parte de una carpa en la que vivían cinco personas, hacinadas. Una vertiente de agua no potable utilizada por los tareferos para bañarse, saciar la sed, cocinar. A poco más de un año de la denuncia penal por trata laboral contra el ex gobernador de Misiones, Ramón Puerta, la Fiscalía Federal de Posadas realizó una inspección ocular en la estancia I Porá, en la localidad de Parada Le, donde el año pasado el Renatea encontró 60 trabajadores sin registrar, de los cuales 40 de ellos vivían en campamentos en condiciones infrahumanas. Durante la inspección, realizada por el secretario de la fiscalía, Andrés Stuber, junto al principal denunciante –de quien no daremos su nombre para preservar su identidad y seguridad personal– pudieron observarse los restos de los campamentos descriptos. La inspección, autorizada judicialmente, fue incorporada como prueba a la causa. La Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex) colabora en el expediente.

Puerta se valió de sus propios medios de comunicación para cuestionar la denuncia en su contra, incluso llegó a realizar una cámara oculta contra el primer tarefero que lo denunció. Página/12 viajó a Misiones para dialogar con dos tareferos, hermanos, que el día de la inspección realizada en enero de 2014 huyeron por pedido del capataz de la finca. Después de un año, y luego de haber atravesado por situaciones similares con otros empresarios, rompen el silencio para hablar sobre el caso Puerta. Su relato coincide con las pruebas ya aportadas en el expediente. Sus identidades también serán preservadas. En esta crónica serán referenciados como Carlos y Alberto.

Carlos dice tener 40 años, aunque los datos de su DNI arrojan una edad un poco más joven. Trabaja como tarefero desde el día en que cumplió veinte. Nunca fue a la escuela y en su vida solamente estuvo en blanco en dos oportunidades, según su relato. Su hermano, Alberto, es más chico, cuenta que tiene 25 años –dato que coincide con su DNI– y es tarefero desde los diez años, siempre al lado de su hermano. Está casado, es padre de cuatro hijastras y un “varoncito”. A diferencia de su hermano, logró finalizar la primaria. Carlos no tiene familia. El diálogo con este diario fue en la ciudad de Oberá.

-¿Por qué antes huyeron y ahora se animan a contar lo que les pasó? –les preguntó Página/12 a los dos hermanos.

–Yo sé lo que es la gente de los yerbatales, cuántas veces vi que agarraban gente, por eso sé todo eso y sé muchas cosas. Los capataces de los campos les mienten a los trabajadores. Yo les decía miren, miren en la tele que no estoy mintiendo, y después me terminaban dando la razón –respondió Alberto.

–¿Cómo llegaron al campo de Puerta?

–El capataz Sergio Poliszczuk vino un día al barrio, el barrio Copisa, y ahí nos invitó para ir al yerbatal, nos preguntó si queríamos tarefear. Ahí yo le pregunté a qué yerbal íbamos. Enseguida supe que era de Puerta. Ya había estado una vez ahí, me había llevado el mismo capataz.

Poliszczuk mantiene una larga trayectoria comercial con Puerta, tal como reconocieron los abogados del ex gobernador y actual aliado de Sergio Massa en un escrito presentado ante el Renatea. La estructura que va desde Puerta hasta los tareferos explotados es la siguiente: el ex mandatario es dueño del campo, que es administrado por una empresa suya y de su familia, llamada Yerbatera Misiones SRL. Desde la sociedad de responsabilidad limitada contratan a Poliszczuk para que éste a su vez subcontrate a otros contratistas y tareferos. Toda la yerba que levantan en el campo I Porá a través de esta estructura es comercializada por Puerta (ver aparte).

–¿Les habían prometido buenas condiciones de trabajo? –preguntó este diario.

–Nosotros le preguntábamos si íbamos a ir en casa y el decía que sí, que sí –respondió Carlos.

–Nosotros fuimos y él dijo (Poliszczuk) que nos iba a llevar en casa y nos pusieron en carpa. Llegamos de noche, preguntamos dónde era el agua, nos mostraron. Era fea, tenía microbios, y la gente tomaba igual, había animales en el agua. Alguna gente salió enferma. Acampamos en una tacuara (N.d.R: unas cañas finitas apoyadas en el suelo que servían de soporte para los colchones). Fuimos engañados –acotó Alberto.

La comida debían comprársela a Poliszczuk, aunque rara vez podían cocinar porque las hormigas invadían cualquier cosa que se acercara al piso o a una olla.

–Todo era muy peligroso, hasta ir al baño. Hacíamos todo en el monte, en el yerbal, era muy feo –recordó Alberto.

La inspección en el campo I Porá arrojó que en el lugar había tres cuadrillas con trabajadores precarizados y bajo condiciones de vida paupérrimas. En la cuadrilla manejada por Héctor Luis Díaz fueron hallados 19 trabajadores, de los cuales 17 no estaban registrados. La segunda cuadrilla estaba manejada por Domingo Castillo. En este caso se encontraron 15 peones también en una situación paupérrima. Y la tercera era administrada por Raúl Rivas con 27 peones precarizados. Uno de los tareferos era menor de edad. En el lugar había más de 20 carpas. Ante la inspección del Renatea, muchos trabajadores optaron por ocultarse.

–Estábamos tarefeando, vimos la camioneta, y yo corrí. Porque el capataz me dijo que corriera –acotó Alberto.

–¿Hacia dónde corrieron?

–A la tapera, al monte. Después nos sacaron de ese lugar y nos pusieron en otro lado, en otro campamento, no se podía dormir de las hormigas que había. Pero levantaron la cuadrilla porque supuestamente iba a haber otra inspección. Eso fue un sábado (N.d.R: la primera inspección del Renatea fue el jueves 30 de enero de 2014). Nos dijeron que nos escondiéramos otra vez. Estuvimos escondidos hasta el domingo a la mañana, en Cafundó. Un día entero estuvimos escondidos. A las 11 de la mañana del domingo mandaron el camión para sacarnos de ahí. Después volvimos a Oberá –detalló Alberto.

Cafundó o La Gilda es el nombre que le dieron los lugareños a la última parte de la Colonia de Parada Leis, a unos 15 kilómetros de la ruta, cerca del campo de Puerta.

–¿Cuántos estaban en las mismas condiciones que ustedes?

–Eramos 40 –aclaró Carlos.

–¿Y cuántos se escondieron?

–Conmigo se escondieron 4 que ahora están tarefeando en otro lado –sostuvo Alberto.

Cuando el año pasado le preguntaron a Ramón Puerta por la situación de los tareferos hallados en su estancia, el ex presidente interino respondió: “Veremos si es así o no. No quieren tomar trabajo en blanco para no perder los Planes Trabajar”.

–¿Tus compañeros sabían que estaban trabajando para el campo de Puerta?

–Sí, ellos sabían. Algunos iban por primera vez, y yo se los comentaba. Yo pensaba que por la manera en la que dormíamos, la inspección iba a caer. ¿Cómo sabés Alberto?, me decían. Mis compañeros me apoyaban y yo los apoy{e a ellos.

–¿Lo volvieron a ver a Poliszczuk?

–No apareció más, no sabemos nada. No recuperamos nada, nunca nos pagaron –acotó Carlos.

–Volvieron a trabajar en carpa en algún otro campo?

–Sí, y estuve muy mal, también bajo carpa, y ahí hice la denuncia para que se hiciera algo. Yo tuve que ir al hospital, no sé si me había picado un bicho. Desde ahí nunca más estuve en cuadrilla –narró Alberto.

–¿Declararías en la Justicia?

–Sí, pero no me llamaron.

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