ECONOMíA › ENTREVISTA A STéPHANIE GIBAUD, UNA EX EMPLEADA ARREPENTIDA DE LA UNIóN DE BANCOS SUIZOS
La autora de La mujer que sabía verdaderamente demasiado pedirá al Estado argentino que interceda en la ONU y ante el G-20 para que se adopte una legislación internacional específica para proteger a los filtradores de información.
› Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
La agenda argentina y la francesa coinciden en París en torno de ese crimen de la finanza internacional facilitado por los bancos, que es la evasión fiscal, y los multiterritoriales paraísos fiscales. Este jueves 18 el Senado francés organiza un coloquio sobre el tema “¿Una nueva etapa para luchar contra la evasión fiscal y regular la finanza?”. El titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, asiste a este coloquio junto a los miembros de la comisión bicameral argentina compuesta por cinco diputados y cinco senadores (Roberto Feletti (FpV porteño), Carlos Heller (Nuevo Encuentro), Luis Cicogna (FpV), Ricardo Buryaile (UCR), Marcelo D’Alessandro (Frente Renovador), Pablo González (FpV), Rodolfo Urtubey (FpV), Graciela de la Rosa (FpV), Mario Cimadevilla (UCR), Roberto Basualdo (peronismo opositor). El titular de la AFIP hará una ponencia en el Senado francés y también se entrevistará con Hervé Falciani, el ex empleado del banco HSBC que reveló el mecanismo con el cual este banco operaba como puente de la evasión fiscal en muchos países del mundo. El encuentro en el Senado francés contará con la presencia de decenas de personalidades y dirigentes políticos y apunta a formular “propuestas precisas, en particular legislativas, tanto al nivel europeo como mundial, para iniciar una nueva etapa y reforzar la movilización política y ciudadana”. Pero antes de este evento la embajadora argentina en Francia, María del Carmen Squeff, organizó para hoy un encuentro en la sede diplomática argentina de la capital francesa con Ricardo Echegaray, los integrantes de la bicameral y Stéphanie Gibaud, una ex empleada de la UBS –Unión de Bancos Suizos– que descubrió y reveló la poderosa maquinaria que la UBS había puesto en marcha para facilitar la evasión fiscal hacia Suiza.
Stéphanie Gibaud es un emblema de lo que le puede ocurrir a alguien que osa dar el paso y denunciar las prácticas ilícitas del sistema bancario en los países occidentales. Gibaud es lo que se conoce en inglés como una whistleblower, es decir, una persona que filtra información comprometida en pos del bien común. Sólo que, como les ha ocurrido a muchos otros filtradores –Edward Snowden, Julian Assange, John Kiriakou o Bradley Manning–, la defensa de ese bien común se torna una condena. Perseguidos por la Justicia y los servicios secretos, acosados por las empresas o instituciones que denuncian, exiliados, sin trabajo, acusados de traidores, incomprendidos por las opiniones públicas, el destino de estos héroes modernos de la verdad es simplemente terrible. El de Stéphanie Gibaud no escapa a esa tragedia. La mujer no trabajaba en la estructura financiera del banco, sino como responsable de lo que en francés se conoce como marketing événementiel, o sea, el montaje de eventos para los clientes del banco. Pero esos eventos tenían un objetivo muy distinto al del enunciado inicial: se trataba de poner en contacto a los acaudalados clientes franceses con los gestores de cuentas de la UBS en Suiza para captar su dinero. En 2008, luego de que estallara en Estados Unidos el escándalo de la evasión fiscal protagonizada por este banco, la dirección de la UBS le exigió a Stéphanie Gibaud que borrara los documentos en su posesión (nombres de los clientes, gestores de cuentas, etc.). Ella se niega, exige una orden escrita. Allí empieza su infierno. No sólo descubrió el carácter ilegal de las actividades del banco sino que, además, va a denunciarlas. En Francia, su intervención conducirá a la imputación de la UBS por blanqueo y fraude. Despedida del trabajo, acosada por la UBS, Stéphanie Gibaud pagó un alto tributo por su gesto. Lleva más de tres años sin encontrar trabajo, ni en el sector público, ni en el privado.
Esta historia a la vez pública e íntima está narrada en el libro que Stéphanie Gibaud escribió en 2014, La femme qui en savait vraiment trop. Les coulises de l’évasion fiscale en Suisse (La mujer que sabía verdaderamente demasiado. Los entretelones de la evasión fiscal en Suiza). Stéphanie Gibaud detallará este miércoles en la embajada argentina de París los dispositivos de esa evasión fiscal que azota a todas las economías del mundo. Pero no es su único combate. Víctima del peso aplastante de los Estados y las instituciones financieras, Stéphanie Gibaud pedirá al Estado argentino que interceda en Naciones Unidas y ante los demás países del G-20 para que se adopte una legislación internacional específica para proteger a los filtradores de información que, en nombre de todos los ciudadanos y de la justicia, revelan las irregularidades y estafas protegidas por intereses colosales.
–La mujer que sabía realmente demasiado, el título de su libro deja intuir una historia ominosa. ¿En qué momento usted empezó a saber demasiado?
–A partir del momento en que empecé a hacerme preguntas que sobrepasaban mi oficio. Yo tenía un trabajo de representación, es decir, de imagen. En el banco mi puesto se llamaba “embajador de la marca”. Lo que yo hacía era organizar eventos con las marcas de lujo para nuestros clientes. Para mí, todo lo demás estaba sumergido. Pero cuando me pidieron que destruyera los ficheros y no entendí por qué se me exigía, eso empecé a tirar del hilo. A fuerza de tirar del hilo vi cosas que no debí ver. Los colaboradores del banco me explicaron el peligro penal que corrían si yo revelaba lo que había descubierto. También me contaron las bonificaciones que recibían por cada cliente que atraían a la sucursal suiza del banco. Yo no sabía que todo eso que se hacía era ilegal. De hecho, la UBS Francia no podía proceder así según la ley: los bancos offshore y onshore son oficios diferentes. Pero aquí se los había juntado a los dos, se había puesto el buen grano y el mal grano en la misma canasta.
–Usted descubrió en esa época que existían dos contabilidades.
–Sí, me enteré de la existencia de una contabilidad puramente manual, paralela, escrita a mano, en el seno mismo del banco. Me dije ¡esto no es posible! Los colaboradores, los gestores de las cuentas que ayudaban a los clientes a trasladar su dinero a cuentas offshore, no declaraban esas sumas en la contabilidad legal del banco sino en un carnet escrito a mano. Ese carnet les permitía además establecer la contabilidad de sus bonificaciones. Los gestores de cuentas son como agentes comerciales: tienen objetivos comerciales y deben cumplirlos.
–Al igual que en el caso del HSBC, el sistema de la UBS también giraba en torno de la deslocalización de la información.
–Yo veía las cosas como a través de un prisma. Luego, a través del prisma de los demás pude reconstituir la tela de araña y ver más allá de las paredes. Así comprendí algo tan simple como la deslocalización. Por ejemplo, hoy, en UBS Francia, una parte del servicio de recursos humanos fue deslocalizado, transferido a Polonia; el servicio de marketing fue transferido a la India y el sistema informático fue transferido a Mónaco. Y lo más increíble es que el presidente de la UBS Francia es también el jefe de la UBS de Mónaco. No sé si es realmente legal que una persona sea a la vez responsable offshore y onshore. Sin embargo, se trata de una cuestión fundamental. Todo este sistema de evasión fiscal está pensado al más alto nivel en la casa central de Zurich y aplicado luego en todo el planeta.
–En suma, se puede perfectamente hablar de un montaje especialmente diseñado para organizar la evasión fiscal hacia Suiza.
–Bueno, ahora, desde 2008, las cosas han cambiado. Suiza aparece hoy como un país que ha hecho esfuerzos para mejorar. Desde que estalló el escándalo UBS en los Estados Unidos con todas las medidas y sanciones que se adoptaron, Suiza anticipó lo que iba a ocurrir en Europa, que iba a pesar lo mismo. En resumen, los grandes suministradores de fondos a Suiza, los norteamericanos y los europeos, fueron reemplazados por personas de Rusia, de la India, de Brasil, de la Argentina. Los banqueros se dijeron que esas democracias de los países emergentes no se iban a interesar inmediatamente en el tema de los bancos o las operaciones offshore. Pensaron que iban a poder actuar con total impunidad durante 30 años. Pero todo cambió.
–Pero apareció, entre otros, la Argentina para arruinarles un poco la fiesta. ¿Acaso le asombró que un país de América del Sur se metiera en la arena con tanta fuerza?
–Es en efecto increíble que las buenas noticias vengan de América del Sur. Estamos aquí, en Francia, en el país de los derechos humanos, y se debería proteger a los ciudadanos en vez de proteger informaciones sensibles, secretos, instituciones financieras. Por eso es muy positivo lo que pasa con la Argentina. La Argentina es una democracia que tiene memoria.
–Para usted, en lo personal, esta historia ha sido muy costosa.
–Sí, siete años de lucha es enorme. Alrededor mío la gente tuvo tiempo de casarse, de divorciarse, de tener hijos, de volverse a casar, de encontrar otro trabajo, de tener aumentos de sueldo. Yo hace siete años que lucho con lo mismo. Pero soy muy positiva. Mi problema fue que estaba sola, pero a fuerza de estar sola y hacer ruido me convertí un poco en el catalizador de muchos filtradores de información, de toda esa gente que ve cosas y se dice “yo, por conciencia, no quiero aportar mi caución a esto”.
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