ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE. CóMO VIENE EVOLUCIONANDO LA MAYOR ECONOMíA DEL MUNDO
En el primer cuatrimestre la actividad en ese país cayó 0,7 por ciento, muy por debajo de su media histórica de más de 3 por ciento. Pese a ello, continúa aplicando las mismas políticas ortodoxas. Qué rol cumple el dólar a nivel mundial.
Producción: Javier Lewkowicz
Por Matías Vernengo *
En el primer cuatrimestre de 2015 la economía estadounidense cayó 0,7 por ciento. El crecimiento en 2014 fue de 2,4, y se espera algo menos para este año. La economía viene creciendo por debajo de su media histórica de más de 3 por ciento, y es evidente que está en una trayectoria de crecimiento más bajo. Tanto Larry Summers, demócrata y ex secretario del Tesoro, como Ben Bernanke, republicano y ex presidente del Banco Central, están de acuerdo sobre el estancamiento secular.
La tasa de desempleo, en una primera mirada, no parece tan mala. El desempleo fue de 5,5 por ciento en mayo, el último mes medido. Pero buena parte de la reducción de la tasa de desempleo después de la crisis estuvo relacionada con la caída de la participación de los trabajadores en la fuerza de trabajo. Cuando el número se ajusta para incluir los que están marginalmente conectados con el mercado de trabajo, y que trabajan menos horas de lo que les gustaría, la tasa de desempleo es de alrededor de 10,8 por ciento.
Frente a esto, la única medida económica propulsada por Obama en el Congreso es el intento de obtener poder para negociar el Tratado de Libre Comercio conocido como el Acuerdo Estratégico del Trans-Pacífico. No sorprendentemente, en este caso su propio partido ha votado en contra, mientras el presidente tiene el apoyo de los republicanos. Y aunque Hillary Clinton ha sido enigmática en sus declaraciones sobre el libre comercio, la creencia general es que ella, como su marido antes, sería favorable a estos tratados que respaldan a las corporaciones contra los intereses de los trabajadores. Lo mismo se podría decir de todos los precandidatos republicanos. La única excepción sería el senador independiente, y abiertamente socialista, Bernie Sanders, pero su victoria sería un batacazo.
Al contrario de lo que se piensa, esto no es resultado de que la mayoría sería contraria a la intervención del Estado, y el aumento de los gastos sociales. Eso no es ni siquiera verdad sobre los blancos de más bajos ingresos. La idea es que supuestamente los blancos más pobres, del sur y del oeste de Estados Unidos, por razones étnicas, raciales y culturales, serían contrarios a la ayuda del Estado, que aunque los favorecería, ayudaría a minorías y los obligaría a votar contra sus propios intereses económicos. La pregunta simbólica sobre esta paradoja sería, ¿cuál es el problema con Kansas? Este fue el nombre de un famoso libro que buscaba entender porque la gente votaba contra sus propios intereses económicos.
En reciente encuesta financiada por la Fundación Russell Sage se ve que, mientras las elites, gente con ingresos superiores al millón de dólares anual, son poco favorables a la intervención del Estado, la mayoría de la gente es favorable a expandir los gastos con educación, salud, pensiones, y además el 78 por ciento cree que el salario mínimo debe permitir vivir de modo decente, con lo que, presumiblemente, debería ser más alto. Más relevante todavía, el 53 por ciento cree que el gobierno tiene la obligación de dar empleo a los que no lo encuentran en el sector privado. Efectivamente todos –o la mayoría– serían keynesianos ahora.
La pregunta es, entonces, si en una sociedad democrática la mayoría es favorable a estos cambios, que ayudarían a una recuperación de la economía en bases más inclusivas, porque los gobiernos, sean republicanos o, más sorprendentemente, los demócratas no expanden el gasto y generan empleos con salarios más altos.
Hay varios mecanismos por los cuales las elites, gente como los notorios hermanos Koch, manejan el sistema político. El cambio de los distritos, para facilitar la elección de sus candidatos, por ejemplo. O el gasto de los grupos de presión, el lobbying, que permite manejar la legislación en el propio Congreso. O finalmente la puerta giratoria, que permite que legisladores y funcionarios que dejan la función pública ganen fortunas en el sector privado. Lo que se ha llamado la coima anticipada, en otras palabras, lo que se espera ganar en el futuro por hacerles el servicio sucio a las elites. Si hay estancamiento, las causas no son, como cree Summers, tecnológicas, sino políticas. Es culpa de las elites, porque les va muy bien con las cosas como están. Una lección negativa para las democracias populares de América latina.
* Profesor, Bucknell University y visitante del MDE/Unsam.
Por Fabio Nigra *
A fines de la década de 1970 irrumpieron en el escenario político internacional dos personajes que expresaron ideológicamente un proceso de ruptura y transformación: Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Postularon una reestructuración económica y política que se conoció popularmente como neoliberalismo, y que en esencia puso al mercado sin control como el único agente válido para la organización social.
Una nueva alianza de fracciones de la clase dominante en Estados Unidos tomó el poder, podría decirse, y redefinió estructuralmente la economía y la sociedad norteamericana en la década de 1980, para luego impulsar esa redefinición para el resto del mundo (el Consenso de Washington). Los gobiernos de George Bush, Bill Clinton, George Bush (Jr.) y Barack Obama no han más que profundizado esa reestructuración pero con una salvedad: el dólar sigue siendo (con altibajos) la sortija de la calesita económica mundial, donde el calesitero la suelta o la esconde según necesidades políticas. En otras palabras, la fórmula popularizada por el estudioso de las relaciones internacionales William A. Williams en la década de 1960 (la Diplomacia del Dólar), al promediar la segunda década del siglo XXI mantiene su vigencia.
A partir de la toma del poder de la Reserva Federal por parte de sólidos cuadros del monetarismo (Paul Volcker, Alan Greenspan, Ben Bernanke), esta práctica se profundizó, con una diferente modalidad. Hasta 1971 el patrón dólar-oro establecido en los acuerdos de Bretton Woods impuso a esa moneda como el referente internacional fuera del área socialista. Pero la crisis económica de principios de 1970 permitió una redefinición estructural: con políticas claramente monetaristas de restricción monetaria (iniciada por Volcker), el resto del mundo comenzó a ver cómo todos los países deberían entrar a la calesita monetaria que dispusieran las autoridades de Estados Unidos. No sucedió sin cierta resistencia, ya que los sucesivos acuerdos entre las grandes potencias revelaron sus intentos de luchar: el Acuerdo del Smithsoniano (12/1971); Acuerdo del Plaza (septiembre de 1985); Acuerdo Baker-Miyazawa (otoño de 1986); Acuerdo del Louvre (principios 1987). En todos ellos se buscaba establecer relaciones de paridad entre el dólar y las restantes monedas.
El juego era sencillo, dado que Estados Unidos es el único país del mundo que no puede devaluar para equilibrar su tipo de cambio (ya que todas sus deudas, y las deudas de otros países están nominadas en su propia moneda), juega con la tasa de interés, impulsando la cantidad de dólares en el mundo, o restringiéndola. Cuando la tasa de interés es alta, todos concurren a comprar bonos de deuda norteamericana y así financian su exceso de consumo; cuando necesitan sostener su dinámica interna y las exportaciones, emiten dólares y la tasa de interés baja. Este juego de dólar fuerte/dólar débil le permite ajustar las relaciones con el resto del mundo en términos económicos. Es para destacar que entre mediados de 2008 y principios de 2009 el presidente Bush (Jr.) y el presidente Obama inyectaron más de un billón y medio de dólares para comprar créditos tóxicos generados por el descontrol de las hipotecas subprime (posibilitadas por el proceso de desregulación del sistema bancario y financiero iniciado por Reagan), y sin embargo, lo que en otro país produciría una hiperinflación, en Estados Unidos no sucedió. Primero porque no fue dinero para la gente; segundo porque eran solamente dólares electrónicos.
Sin embargo, a nivel mundial la mayor parte de los países constituye sus reservas en dólares. ¿Se puso, usted lector, a contar la cantidad de dólares que existe en los Bancos Centrales de los diferentes países, junto a los bonos en manos de particulares? Algunos sostienen que alcanza a los 18 billones (sí, 18 millones de millones de dólares). Mientras tanto, juega con su valor para negociar un acuerdo que equilibre la paridad de compra con el área del Euro; y a la vez presiona a China para que revalúe el yuan. Esto coloca a China en una trampa lógica: si refuerza su moneda, pierde capacidad de exportación; si permite que el dólar siga perdiendo valor, una parte de sus reservas se deprecia (se estima que rondan el billón de dólares). En pocas palabras, si bien en decadencia, Estados Unidos tiene un camino todavía como potencia hegemónica.
* Dr. en Historia, profesor de Historia de EE.UU.-FyL-UBA.
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