ECONOMíA › OPINIóN
› Por Hugo Yasky *
Germán Abdala solía decir que si los ajetreos de la política te ponen del mismo lado que la Sociedad Rural es que te estás equivocando fiero. Esta definición, simple y aguda, sigue siendo una verdad irrebatible. La cada vez más vieja y rancia Sociedad Rural sigue siendo un punto de referencia para marcar en el GPS de los que formamos parte del campo popular la coordenada de lo antagónico absoluto.
El domingo 2 de agosto La Nación tituló “La Rural pidió no votar por el kirchnerismo”. De esta manera se hacía referencia en la tapa del diario de los Mitre a la proclama política que, como todos los años, durante los últimos 129, constituye el pronunciamiento del núcleo duro de la clase dominante argentina.
En efecto, su presidente, Luis Miguel Etchevehere, con el tono de patrón de estancia apropiado para la ocasión, conminó a no votar a “quienes han cometido o pueden cometer actos de corrupción, multiplicaron sus fortunas desde el poder, no respetan la libertad de expresión, manipulan la Justicia y las estadísticas y humillaron alguna vez a los que trabajan la tierra y producen la agricultura”. Al momento de expresar estos conceptos cuadriculados del pensamiento reaccionario, lo rodeaban en el palco empresarios, economistas y, entre otros, el macho alfa de la manada de los políticos neoliberales, Mauricio Macri. En suma, lo rodeaban los que se sienten dueños del país y habilitados, por lo tanto, para desalojar a los intrusos “populistas y mentirosos” que desde hace doce años ocupan la Casa Rosada.
Precisamente por ello, resulta inquietante el tramo del discurso en el que Etchevehere se permite invocar el poder del voto como un arma cuando, en épocas de la dictadura militar de la que ellos fueron la cara cívica, las armas sirvieron para aplastar el poder de los votos ciudadanos.
No puede haber dudas entonces. Cuando los dueños del poder llaman a no votar al kirchnerismo, lo hacen porque saben que de ese modo se viabilizarían las condiciones para aplicar el ajuste salvaje, la devaluación que licuaría nuestros salarios, el libre comercio que en poco tiempo dispararía los índices de desocupación. La secuela inevitable de todas esas medidas sería volver a la Argentina lacerada de la exclusión social y la miseria que ya conocimos en los ’90.
En conclusión, así como hubo un teorema de Baglini para justificar lo injustificable, el teorema de Germán sería: cuanto más cerca de la Rural estás, más lejos del pueblo y del proyecto popular te encontrarán. Por eso, con convicción, con mística y con voluntad de seguir profundizando las transformaciones que la Rural trata de impedir, nuestro voto como clase trabajadora tiene un solo destino: el triunfo del kirchnerismo.
* Secretario general de la CTA de los Trabajadores.
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