ECONOMíA › LA CAIDA BURSATIL NO ES LO QUE MAS PREOCUPA AL GIGANTE ASIATICO
Los bruscos movimientos de las acciones en Shanghai no tienen mayor incidencia en la economía real china, donde sólo el 6 por ciento de la población invierte en la Bolsa. La economía sigue creciendo, pero también suben las tensiones y los desafíos.
› Por Marcelo Justo
El fantasma que recorrió la espectacular caída de la Bolsa china esta semana fue el crac del 29 y el más reciente estallido financiero de 2008, puntos de partida de las dos más grandes recesiones mundiales de los últimos 100 años. El impacto sobre las Bolsas del mundo enturbió las aguas y puso la mira en la economía del gigante asiático. Según medios occidentales, que no toleran la idea de que la segunda economía mundial esté dirigida por un Partido Comunista, China está aprendiendo que “no se puede jugar con el mercado”.
No es la opinión del profesor del Instituto de Estudios Financieros Chongyang de la Universidad Renmin de Beijing, John Ross. “China está creciendo a un 6,5 o 7 por ciento, tres veces más que Estados Unidos y cuatro veces más, como mínimo, que Europa. La reacción de los mercados bursátiles occidentales no se debe a China sino a que están seriamente sobrevaluados. Es lo que pasa con los activos financieros si uno tiene la tasa de interés tan cerca de cero por tanto tiempo. En China, en cambio, no hay ninguna conexión entre lo que pasa en el mercado bursátil y la economía real”, indicó a Página/12.
La correa de transmisión entre ambos sectores es débil porque apenas un 6 por ciento de la población china invierte en la Bolsa: el impacto que estas pérdidas tendrán en la economía real es mínimo. Esto no quiere decir que no haya datos preocupantes en la economía asiática. Desde junio China ha experimentado una abrupta disminución de sus exportaciones, la peor desaceleración del crecimiento de la producción fabril en años y una devaluación del 3 por ciento. Según le indicó a este diario Kamel Mellahi, especialista en mercados emergentes de la Warwick Business School del Reino Unido, la tormenta bursátil refleja estos datos. “La expectativa generalizada era que la economía china iba a tener una primera mitad de año difícil y que mejoraría en la segunda mitad. Los datos no reflejaron esta premisa. Más bien lo contrario. El pulso económico de la actividad fabril está bajando mucho más rápido de lo esperado”, señaló Mellahi.
Contrario a lo que suele asumirse, el crecimiento económico chino de los últimos diez años debe mucho más a la inversión que a la exportación de baratijas “made in China”. Esta inversión movilizó un impresionante crecimiento de dos dígitos y se hizo sentir especialmente durante el estallido financiero de 2008. Al mismo tiempo generó desequilibrios internos en la economía china.
La inversión, que representaba un 35 por ciento del PIB en 2000 y un 44 en 2009, se disparó por encima del 50 por ciento con la recesión mundial posterior a la caída del Lehman Brothers. En comparación, el consumo doméstico como motor de crecimiento apenas superó el 30 por ciento durante este período.
Consciente de los límites del modelo, el gobierno inició en 2010 una transición a otro que se basara más en el crecimiento del consumo doméstico. “Un cambio así en un país de las dimensiones de China es más fácil de proponer que de ejecutar. El mundo se va a tener que adaptar a estos altibajos porque va a tomar tiempo”, señaló Mellahi.
El otro gran problema que dejó este modelo fue una deuda galopante. El plan de estímulo chino de 2008-2009 cuadruplicó el nivel de deuda hasta llegar a 28 billones de dólares, un 282 por ciento del PIB chino. En un estudio reciente, la consultora McKinsey señaló que la mitad de los préstamos están vinculados directa o indirectamente con la propiedad. “A esto hay que sumar que el sistema financiero en la sombra representa la mitad de los nuevos préstamos y que la deuda de los gobiernos provinciales y municipales es insostenible”, apuntó McKinsey.
Según el economista de Harvard Kenneth Rogoff, uno de los pocos que alertaron sobre la subprime estadounidense que condujo al estallido de 2008, China enfrentará una crisis. “Es muy vulnerable, pero con billones de dólares de reservas tiene herramientas para salir del atolladero”, le dijo al The New York Times este lunes.
China tiene más herramientas a su disposición. Mientras Estados Unidos y Europa tienen tasas de interés planchadas a casi cero para estimular sus economías desde hace siete años, China ha podido bajar este martes su tasa un 0,25 por ciento en respuesta a la turbulencia bursátil y quedar aún con muchísimo margen para seguir haciéndolo de ser necesario ya que el interés quedó en un 4.6.
Este intervencionismo gubernamental se extiende al mercado laboral, clave de la paz social. “China tiene una línea roja: el empleo. Incluso el cambio de modelo tiene que adecuarse a este punto esencial. Si la situación económica empeora y afecta el nivel de empleo, entonces será irresistible la tentación de volver a estimular la economía con un nuevo plan de inversión en infraestructura”, estimó Mellahi.
En los últimos cinco años la tasa de desempleo apenas varió. En 2014 fue del 4,09 por ciento, apenas más alto que el 4,05 de 2013. Pero el Labour China Bulletin, editado en Hong Kong y especializado en temas laborales, señala que este índice subestima el número real de desempleados. “El índice oficial solo registra el número de gente que busca empleos en relación con el total de empleados urbanos. Ignora a los trabajadores rurales, a los inmigrantes, y los que tienen trabajo part-time o casual”, señala en un informe.
Según el FT Confidential, servicio de investigaciones del Financial Times, hubo una contracción de la demanda laboral en julio. La evolución de esta situación será crucial para las fluctuaciones que tenga la implementación del cambio de modelo. Una cosa está clara. La gigantesca transición que está haciendo China requerirá tiempo y será particularmente pedregoso en una economía mundial que no termina de salir del estallido financiero de 2008.
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