Dom 13.09.2015

ECONOMíA  › OPINION

¿Ajuste o sexo?

› Por Alfredo Zaiat

Imagen: Corbis.

La economía argentina enfrenta diferentes frentes de tensión. Por el flanco cambiario irrumpe la escasez de divisas; por el inflacionario la tasa anual se mantiene en niveles de dos dígitos pese a la desaceleración que se verificó durante este año; por el sector externo aparece la reducción del saldo positivo de la balanza comercial; y por el laboral persiste un núcleo duro de empleo informal que resiste bajar del 30 por ciento. Existen otros conflictos que suman más tensiones, como el que se desarrolla en el flanco financiero por la extorsión de los fondos buitre aliados con el juez Thomas Griesa que amenaza bloquear el pago de bonos de legislación argentina y nuevas emisiones de deuda, o la situación de economías regionales afectadas por la caída de la demanda externa y los precios internacionales de sus productos de exportación. Este escenario doméstico está afectado por un contexto económico internacional desfavorable, especialmente por el deterioro brasileño como consecuencias de la aplicación del recetario completo de la política ortodoxa (restricción fiscal, suba de la tasa de interés y devaluación). La crisis política y económica brasileña se va retroalimentado en el gobierno de Dilma Rousseff. En ese marco de tensiones locales y viento de frente externo, la trinchera de la economía argentina consiste en defender el nivel de actividad, el empleo y el poder adquisitivo de los sectores de ingresos fijos. En esa estrategia resulta indispensable no caer en la trampa de quienes aseguran que la economía argentina está en crisis y por lo tanto proponen el ajuste: por ese camino el tránsito seguro es hacia una crisis, como enseña la actual experiencia brasileña.

El impacto negativo de un ajuste fiscal en el actual contexto de la economía argentina sería muy grande por dos razones: la mayor presencia del Estado (empleo y salario público) y el incremento del consumo impulsado por las transferencias públicas. Hoy el Estado es un potente dinamizador de la actividad económica y un ajuste debilitaría esa condición. Por eso para impulsar el círculo virtuoso del crecimiento económico (más empleo y más actividad) lo menos que se requiere es aplicar un ajuste fiscal como no se cansan de postular analistas y economistas de la ortodoxia. Están tan obsesionados con la idea que ante la opción ajuste o sexo, eligen la primera.

La existencia de tensiones económicas no es lo mismo que una crisis; y correcciones en la política económica no significa ajuste. El ciclo político del kirchnerismo ha aplicado varias correcciones a su propia gestión económica ante las diferentes circunstancias que se le fueron presentando en el terreno doméstico e internacional. En cada una de esas oportunidades ha eludido el ajuste tradicional ofrecido por la ortodoxia. Esta recomienda lo mismo tanto para una economía en auge, estancada o en recesión: disminuir el gasto público, limitar la expansión monetaria y depreciar fuerte la moneda doméstica. El kirchnerismo se ha ido adaptando a variados escenarios para dar respuesta a sus objetivos económicos centrales: crecimiento, generación de empleo e inclusión social. A veces con éxito y otras con menos brillo, las medidas –y las correcciones en la política económica– estuvieron orientadas en esa dirección. El aspecto distintivo de la heterodoxia en la gestión es que va utilizando las diversas herramientas de política económica en forma flexible según el ciclo económico para transitar hacia al bienestar general, lo que va generando tensiones porque implica poner en disputa cómo se distribuye la riqueza. Las variadas medidas instrumentadas en estos años han sido correcciones para adaptarse a las cambiantes condiciones locales e internacionales. Esta política es lo que desorienta a quienes postulan análisis estáticos de fenómenos económicos y, por lo tanto, reducen todo a la necesidad de aplicar un ajuste.

Es una diferencia conceptual fundamental de la heterodoxia en la gestión respecto a la concepción de la ortodoxia, y tenerla presente es esencial para no caer en la trampa del ajuste, aspiración de los sectores conservadores. Una de las formas que tienen es la de propagar una confusión deliberada acerca de que la economía argentina está en crisis. Algunos indicadores reflejan la inexistencia de crisis, lo que no implica la ausencia de tensiones como se mencionó al comienzo:

n Los datos del Estimador Mensual de Actividad Económica, que es un adelanto de la evolución del PIB, muestran que la economía aceleró su mejora en los últimos meses. Ese indicador creció en enero 0,6 por ciento; 1,1 en febrero; 1,6 en marzo; 1,7 en abril, 2,2 en mayo, y 3,8 por ciento en junio. El crecimiento de la actividad en mayo se debió fundamentalmente al sostenimiento del mercado interno y a la recuperación de la industria de la construcción.

n La actividad industrial medida por el indicador EMI (se calcula en base a unidades físicas de producción de distintos sectores industriales) reflejó que aumentó 0,3 por ciento en julio pasado respecto a igual mes de 2014. El dato refleja que el sector manufacturero parece haber encontrado un piso a la caída, que fue de 21 meses consecutivos hasta mayo pasado, cuando registró una suba interanual de 0,4 por ciento.

n Por primera vez en este año la producción nacional de automotores exhibió un resultado positivo en la comparación interanual: en junio último se fabricaron 54.119 vehículos, que representaron un incremento de 6,3 por ciento respecto de igual mes del año pasado, informó la Asociación de Fabricantes de Automotores (Adefa). Al mes siguiente, la producción de autos se ubicó en 45.253 unidades, con una baja del 8,3 por ciento respecto del mismo mes del año pasado. El retroceso de exportaciones a Brasil fue uno de los principales elementos para explicar la floja performance del sector. Pero a diferencia de este desempeño, el despacho de vehículos nacionales al mercado interno (concesionarios) registró una suba del 13,1 por ciento interanual.

n La cantidad total de escrituras de compraventa de inmuebles en Capital Federal creció 6,7 por ciento en junio respecto a igual mes del año pasado. Se trató del cuarto mes consecutivo en alza tras más de medio año con bajas, según el Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires. La cantidad total de escrituras de compraventa creció 3,1 por ciento en el primer semestre de 2015 respecto a igual período del año pasado.

n La producción de hidrocarburos de YPF mostró en el primer semestre del año importantes resultados positivos. El aumento en la producción de gas con respecto al mismo período del año anterior fue del 14,1 por ciento, y en petróleo, del 6 por ciento. Estos incrementos permitieron más que compensar el desempeño negativo del resto del sector petrolero, ya que según cifras de la Secretaría de Energía de la Nación, para el total del sector (incluida YPF) se registró en los primeros seis meses de 2015 una suba en la producción de gas del 3,5 por ciento y de 0,4 por ciento en petróleo en relación al año pasado.

n El 74 por ciento de las empresas contabilizó durante 2015 un incremento de las ventas y una rentabilidad en dólares mayor a la que esperaba. Este dato surge de la encuesta (más de 100 compañías que representan a los principales sectores de la economía) sobre fuentes de financiamiento y las perspectivas de inversión de las empresas de la Consultora EY, que fue difundida en la 36 Convención Anual del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas, ámbito confortable para el despliegue del pensamiento económico de la ortodoxia.

n La tasa de desempleo disminuyó al 6,6 por ciento en el segundo trimestre de este año, el nivel más bajo desde 1991.

Si la economía no está en crisis como queda en evidencia con estos indicadores clave, y en cambio sí enfrenta importante tensiones económicas como las apuntadas, el camino a transitar es el de medidas específicas para orientar esas tensiones y amortiguar los costos sobre el bienestar general.

Pese a que la evolución de esas variables muestra que la economía no está en crisis, ¿cuál es el motivo para que representantes de la ortodoxia insistan con la necesidad de aplicar un ajuste tradicional (contracción fiscal y monetaria acompañada de una brusca devaluación)? La clave para comprenderlo es que esa propuesta no tiene la pretensión de abordar las tensiones económicas, sino que el objetivo es eminentemente político: construyendo una crisis ficcional se busca legitimidad para el ajuste contra los salarios y las conquistas sociales, además del disciplinamiento de sectores vulnerables (clases medias, trabajadores, jubilados y pequeños productores, comerciales e industriales) en la disputa por la distribución de la riqueza. Este es el motivo central para comprender la obsesión por plantear en forma permanente la necesidad del ajuste. A esta altura ya se sabe, como antes se mencionó, que si a los economistas ortodoxos se les plantea ajuste o sexo, prefieren la primera opción, aunque algunos más ingeniosos avanzaron en ese análisis y advierten que esa elección es deliberada para después aplicar dunga-dunga a los sectores populares.

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