Lun 07.12.2015

ECONOMíA  › TEMAS DE DEBATE: LA SITUACIóN ECONóMICA QUE RECIBE EL PRóXIMO GOBIERNO Y LAS PRIORIDADES

Un cambio, pero hacia dónde

Dos enfoques sobre el estado de la economía en el que se produce el cambio de gobierno y los desafíos que se le presentan al elenco entrante. Crecimiento y distribución, en el centro de una nueva discusión.

Producción: Javier Lewkowicz

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El desafío es volver a crecer

Por Ricardo Delgado *

En el haber: un tamaño de la economía y del consumo de las familias un 80 por ciento más alto que en 2001. Un ingreso mejor distribuido, pese al empeoramiento de los últimos cuatro años. Más derechos sociales, como la AUH y la inclusión jubilatoria. YPF de vuelta con participación mayoritaria estatal y un sistema previsional público.

En el debe: un ingreso por habitante que es el mismo que existía cuando CFK inició su segundo mandato, a fines de 2011. Alta inflación. Baja rentabilidad en los productores de bienes exportables, en especial productos regionales y pymes. 25.000 millones de dólares menos de exportaciones que hace 4 años. Aun con cepo importador, una clara tendencia al déficit comercial. Cerca de 7 puntos de déficit fiscal (4 y algo más explicados por subsidios económicos de dudosa equidad distributiva) y un Banco Central con escasas reservas líquidas y un mar de pesos en su pasivo.

Con esta paleta cargada de claroscuros deberá Mauricio Macri comenzar a pintar un nuevo cuadro para la economía que viene. Una herencia que no es de crisis, que no demanda soluciones extremas, pero sí exige una etapa inicial caracterizada por decisiones firmes, que recupere los incentivos a invertir, producir y generar trabajo. El gobierno saliente deja una actividad anémica, insuficientes dólares para que se vuelva a crecer de manera rápida y una inflación acelerándose por la virtual desaparición del Estado de su función reguladora luego de perder las elecciones. Los Precios Cuidados, a pesar de sus profundas limitaciones para controlar la dinámica inflacionaria, mostraban un estado activo. Ya no queda ni eso.

La economía marcha hacia un escenario de reformas y correcciones. Ineludible, necesario. Que como prioridad debe apuntar a reducir la inflación, la raíz de gran parte de los desequilibrios. Con un programa integral y consistente desde lo fiscal y monetario. Sin shocks o ajustes bruscos. Sin que la unificación del mercado del dólar signifique fogonear aún más los precios. La salida devaluatoria al estancamiento y la pérdida de dólares, como lo comprobó tantas veces la administración CFK (la última en enero de 2014), es un callejón sin salida. Nadie con sensatez puede pensar que bajo esta multiplicidad de tipos de cambio pueden generarse reales condiciones que permitan recuperar incentivos para que las empresas inviertan. Pero tampoco abrevar en el totem que dice que la unificación cambiaria, a cualquier costo, es virtuosa per se.

El gobierno de Macri tiene el desafío de generar cuanto antes un puente de financiamiento en dólares para que las correcciones sean todo lo suaves como sea posible. Adelantos de cerealeras, emisiones de deuda de provincias, alguna colocación local por parte del Estado nacional, la conversión del swap chino a dólares, alternativas de financiamiento con Brasil y acuerdos con organismos multilaterales formarán parte del paquete inicial de fortalecimiento de las reservas del Central.

Lo complejo de esta herencia pasa por la habilidad del nuevo gobierno de hacer lo que hay que hacer ante una sociedad que no percibe demasiados riesgos inmediatos, pero que pareciera estar convencida de no estar viviendo todo lo bien que podría. Para los muchos que sienten la inflación, nuevos aumentos en los precios empeorarán su perspectiva. Para los porteños o bonaerenses que pagan tarifas eléctricas tres o cuatro veces más bajas que los santiagueños o los neuquinos, la quita anunciada de subsidios será un golpe importante a los ingresos. Por todo ello, cómo se hagan las reformas, con qué secuencia, con cuánto apoyo de trabajadores, empresarios y el mundo político, será tan importante como tener el mejor diagnóstico. La clave del éxito del arranque de la presidencia de Macri será la gobernabiidad.

* Director de Analytica Consultora.


Un mercado potente, pero con iliquidez

Por Daniel Schteingart *

¿Qué situación socioeconómica dejan doce años de kirchnerismo al entrante gobierno de Mauricio Macri? En primer lugar, hoy existe un mercado interno potente, gracias a la combinación de varios factores, entre los que podemos destacar: a) fuerte aumento del empleo, con 5,8 millones de puestos de trabajo generados desde 2002 y 4,8 millones respecto a 1998, pico de PBI de la convertibilidad; b) importante aumento del salario real, que hoy es 80 por ciento mayor al de 2002 y 47 por ciento superior al de 1998, y c) el aumento de los ingresos reales de los hogares de menores ingresos, por medio no sólo del aumento del empleo y del crecimiento del poder adquisitivo del salario, sino también por medio de políticas como la inclusión jubilatoria y la AUH, entre otras. Todo ello ha redundado en que el poder adquisitivo del 40 por ciento de menores ingresos sea hoy 176 por ciento más alto que en 2002 y 55 por ciento más elevado que en 1998. El correlato de ello es una baja importante (aunque a todas luces insuficiente) de la pobreza. En 1998, el 26 por ciento de los argentinos era pobre y en 2002 el 58 por ciento. Según el último informe de Cifra-CTA, en el primer semestre de 2015 la pobreza fue del 19,7 por ciento.

Esta gran mejora del poder adquisitivo de los sectores más vulnerables (que permitió ensanchar enormemente el mercado interno) comenzó a desinflarse a partir de 2011 y, sobre todo, desde 2013. A pesar de que en 2015 ha habido una mejora de los ingresos reales de buena parte de la población, la importante caída de 2014 (en la cual la devaluación de enero de dicho año mucho tuvo que ver) ha hecho que hoy el poder adquisitivo del 40 por ciento de menores ingresos sea levemente inferior al de 2013 y que la pobreza sea 1,7 punto más elevada.

La principal razón de este amesetamiento del bienestar de los sectores más postergados obedece al resurgimiento de la restricción externa desde 2011, que ha frenado la economía. Según el Indec, la economía creció apenas 4 por ciento entre 2011 y 2015, lo que en términos per cápita implica un 0 por ciento; estimaciones privadas marcan incluso una caída per cápita del 4 por ciento. Sin crecimiento es difícil que el salario real y el empleo privado crezcan.

Doce años de kirchnerismo dejan también 228.000 empresas nuevas en diversos sectores productivos respecto a 2002, y 180.000 si comparamos contra 1998. La fuerte generación de puestos de trabajo obedece en buena medida a ello. Vale apuntar que el momento de mayor dinamismo empresarial fue entre 2003 y 2008, y que desde 2011 la creación de empresas ha sido virtualmente nula.

Así como doce años de kirchnerismo dejan a Macri la sociedad menos segmentada socioeconómicamente de los últimos 20 años, también existen problemas por resolver. El principal de ellos es la escasez de dólares del BCRA, cuyas reservas líquidas son prácticamente nulas. Aquí existe margen para la recomposición, por la repatriación de capitales fugados (que se estiman en más de 200.000 millones de dólares) o por el acceso al financiamiento externo. Respecto a esto último, vale mencionar que la deuda pública nominada en dólares y en manos del sector privado es del 7,2 por ciento del PBI, de las más bajas del mundo, por lo que la situación argentina actual es de fuerte solvencia, pero de gran iliquidez. No sólo el Estado tiene bajos ratios de deuda: también ocurre lo mismo en las familias, las empresas y los bancos, lo cual contrasta con la situación de fines de la convertibilidad.

Otras cuestiones que deja el gobierno saliente tienen que ver con tensiones en los precios relativos, un déficit fiscal de más del 4 por ciento del PBI y una apreciación del tipo de cambio real que está en niveles similares a los de los 90 (aunque, dada la existencia de las trabas a la importación, a una mayor fortaleza del mercado interno y al bajo endeudamiento de las empresas, ello no implica la quiebra de empresas como sí ocurría hace quince años). Habrá que esperar para ver si las respuestas del próximo gobierno a estas cuestiones terminan generando daños significativos en la solidez del mercado interno. No es lo mismo tomar deuda para ampliar la plataforma productiva que para financiar fuga de capitales o una apertura a las importaciones que desplacen la oferta local. Tampoco es lo mismo devaluar drásticamente la moneda para recomponer competitividad que no hacerlo o hacerlo gradualmente (y compensando a los sectores más afectados por la apreciación cambiaria por medio de incentivos fiscales). No es indistinto corregir ciertos desajustes de precios relativos de un plumazo (sobre todo, los que tienen que ver con la energía residencial) y con ajuste devaluatorio que hacerlo de a poco. Por último, si hoy existe déficit fiscal, ello se debe en parte a que la economía prácticamente no ha crecido en los últimos cuatro años (afectando la recaudación). Para que las cuentas públicas mejoren es necesario volver a crecer más que hacer un ajuste que deprima la economía (y la recaudación).

* Magister en Sociología Económica (Idaes-Unsam).

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