Sáb 12.12.2015

ECONOMíA  › PANORAMA ECONOMICO

Sinceramiento

› Por David Cufré

1 El nuevo embajador en China, Diego Guelar, anunció ayer que el Gobierno buscará ampliar el canje de monedas con ese país para fortalecer las reservas del Banco Central.

2 El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, reconoció luego de asumir que “la Argentina está en buenas condiciones” y “no hay urgencias”.

3 El ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, confirmó que una de las primeras medidas de Mauricio Macri será la eliminación y rebaja de retenciones al sector rural.

Los primeros pasos de Cambiemos en el poder contradicen la posición que referentes de esa fuerza habían asumido en relación a los tres temas cuando gobernaba el kirchnerismo. Carlos Melconian, presidente del Banco Nación, decía por ejemplo en julio del año pasado que el swap con China era “pura fantasía” y que no servía para contabilizar en las reservas. Porfiaba que su efectividad era tan probable “como que Racing juegue el domingo con la camiseta de Independiente”. Prat-Gay y la mayoría de los economistas del PRO, en tanto, caracterizaban en campaña la situación económica como una bomba a punto de estallar. Y el entonces diputado Buryaile presentaba en 2010 un proyecto de ley para terminar con las facultades delegadas del Congreso al Poder Ejecutivo para subir y bajar retenciones, lo que ahora se haría por decreto.

Las expectativas económicas son determinantes para la suerte de cualquier plan. Macri lo enfatiza cuando dice que un elemento central de su programa es conquistar la confianza de los actores económicos y de la sociedad en general. Sin embargo, cuando le tocó ser oposición, Cambiemos hizo todo lo posible para minar esas expectativas por mera especulación política, como se comprueba ahora con los ejemplos mencionados al comienzo. En especial los dos primeros, la importancia del intercambio de monedas con China, que fue el as de espadas con que Axel Kicillof y Alejandro Vanoli lograron estabilizar el tipo de cambio en 2014, despreciado entonces por el PRO, y la descripción de una crisis agobiante que ahora no es tal. En cuanto a la modificación de retenciones, si efectivamente se hace por decreto dejará en evidencia que las apelaciones al republicanismo y la institucionalidad eran una puesta en escena.

La estrategia del nuevo equipo económico en el arranque coincide con los postulados del establishment financiero: restablecimiento de un vínculo estrecho con Estados Unidos –Prat-Gay se comunicó con el secretario del Tesoro, Jacob Lew, para conversar sobre el plan en marcha incluso antes de asumir y de transmitir cualquier mensaje al pueblo argentino– y estructuración de un paquete crediticio que rondaría los 15.000 a 20.000 millones de dólares. Se solicitarán créditos a bancos extranjeros, se ampliará el swap con China y se pactarán desembolsos con el Banco de Francia. Además, se buscará un acuerdo con las multinacionales exportadoras de cereales y oleaginosas para que adelanten unos 3000 millones de dólares de la producción retenida. Ni el presidente ni el ministro dieron aún precisiones de las medidas que estarían dispuestos a tomar a cambio de ese nuevo blindaje, pero las señales esbozadas también van en línea con los reclamos de la banca y de las corporaciones agropecuarias, actores principales en el renovado escenario económico.

Para el sector financiero, se apurarán las negociaciones con los fondos buitre aceptando la mediación de Daniel Pollack, quien fue calificado de parcial por Kicillof cuando el año pasado consideró que la falta de un entendimiento con los carroñeros ponía a la Argentina en default. En segundo lugar, Prat-Gay adelantó la semana pasada en un reportaje con La Nación que es necesario dar marcha atrás con la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central de 2012, por la cual se fortalecieron las regulaciones sobre el sistema bancario y se aprobaron atribuciones a la autoridad monetaria para que pueda ordenar, por ejemplo, una suba de las tasas de interés a los ahorristas y al mismo tiempo imponer topes a las tasas que se cobran por los créditos. Vanoli utilizó esas herramientas a pesar de la férrea oposición de los bancos, los cuales ahora tienen en el ministro de Hacienda un aliado para revisar esas políticas. Un tercer gesto hacia el poder financiero es la vuelta a la rueda del endeudamiento, que le permite a grandes corporaciones internacionales y a entidades locales hacer buenos negocios con las emisiones.

La devaluación en camino también les posibilitará a los bancos ganar miles de millones de pesos con las coberturas en futuros que concretaron cuando el gobierno kirchnerista defendía el valor de la moneda. Ayer dejaron en claro que no tienen intención de resignar esa oportunidad que el salto del tipo de cambio les sirve en bandeja. La desregulación para la entrada y salida de capitales también forma parte de la agenda del gobierno y de los gerentes de la city. Tantas coincidencias encuentran una explicación adicional en el hecho de que el equipo de Prat-Gay, Pedro Lacoste y Luis Caputo tiene una impronta netamente financiera, con largos años de trabajo del otro lado del mostrador.

Para el sector agropecuario, Cambiemos le reserva la devaluación, la reducción y quita de retenciones y la eliminación de los cupos de exportación. Las tres medidas significan un aporte sustancial a la rentabilidad del campo, que será más grande mientras mayor sea el tamaño de la explotación y de la producción asociada.

Aunque todavía no hubo explicaciones sobre el sentido de las políticas en marcha, la razón para conseguir un paquete de 15.000 a 20.000 millones de dólares sería la restricción externa. Ese endeudamiento financiaría la apertura del mal llamado cepo, la remisión de utilidades de las multinacionales que operan en el país a sus casas matrices –a las que el gobierno anterior intentó forzar para que reinviertan sus ganancias en Argentina– y las importaciones de distintos rubros. El endeudamiento y la devaluación, que afectará el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones si no obtienen una compensación equivalente a la suba de precios, constituyen el corazón de los planes de ajuste ortodoxo frente a la insuficiencia de divisas que ha caracterizado históricamente ese tipo de salidas en el país.

La apuesta de Cambiemos no sería profundizar el modelo productivo para superar la restricción externa, sino pasar a otro de matriz financiera y agroexportadora. La agenda del desarrollo, la profundización del entramado industrial, la obtención de créditos para financiar obras de infraestructura, energéticas y científicas, el combate a la fuga de divisas –por ejemplo a través de mecanismos como los que habrían montado el HSBC, según Herve Falciani, o el JP Morgan, según Hernán Arbizu, con escasos avances en las investigaciones judiciales– por ahora no aparecen en el menú de opciones enunciadas por el nuevo gobierno.

En cambio, el ministro de Energía, Juan José Aranguren, ya señaló que su cartera prepara un recorte a los subsidios en esa área. Es decir, además de devaluación, endeudamiento y quita de retenciones, el Gobierno practicará un ajuste que recaerá sobre millones de usuarios de electricidad y gas. Todo ese paquete no lleva como nombre plan bomba, sino que sus defensores le eligieron uno más vendible para las corporaciones mediáticas que lo publicitan. Se trata del sinceramiento, y a bailar en el balcón.

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