ECONOMíA › OPINIóN
› Por Claudio Scaletta
Poco más de siete años después, la revuelta agraria iniciada en 2008 llegó a su fin y bajo un gobierno propio. La imagen de ayer en Pergamino fue la foto del triunfo. El reclamo histórico de las organizaciones agrarias (conservar el precio pleno de las exportaciones) fue concedido prácticamente en su totalidad. Sólo se conservó un resto para la soja, lo que será motivo de reclamos de segunda generación.
El discurso de Mauricio Macri fue breve, pero suficiente para repetir tres veces la palabra “alegría”. El mismo número de veces que repitió “juntos” y “maravilloso”. En la foto-poster sobre el pasto, estética que amenaza convertirse en signo de época, no posaron productores agobiados por una década larga de insostenible presión tributaria, sino la plana mayor de los satisfechos de siempre. Si existe un instrumento de política económica que refleja las relaciones de poder sin mediaciones, ese instrumento son los tributos; quién paga las cuentas, quién se beneficia y quién no. Ayer la taba se dio vuelta nuevamente.
Macri intentó compensar la evidente transferencia multimillonaria al sector agropecuario decidida de un plumazo, con un vago y optimista llamado a no evadir Ganancias. La gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, agregó que confía en que la concesión al llamado campo será compensada, precisamente, por una mayor recaudación de Ganancias y el impuesto a los sellos. El pedido con el corazón a los “productores” se sostiene en una presunta explosión futura de la producción que, desde hoy, no estará frenada por el fisco. Es la misma idea que en tiempos de la revolución conservadora de Ronald Reagan defendía el economista Arthur Laffer, quien sostenía que bajarle impuestos a los más ricos aumentaría la producción y por lo tanto los impuestos finalmente recaudados. Vale recordar que el resultado real de las medidas aplicadas por Reagan fue otro: déficit fiscal por caída de ingresos.
En perspectiva, al margen de la ideología del nuevo gobierno y de la lucha histórica de las organizaciones agrarias, el desplome de los precios internacionales de las commodities más la relativa apreciación cambiaria de los últimos años, provocaron una caída de rentabilidad que contribuyó a deslegitimar socialmente a las retenciones como instrumento. Lo que sucedió fue principalmente el resultado de no tener (o la imposibilidad de tener) un mecanismo móvil eficiente, es decir, que las alícuotas a retener disminuyan junto con los precios externos y se vinculen de alguna manera al nivel del tipo de cambio. Por ello, la eliminación del tributo a los cereales y a las economías regionales fue también una promesa de campaña del Frente para la Victoria. Pero no todo es igual, el punto de diferencia es el precio del dólar. No es lo mismo eliminar retenciones y mantener el dólar a 10 u 11 pesos, que eliminarlas y llevar el tipo de cambio a 15 o 16. En el primero de los casos se mejora la rentabilidad de los cultivos perdida por las dos causas citadas. En el último se duplica el beneficio para los exportadores. Dicho de otra manera, una cosa es eliminar retenciones para sostener un tipo de cambio asociado a determinada distribución del ingreso y otra muy distinta hacerlo para provocar una poderosa transferencia de renta hacia los exportadores. No debe olvidarse que en la práctica las retenciones funcionan como un mecanismo de tipos de cambio múltiples.
Además de la transferencia directa, el segundo efecto de la eliminación será sobre los precios pagados por los consumidores en el mercado interno. Las retenciones también funcionaban como un arancel y reducían el precio interno de los productos alcanzados. Ya antes de su eliminación efectiva, el sólo anuncio de que serían quitadas disparó los valores del pan y de las carnes, aumentos que ahora se multiplicarán sobre las ya potentes expectativas de devaluación. Esto es porque los productos tienen un solo precio. Sin retenciones, el precio internacional es el mismo que el interno.
El tercer efecto también es arancelario. Macri señaló como presunta superación de la Argentina agroexportadora del primer centenario el cliché de los apologistas del complejo agroindustrial: el pasaje de granero a supermercado del mundo, concepto que entraña agregar valor a las exportaciones primarias. El detalle es que la medida de política anunciada va en sentido contrario al objetivo. La retención ya no desincentivará las exportaciones primarias sin ningún valor agregado. Al igual que el pedido de corazón para cumplir con Ganancias, el proyecto de supermercado planetario se queda en la retórica.
Luego, en materia de economías regionales la principal promesa será incumplida. Durante todos estos años el discurso contra las retenciones hizo creer a los productores primarios independientes, por ejemplo a los tamberos que entregan su leche a las usinas o a los fruteros que venden a los empacadores-comercializadores, que los bajos precios recibidos por su producción eran una consecuencia directa del tributo y no de las relaciones de poder en la formación del precio primario. Pero en los circuitos agroindustriales la eliminación no beneficiará a los productores, sino solamente a los exportadores. No es una especulación ideológica; ya sucedió con la baja de retenciones a la leche y con la reducción a la mitad de las retenciones a las frutas. En ambos casos los precios recibidos por los productores primarios no variaron, una carga que le cabe cien por ciento al gobierno saliente. La eliminación lisa y llana en las regiones, entonces, sólo dará lugar a efecto riqueza. Al igual que sucede con una devaluación, no hay razones para esperar aumentos de las exportaciones, las que dependen de la demanda externa antes que de la mejora de la ecuación de costos interna. Aquí también las estadísticas históricas acompañan la aseveración.
Finalmente, la acción de bajar retenciones constituía en sí misma un instrumento de política al interior de los circuitos agroindustriales, por ejemplo; atando su baja a la mejora del precio pagado por los exportadores a los productores primarios, o para conseguir mayor transparencia en las relaciones comerciales. Ahora nada de esto podrá hacerse, pues la eliminación se concedió a cambio de nada.
¿Pero se asiste sólo la gran victoria económica del sector agropecuario? La foto de Pergamino es incompleta, durante la misma mañana de ayer, en la conferencia de la Unión Industrial Argentina, la noticia de la quita de retenciones al agro recibió un cerrado aplauso, dato que debe llevar a la reflexión sobre la estructura y diversificación real de las clases dominantes locales, un diagnóstico clave para cualquier futuro proyecto político. Más divididos fueron los aplausos para los anuncios propios. Sólo la mitad del auditorio industrial aplaudió la mayor liberalización del grueso de las posiciones arancelarias. El camino recién empieza, pero su dirección presenta pocas dudas.
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