ECONOMíA › PANORAMA ECONóMICO
› Por David Cufré
En apenas una semana el gobierno de Mauricio Macri sentó las bases para un cambio dramático de modelo económico. El recetario neoliberal fue desplegado en sus líneas fundamentales a través de las siguientes medidas: eliminación de retenciones agropecuarias e industriales y rebaja de 5 puntos para la soja, eliminación de las restricciones para la compra de moneda extranjera, eliminación de cupos para la exportación de carne, trigo y materias primas en general, apertura comercial para las importaciones, eliminación de regulaciones bancarias que imponían tasas mínimas para los plazos fijos y máximas para los créditos, eliminación de encajes para el ingreso de capitales especulativos, eliminación del régimen informativo de las empresas sobre sus estructuras de costos y niveles de rentabilidad, promesa de eliminación de la ley antimonopólica de servicios de comunicación audiovisual, eliminación de la política de desendeudamiento, anticipo de una drástica reducción de los subsidios a usuarios de electricidad y gas, achicamiento del programa Precios Cuidados y devaluación violenta de la moneda, con un salto del tipo de cambio en torno al 40 por ciento.
La estructura de gobierno que diseñó la nueva administración confió áreas sensibles del Estado a CEO y altos ejecutivos de los sectores bancario (Alfonso Prat-Gay y Luis Caputo), petrolero (Juan José Aranguren), aeronáutico (Gustavo Lopetegui), de multinacionales industriales (Isela Costantini, Miguel Punte), de fondos de inversión (Mario Quintana), de ex AFJP (Francisco Cabrera), representantes de cámaras empresarias (Ricardo Buryaile, Martín Etchegoyen) y abogados de estudios jurídicos contratados por grandes empresas (Celeste Plee, María Eugenia Talerico), entre los principales. Alfredo Zaiat lo definió como la CEOcracia.
Todo ello termina con el debate que se había instalado durante la campaña electoral sobre si existían o no intenciones de la oposición de dar un giro profundo a las políticas que se venían desarrollando hasta entonces. Las advertencias de economistas heterodoxos se confirmaron en los cuatro puntos esenciales. El programa en marcha está estructurado por la devaluación, la apertura comercial, el endeudamiento y el ajuste. El nuevo debate es sobre cuáles serán las consecuencias de esas medidas, aunque ya es un indicio que el propio Macri y los referentes de Cambiemos hayan tildado como “campaña sucia” que se dijera que lo que pensaban hacer es exactamente lo que hicieron. La disparada de precios de noviembre y diciembre por el anticipo de la devaluación, ahora concretada, es el primero de los efectos, por más que el presidente y sus ministros quieran desentenderse de la responsabilidad de haber ocasionado un daño al poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, a cambio de transferir más de 60.000 millones de pesos a sectores agropecuarios y financieros, más lo que resta embolsar por las empresas de electricidad y gas.
Una pregunta que el tiempo se encargará de contestar es cómo se verán satisfechas o defraudadas las expectativas de los votantes de Cambiemos con la política económica. La excusa de la herencia –que abrió otro debate entre quienes dicen que fue la más desahogada de la democracia, con niveles de deuda, desocupación y conflictividad social en mínimos históricos, y aquellos que advierten por el déficit fiscal, la inflación y la insuficiencia de reservas del Banco Central– es de tiro corto. El éxito o fracaso de la gestión es exclusivo del Gobierno, como ocurrió antes con Cristina Fernández y Néstor Kirchner. A este último, por caso, le tocó asumir en condiciones extremadamente más difíciles que a Macri, quien cuenta a su vez con un desembozado apoyo de poderes fácticos como el mediático y el judicial.
En cuánto podrá responder Cambiemos al voto de confianza del 51,4 por ciento de la población que lo llevó al poder deberá contrastarse en primer lugar con las expectativas manifestadas por esos ciudadanos antes de los comicios. Son temas que inclinaron la balanza, en los cuales Macri logró ser visualizado como la mejor opción. En lo económico, las principales demandas pueden resumirse en los siguientes puntos:
- En primer lugar, hubo un convencimiento de que Cambiemos preservará las conquistas del kirchnerismo, con la ilusión de que llegará más allá, pero siempre sin arruinar lo logrado. Las palabras de alerta de economistas heterodoxos sobre las consecuencias del giro neoliberal fueron desoídas.
- Levantamiento del “cepo”. La eliminación de las restricciones para la compra de dólares se convirtió en una prioridad para amplios sectores sociales, incluso entre aquellos con baja capacidad de ahorro, que interpretaron las limitaciones como una afectación al derecho de preservar el valor de su dinero adquiriendo moneda extranjera. Las complicaciones para acceder al dólar también impactaron entre quienes querían concretar operaciones inmobiliarias, forzados a recurrir al mercado ilegal.
- Eliminación de retenciones a las exportaciones. Fue un reclamo central de pueblos agropecuarios, donde hubo un vuelco contundente del voto a favor del PRO. Suprimir las trabas a las exportaciones fue otra de las promesas que generaron gran adhesión entre los productores rurales.
- Bajar la inflación a un dígito. El movimiento permanente de precios horadó el apoyo al kirchnerismo, a pesar de que los gobiernos de Néstor y Cristina desplegaron una sólida política de ingresos que en general más que compensó los aumentos, elevando en términos reales el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones. Sin embargo, eso fue invisibilizado y se impuso el concepto de que el gobierno no logró resolver el problema de la inflación. Cambiemos despertó expectativas de combatirlo con mayor eficiencia.
- Rebaja del Impuesto a las Ganancias para los asalariados. Fue una demanda generalizada de los gremios cuyos trabajadores están alcanzados por el impuesto. Tanto Macri como Daniel Scioli dijeron que le darían un corte al tema.
- Recuperación de un crecimiento vigoroso. “La economía hace cuatro años que no crece y no genera empleo”, machacó el PRO, sin ajustarse a la verdad y ocultando que la crisis internacional provocó una caída de los precios de las materias primas que impacta mucho más en la mayoría de los países de la región que aquí, empezando por Brasil, con un retroceso del PBI de 3,5 por ciento este año. La Argentina crecería entre 1,5 y 2,0 por ciento, de acuerdo a mediciones privadas. Sin embargo, con apoyo mediático la idea se impuso en amplios sectores.
- Pobreza cero. Es el norte que guiará la gestión, prometió Macri. La falta de difusión de datos oficiales alimentó operaciones sobre un aumento de la pobreza. El gobierno anterior pagó muy caro la destrucción de la credibilidad del Indec, por graves errores propios y embestidas ajenas, permitiendo que se pusiera en duda la palabra oficial no sólo en materia de estadísticas. Las diez millones de personas que empezaron a recibir ingresos a partir del reconocimiento de derechos sociales, como la Asignación Universal por Hijo y Embarazo, las pensiones no contributivas, la ampliación de las asignaciones familiares, el plan Progresar y la moratoria previsional, fueron también invisibilizadas, lo mismo que la inclusión laboral, que llevó la desocupación a su nivel más bajo en 28 años. Aun así, la tarea de la inclusión social se encuentra lejos de estar terminada y persisten problemas arraigados como el empleo no registrado. Las promesas de cambio y de tiempos mejores fueron lo suficientemente atractivas entre algunos de quienes padecen aquellos flagelos para confiarle el voto a la oposición.
- Agotamiento del modelo. Cambiemos y los economistas de la derecha, siempre con un apoyo determinante de los medios hegemónicos, lograron estigmatizar políticas que benefician a las mayorías, como los subsidios a las tarifas de servicios públicos, los controles a las importaciones –numerosos rubros industriales se quejaron de arbitrariedades en el régimen de protección aduanera y por el pedido de supuestas coimas para ingresar insumos–, las retenciones a las exportaciones y el déficit fiscal, generado para sostener políticas anticíclicas de impulso al consumo popular.
El cambio de un modelo económico basado en la producción, el empleo, el consumo, la inclusión social y la integración regional, por otro de matriz agroexportadora, de valorización financiera y de alineamiento con Estados Unidos acaba de empezar. Hay quienes observan el proceso con espanto y otros con gran ilusión. El Gobierno deberá comprender que tiene la obligación de contener a todos. Hasta el momento está muy lejos de hacerlo.
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