ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
Documentos oficiales informan que el déficit fiscal verdadero de 2015 fue equivalente al 1,9 por ciento del Producto Interno Bruto. La magnitud de ese desequilibrio de las cuentas públicas no permitiría al Ministerio de Finanzas y Des-hacienda construir un relato ficcional sobre “la pesada herencia recibida”. Aplicando criterios de contabilidad creativa, el ministro Alfonso Prat Gay comenzó entonces a dibujar diferentes cifras de déficit, desde un piso del 2,3 por ciento, saltando hasta el 5,8 para terminar en el inflado 7,1 por ciento. Cambió la metodología de medición de ingresos y egresos, incorporó cuentas a pagar (deuda flotante) y sumó pérdidas de ingresos por medidas aplicadas por el actual gobierno con el objetivo de mostrar que recibió una situación fiscal descontrolada. El invento de un elevado déficit fiscal le sirve al gobierno para distraer a gobernadores, confundir a gran parte de la oposición, convencer al mundo empresario que estaban mal pese a que les iba bien en su actividad y fortalecer a la tropa propia de que los actuales desaguisados son culpa de un pasado infame. El engaño puede ser efectivo al comienzo pero a medida que van transcurriendo los meses y a días del inicio del segundo semestre de la resurrección se va descubriendo que el déficit fiscal no era el que Prat Gay afirmaba, y que el proyectado para este año es inquietante para quienes están obsesionados con la evolución de las cuentas públicas. El frente fiscal enfrentaba tensiones pero la forma de abordarlas por el encargado de emitir deuda externa e interna está derivando en un descalabro de proporciones.
El dibujo de Prat Gay del déficit fiscal forma parte de la estrategia de inventar una situación de crisis para implementar no sólo un ajuste en las cuentas públicas, sino una violenta transferencia de ingresos desde grupos vulnerables hacia sectores concentrados.
Durante años los representantes de la ortodoxia económica han criticado el manejo fiscal del kirchnerismo con el manual de lugares comunes del “despilfarro” y la utilización de “cajas” para financiar la “fiesta populista”. Sin embargo la expansión fiscal era moderada en términos relativos (comparación internacional), instrumentada en función de dinamizar el mercado interno y orientada a mejorar la distribución del ingreso. El manejo fiscal del macrismo en cambio es descoordinado, beneficiando a unos pocos, procíclico en un contexto recesivo y sin sustentabilidad. Con el mismo lenguaje vulgar de los propagandistas de la ortodoxia, se podría afirmar que el gobierno de Macri asaltó la “caja” del endeudamiento externo que dejó el kirchnerismo gracias al significativo esfuerzo social del desendeudamiento; está preparando el “saqueo” de la “caja de los jubilados” con la liquidación del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses pues capturará no sólo las utilidades sino también el capital de esa “caja”; y seguirá utilizando financiamiento de la “caja” del Banco Central al Tesoro Nacional, que para este año tiene previsto girar unos 160 mil millones de pesos.
Por diferentes vías el macrismo dispuso transferencias de ingresos que están desfinanciando al fisco: eliminó retenciones al complejo agroexportador y a la minería; redujo los impuestos a los autos de alta gama y al champagne; aplicó otro parche en el Impuesto a las Ganancias para trabajadores en relación de dependencia; instrumentó la devolución a las provincias del 15 por ciento de la masa coparticipable para la Anses; aumentó la transferencia de recursos a la Ciudad de Buenos Aires; y dispuso restringidas medidas sociales (aporte de emergencia y la devolución del IVA vía tarjeta de débito a titulares de la AUH y jubilación mínima). El engendro de ley votado en Diputados que en el Senado no ha recibido cuestionamientos en comisión, profundizará el desfinanciamiento por la inmensa exigencia de recursos para atender a una minoría de jubilados de más altos ingresos (juicios más reajustes de haberes), disminuirá hasta la insignificancia la carga del impuesto a los Bienes Personales, y suprimirá Ganancia Mínima Presunta, Ganancia por la compraventa de acciones en el exterior y Ganancias sobre dividendos distribuidos. Queda pendiente además la promesa oficial de modificar Ganancias para la cuarta categoría en 2017, y resta evaluar el impacto final en las cuentas públicas del tarifazo en agua, luz, gas y transporte luego de los topes dispuestos por la resistencia social a lo que aún sigue siendo un aumento desproporcionado.
Quienes se han presentado como buenos administradores y cuidadosos del manejo de las cuentas públicas han provocado un descalabro fiscal en apenas seis meses, con un horizonte aún más inquietante. Los ingresos tributarios y previsionales están descendiendo aceleradamente por la recesión autoinfligida, conocido circulo vicioso de deterioro del mercado interno gatillado por medidas regresivas: megadevaluación, despidos, shock inflacionario, caída del salario real, apertura importadora y tarifazo.
El ministro de Des-hacienda está desplegando un endeudamiento externo vertiginoso y apostando al blanqueo de capitales para cubrir el inmenso bache fiscal provocado. Es una estrategia de muy corto plazo con costos inmensos de largo, pero eso no será un problema de Prat Gay porque seguramente a esa altura él y su equipo de financistas regresaran al otro lado del mostrador como consultores o ejecutivos de alguna entidad financiera local o internacional.
Hasta economistas que tienen simpatía política con el gobierno de Mauricio Macri observan críticamente los manejos arbitrarios en la confección de las cuentas fiscales. Oscar Cetrángolo y Julián Folgar escribieron “Los problemas de medición del déficit” en el blog Alquimias Económicas, advirtiendo que “creemos conveniente que la información oficial siga los criterios aceptados internacionalmente y evite frecuentes innovaciones metodológicas”.
En esa línea, un detallado documento preparado por Axel Kicillof y su equipo, respaldado por informes difundidos por las actuales autoridades, revela cómo se fueron armados los dibujos de Prat Gay. En enero, el experto en emitir deuda externa anunció en conferencia de prensa que el déficit del sector público heredado era 7,1 por ciento. Al desequilibrio del 2,3 por ciento, el ministro le sumó gastos devengados pero no pagados (deuda flotante), confundiendo principios contables básicos, le restó las utilidades del Banco Central y del FGS y le sumó la pérdida de recursos por medidas que él mismo implementó (por ejemplo, eliminación de retenciones). Esos números no eran verdaderos.
El 10 de marzo pasado se publicó finalmente el resultado del Sector Público No Financiero para 2015 (http://www.economia.gob.ar/wp-content/uploads/2016/03/Prensa-Caja-anual-2015-FINAL2.pdf) y resulta que el déficit primario no era 7,1 ni 2,3, sino 1,9 por ciento del PIB y el déficit financiero, 4,2. Como la publicación oficial intenta ocultarlo se debe realizar el siguiente cálculo: el informe contiene los valores nominales y los porcentajes en relación al PIB (se estima en 5373 miles de millones de pesos); en dicha gacetilla los ingresos ya se presentan netos de las rentas BCRA y FGS. Para hacer la comparación con criterios equivalentes se los suma: así el déficit primario arroja el mencionado 1,9 por ciento.
Para orientar a ortodoxos en sus debates de las cuentas públicas, vale señalar que el Banco Central Europeo informa que la mayoría de las bancas centrales transfieren utilidades a su gobierno: la de Alemania gira la totalidad de las ganancias, Dinamarca, Australia, Suiza, Nueva Zelanda, Perú lo hacen en un 25 por ciento e incluso la Reserva Federal de Estados Unidos transfiere un porcentaje de sus utilidades a la administración central (https://www.ecb.europa.eu/pub/pdf/scpops/ecbop169.en.pdf).
Más aún: cuando Des-hacienda tienen que informar la cifra de déficit al Banco Central para que calcule cuál es el tope de los adelantos que puede transferir al Tesoro, el número vuelve a ser -1,9 por ciento.
Hay más dibujos de Prat Gay: había dicho que la deuda flotante era de 110.000 millones de pesos en la conferencia de prensa de enero, pero ahora en ese mismo informe de marzo de su propio Ministerio muestra que en realidad era la mitad: 56.000 millones de pesos. Hasta el primer cuatrimestre estuvo disfrazando el deterioro fiscal frenando el gasto público, que por ejemplo en el rubro inversión pública bajó 22 por ciento en términos reales en los primeros cinco meses del año. Como es muy difícil seguir pisando esos gastos sin provocar un mayor descalabro social y económico, lo más probable es que comienzo una aceleración de esos desembolsos hasta fin de año, y aparezca entonces el significativo déficit fiscal de Prat Gay.
El desmanejo de las cuentas públicas que advierten economistas macristas en gestión y de la city amigables con el gobierno, Prat Gay busca ocultarlo inventando las cifras fiscales dejadas por la anterior administración. El ajuste que está realizando el titular del Ministerio de Finanzas y Des-hacienda es muy peculiar: en lugar de cerrar la brecha fiscal, la amplía porque sus dibujos de las cuentas públicas han estado al servicio de justificar para luego instrumentar en forma deliberada la más inmensa transferencia de ingresos a sectores económicos concentrados en tan pocos meses desde la dispuesta al comienzo de la última dictadura militar.
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