ECONOMíA
“Fue el cuento del tío, una estafa absoluta”
Fernando “Pino” Solanas, cuando era diputado, en 1997, denunció en soledad el “escándalo” de la entrega a manos extranjeras, a la francesa Thales Spectrum, del control del espacio radioeléctrico. Ahora recuerda ese proceso.
Por Alfredo Ves Losada
Fernando “Pino” Solanas conoce de sobra el arte cinematográfico, pero aún conserva intacto el asombro y la furia que sintió en julio de 1997 cuando vio en primera fila, desde su banca en el Congreso, que la Argentina entregaba el control de su espacio radioeléctrico a una empresa extranjera. Y también recuerda la soledad con la que denunció esta maniobra como diputado nacional por el Frente Grande. Cuando el Gobierno acaba de anular el contrato millonario que Carlos Menem concedió a la firma francesa Thales Spectrum, el director no usa medias tintas para describir lo que representó esa licitación: “Este fue el cuento del tío, una estafa absoluta. Es como si mañana a mí se me ocurriera poner en venta una plaza, un disparate”.
“En 1996 yo planteé que acá estaban en juego cuestiones fundamentales de seguridad y que estábamos cediendo nada menos que la posibilidad de que una empresa privada o incluso otro país terminara controlando todas las comunicaciones en Argentina”, explica a Página/12.
–¿Qué fue lo primero que le llamó la atención de esta incitativa del gobierno de Carlos Menem?
–Yo denuncié este tema porque de pronto noté que un desconocido podía controlar los servicios de radiofaros, la radionavegación, la telefonía celular, las señales de los canales de televisión, los servicios de onda corta, el servicio VHF, las frecuencias de radioaficionados y de las fuerzas de seguridad, la radiodifusión de AM y FM, y todo lo que circulara por el éter. Todo eso lo podía monitorear el que se hiciera cargo del espectro radioeléctrico, y era absurdo. Por eso presentamos un proyecto que fue aprobado en Diputados en noviembre del ‘96, pidiendo que el proyecto de privatización del cielo se rechazara. Porque era un caso único en el mundo. Pero sólo lo pudimos parar un año.
–¿Por qué cree que hubo ese espíritu de innovación?
–Porque hubo un negocio que le vendió al Gobierno un operador que jugaba al golf con Menem (Jorge Neuss). Fue uno de esos negocios que se inventaron, como se podría haber inventado monitorear el agua del mar. Como si yo dijera que para luchar contra los pesqueros taiwaneses ilegales privatizáramos el control del mar. Los ciudadanos pagan a las fuerzas armadas y de seguridad, y a la Secretaría de Comunicación para que ejerzan este control. Esto fue un curro impresionante.
–Suena como una metáfora que se privatizara el control del aire...
–Es todo un signo. En el año 1996 lo único que quedaba por privatizar era Yacyretá, Salto Grande, los aeropuertos y el correo, y además el espacio radioeléctrico. Y lo único que se salvó fueron las dos represas.
–En el momento en que se planificaba la privatización, ¿percibía un costado oscuro en el asunto?
–Absolutamente. Incluso yo lo denuncié con un artículo mío en la página de opinión de Clarín titulado “No nos vendan el cielo”, en el que decía que los mismos pliegos de la licitación eran un escándalo. Estos pliegos se entregaron en forma gratuita. El lobby fue tan grande que a mí el embajador francés en Argentina en ese momento me invitó a un desayuno en su embajada, cuando llegué al lugar me sorprendí de que junto a él estaban los operadores de la Thomson (luego renombrada Thales). El embajador había sido impulsado por la empresa o por el Gobierno para que tuviéramos un encuentro para ver si arreglaba con ellos.
–¿El destape de esta denuncia y la anulación de la concesión es una reivindicación para usted?
–Lo único que sé es que cuando yo peleaba en solitario, la gente no entendía. La Cámara de Diputados en noviembre de 1996 siguió un proyecto mío y lo remitió de nuevo a comisión diciendo que esto era un disparate.
–¿El Gobierno debería revisar todas las privatizaciones?
–Deben reverse, porque todo fue una serie de prebendas y arreglos a beneficio de las empresas. Ahora escucho que se habla de las tarifas:primero hay que revisar todos los contratos, porque no se hicieron las inversiones prometidas. Fue un escándalo. Y también es escandaloso que se diga que se va estatizar o reprivatizar, sin discutir antes cuál es el modelo de gestión que los argentinos queremos. Frente a la vieja gestión estatista y al robo de los privados hay que inventar algo nuevo.
–¿No lo seduce la reestatización que impulsa el Gobierno en este caso?
–El Gobierno ha hecho muy bien en cancelar este contrato, y este tema es algo que debe discutir la sociedad y el Parlamento. Pero lo que creo es que no se puede, después del azote tan grande que recibió esta sociedad, con maltratos tan terribles, seguir adelante sin que antes se abra un debate en serio. Hay que estudiar por qué no funcionaron los entes reguladores que son del Estado, por qué no se dio una mayor participación a la sociedad en este proceso, ahora que todo el mundo se entera de que le facturaron mal durante años y que pagó fortunas por trabajos no realizados. Acá no se puede hacer borrón y cuenta nueva. Argentina, con la privatización que hizo del espectro radioeléctrico, es una país para que se lo tomen a la chacota. Solamente ignorantes de cuarta pudieron haber votado semejante norma sin antecedentes en el mundo, y encima cediendo soberanía. Fue un verdadero disparate que para colmo reportaba ganancias millonarias.