Brasil impuso medidas que generarán polémica. Ayer anunció que encarecerá sus importaciones en un 9,25 por ciento en promedio. Y dejó en claro que de la decisión no quedarán exceptuados ni siquiera los países del Mercosur. La iniciativa empezará a regir desde mayo.
La determinación de Lula da Silva va en dos direcciones: por un lado atiende a las demandas de los fabricantes brasileños de poner trabas al ingreso de productos desde el exterior. Por el otro, la medida sirve para ponerse en línea con los compromisos fiscales asumidos con el Fondo Monetario Internacional: se estima que las nuevas barreras permitirán una recaudación adicional de 1500 millones de dólares a lo largo del año.
Para eludir protestas internacionales, el gobierno brasileño explicó que el encarecimiento de las importaciones se daba por la eliminación de exenciones que hasta ahora gozaban esas operaciones.
El secretario ejecutivo del Ministerio de Economía brasileño, Bernard Appy, aseguró ayer que esa repartición ya preparó el decreto por el cual se aumenta la carga tributaria de las importaciones. Y comentó que la norma será rubricada por Lula, la próxima semana.
Los nuevos gravámenes se impondrán sobre dos impuestos destinados a la contribución social. “Todas las importaciones tendrán que pagar las contribuciones sociales”, afirmó Appy. Esas alícuotas habían sido elevadas, entre dos y tres veces sus valores originales, hace un par de semanas por el Congreso. Para no propiciar una desventaja para los empresarios brasileños, el gobierno dispuso trasladar ese impuesto al comercio exterior. Hasta ahora, los productos importados estaban exentos de esos gravámenes.
El funcionario del Ministerio de Hacienda justificó la decisión sin lugar al doble sentido: “Al eliminar esa ventaja de las importaciones, vamos a garantizar la competitividad de nuestros productos”, señaló Appy desde Brasilia.