Mar 02.03.2004

ECONOMíA  › OPINION

Globalizar la solución

Por Enrique Martínez

El proyecto de ley presentado por la principal oposición italiana, buscando que su gobierno compre a los pequeños ahorristas de ese país los bonos argentinos que tienen desde hace años, comienza a dibujar un camino de superación, a largo plazo, del problema de la deuda del mundo periférico. Lo hace porque vincula a un gobierno central de manera efectiva y concreta con el problema, sin la burda simplificación, que supone que todo se limita a países mal administrados que van a una quiebra técnica y se niegan a pagar.
Los problemas de balanza de pagos de nuestros países tuvieron su origen en nuestro menor nivel tecnológico, combinado con la enorme protección que el Norte le dio a su producción primaria, bloqueando así el crecimiento de nuestras exportaciones de alimentos en general. A partir de la acumulación de pasivos externos, aparecieron los especuladores financieros internacionales, bajo el paraguas del FMI, que encontraron socios locales que desangraron a sus compatriotas y se armó la gran bola impagable.
Es decir: primero llegaron los subsidios al trigo francés o a la exportación de excedentes agrícolas norteamericanos, junto con la política estratégica del Norte de impedir la industria siderúrgica argentina en los ‘50 o la electrónica brasileña en los ‘70. Solo después aparecieron Salinas de Gortari, Menem, Cavallo o los hermanos Rohm. Esto ha sido estudiado y denunciado hasta el cansancio. La oposición italiana –tal vez sin quererlo expresamente– comienza a poner los cimientos para resolverlo. Porque intenta hacerse cargo de una parte del problema. Aunque sea por pequeñez electoral, muestra que es realmente parte. Como lo son el FMI, los grandes bancos, quienes aquí se beneficiaron con el festival, los congresos de países proteccionistas de lo propio y liberadores de lo ajeno, todos aquellos que abonan la tesis de que aquí solo hay naciones deudoras irresponsables, que además engañan viejitos desprotegidos.
El problema no es argentino, es mundial. Solo puede resolverse de manera solvente si se lo mira desde adentro, si se logra entender que de un modo u otro esos viejitos pudieron ahorrar porque alguien decidió que el trigo sembrado sobre tierra yerma de la campiña italiana, aunque costara 300 dólares la tonelada, podía competir con el trigo de las praderas argentinas, una de las zonas más fértiles del mundo.
Para nuestro país es crucial que esta visión se instale. Porque solo así podrá tener éxito un planteo sensato como el que el Gobierno intenta en esta coyuntura. Y tan importante como eso: porque ese método –admitir que todos tenemos que ver– es el único que permitirá a continuación resolver nuestra deuda interna, la que tenemos con los humildes de esta nación.

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