Mié 27.03.2002

ECONOMíA  › LOS PORTEÑOS ACUMULAN PRODUCTOS Y VIGILAN LAS REMARCACIONES

Más vale prevenir que pagar doble

Con el febril ritmo de la city, los porteños se lanzan al supermercado. Compran productos no perecederos –la estrella son los pañales– pero antes hacen cuidadosos estudios de mercado. Advierten fuertes aumentos en harinas, aceites y lácteos.

› Por Alejandra Dandan

“Ahora hasta hay que volver al jabón en pan, porque el otro no está caro: ¡está caríssssssimooo!” Eso dice Mary Salvatierra, una de las mujeres que corren entre las góndolas de un hipermercado de Palermo. Como puede, intenta reubicarse en medio de la nueva selva de precios: en tres días, dice, frente a sus narices, la harina leudante pasó de 0,99 a 1,39 pesos, en el peor de los casos. Una remarcación de productos que los clientes confirman pese al freno prometido por los supermercadistas. Frente a eso, los porteños salieron a carretear sus changos: los llenaron de aceite, harina, leche y hasta de pañales para sus propios hijos, y para los de amigos y vecinos. En cada uno de los supermercados que recorrió Página/12, las compras mantenían el ritmo duro y afiebrado de las peores horas de la city. No hubo adquisiciones suntuosas, pero las otras se hicieron en exceso. Pocos pagaron de más, muchos cambiaron de marca y otros anotaron precios escondidos entre las góndolas.
La venezolana Salvatierra no puede ni quiere pasar inadvertida. Desde hace media hora busca precios entre las góndolas del Norte de la avenida Las Heras. No es que las cosas sólo le parezcan caras, ahora además piensa en el momento en que sus sentaderas descubran el cambio: “Ni para papel higiénico alcanza: el de Norte aumentó tres veces en una semana”. Según sus cuentas, la variación pasó de 0,99 centavos a unos imposibles 2,60. En esa situación, a Salvatierra le quedó una opción: reemplazó su marca por una alternativa poco conocida: “Uno marca Tigre, eso compré, si total es lo mismo y está a 0,65 la bolsa”.
–¿Está segura que son buenos? –le pregunta una mujer.
–Pero no pregunte eso: si no puede llevarse ni una lavandina, ni el aceite que subió tres dólares en una semana. Y, a propósito –dice por fin–, ¿a cuánto está el dolar ahora?
No es la única que cambió de marca, de costumbres y de precio. Esa fue la alternativa con la que la clase media salió a resistirle a los precios.
–¿Observó algún aumento entre las carnes?
–¿Yo? Ninguno. Eso sí –admite una mujer–: ni miré la bola de lomo ni el cuadril. Sí el pollo: volaron las grandes marcas, y quedan las menos conocidas.
La cajera número cinco del Norte, confirma la tendencia, esta vez, como una política de la empresa: “Los productos más clásicos ya no se piden: ahora traen pollos de Santa Fe o de Córdoba o de granjas del interior que nunca venían”. Hacia el fondo del gran salón de compras, las heladeras muestran el cambio: sobre un gran cartelón de ofertas, aparece una variante de pollo made in Tres Arroyos a 6,20 el kilo.
En buena parte de los locales, la carrera por el abastecimiento comenzó el viernes después del cierre de los mercados, y del dólar. Aquel día, Pablo comenzó a organizar una especie de compra masiva con sus amigos. Ahora terminó parte de ese programa: está descargando 17 paquetes de pañales en el sótano del estacionamiento de Coto. “Y mañana nos vamos a Makro: si con mi hijo tengo por lo menos para ocho meses de más de pañales ¿cómo hago?” Pablo, número de documento –dice– 23.781.729, tiene un hijo en edad de merecer, al menos pañales, y unos buenos amigos en condiciones iguales. El viernes pasado descubrieron tres motivos para declararse en militantes de esta guerra de precios:
1. Precio: “El valor de los Mimitos subió tres veces: hace un mes estaban 5,49 pesos, después los pusieron a 6,55 y ahora a 7,59, y en vez de doce pañales, ahora te vienen diez”.
2. Origen: Kimberly Clark Corporation de Argentina, la que los hace, no está en Estados Unidos: está en San Luis.
3. Dólares: “Cobro 2000 pesos y ahora resulta que ni siquiera son 500 dólares”.
No fue el único: los pañales fueron uno de los productos más buscados en Norte, Disco y Coto, los tres supermercados visitados.
–¿Y usted por qué se lleva tantas latas? la pregunta fue dirigida a una mujer china que llevaba 23 latas.
–Lo sabe tudo mundo: la semana que viene aumento.
–¿Todos choclos?
–Sí todos, de oferta.
En Disco la tarde estaba más calma. Poca gente, pocas compras y el chango vacío de los Mendoza de caravana entre las góndolas. Era la segunda vez del día que Tatiana y su hijo pasaban frente a las cajas de Leche parcialmente descremada La Serenísima larga duración. Primero las revisaron en Norte y cuando supieron el precio de Disco, recorrieron tres cuadras para testearlo. Ahí estaban a 0,98 centavos. En vez de comprarlas siguieron de largo: “Nos vemos en un rato –dijo Gabriel–, nosotros seguimos para Coto”.
En aquella ruta descubrieron a Santa Luisa Torrontés Blanco en medio de una oferta de 2,76 pesos, y de paso, caminando muy lento a la silla de ruedas de Eduardo Eisle, que buscaba sus cuatro potes de postre de 1,40. “¿Pero por qué no van a ver cómo están las cosas en Jagüel, Ezeiza?”, pide ahora la mujer que empuja la silla del hombre discapacitado. Entre los dos se llevan en el chango, los postres ahora a 1.79, un paquete de cereales sin variantes de precio, y tres bolsas de harina para Jagüel: “Porque en mi barrio –dice la mujer– nos arrancan la cabeza”.
Y cuando terminaron anotaron:
Disco: harina Blancaflor 1,31 pesos.
Norte, la misma harina Blancaflor: 1,19.
Coto, la misma harina: 1,25.
Después escribieron la fecha: martes 25-3-02, en la misma ciudad, a la misma hora y con el mismo dólar.

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