ECONOMíA
› PANORAMA ECONOMICO
La banda de Los Printicos
› Por Julio Nudler
Hay que empezar por el principio. En 1992, Salta consolidó las deudas del Estado provincial con particulares, en línea con una ley nacional (23.982). Roberto Guzmán, entonces ministro de Economía, manejó el lanzamiento de dos títulos diferentes. Uno a 16 años para cancelar las deudas en litigio o controvertidas, y otro a 5 años para la deuda corriente. Los papeles de emitían en pesos o en dólares, a elección del acreedor. La operación involucró unos 400 millones de pesos/dólares. A partir de ese momento se hizo sentir la presión de “las fuerzas vivas, o los vivos de la fuerza”, como los describe Guzmán (el mismo que luego protagonizaría la recordada limpieza del Instituto Nacional de Reaseguros), para que se elevara el valor de mercado de esos títulos de consolidación (TC), canjeándolos por otros que estuviesen garantizados por la coparticipación federal de impuestos. Guzmán se negó, y tampoco admitió acortar los plazos de amortización. Pero cuando el gobernador Roberto Ulloa lo remplazó por otro ministro, fueron lanzados los Printicos, sigla que significaba Proyectos de Inversión con Títulos de Consolidación. Estos nuevos papeles, además de contar con la garantía de la coparticipación, servían para obtener créditos del Banco Provincial de Salta, que los tomaba en garantía. Con ello se cerraba el círculo: el banco estatal aceptaba como garante al Estado local, que a su vez dependía de la asistencia de ese mismo banco. Quienes recibían en canje Printicos a 5 años, los calzaban con créditos a igual plazo, con lo cual era como si cobrasen cash su acreencia. Además, los nuevos bonos eran en dólares.
El 11 de diciembre de 1995 asumió la gobernación Juan Carlos Romero, procediendo a modificar una vez más los Printicos: además de avalarlos con la coparticipación, añadió como colateral las regalías hidrocarburíferas. La provincia hacía cesión irrevocable de ambas fuentes de ingresos públicos en favor de los tenedores de Printicos. Las amortizaciones ya no serían semestrales sino trimestrales. Más tarde, por otra modificación el plazo fue bajado a 4 años, lo que equivalió a un rescate anticipado.
En la ingeniería y la negociación de los títulos jugó destacado papel Andrés Desimone, que era el cerebro de Dinar, la línea aérea que luego quebraría. En Salta, la firma se dedicaba a negocios turísticos, cambiarios, financieros y bursátiles. Andrés, quien pereció dos años atrás en un accidente automovilístico, ya en 1986, cuando gobernaba Roberto Romero, padre de Juan Carlos, tomaba Letras de Tesorería provinciales, colocadas por el banco estatal. Llegó el momento en que éste no podía afrontar los servicios de esa deuda, que sólo devengaba, hasta que el Banco Central lo clausuró en 1987.
Esas Letras defolteadas fueron consolidadas en otro título, que tomó entre otros Argemofin, financiera de capitales uruguayos que sería comprada por los Madanes y actuaría en una controvertida operación de Aluar, que Página/12 reveló en su momento. Dinar le compró los papeles salteños a Argemofin, y al asumir Hernán Cornejo la gobernación en 1987 recibió en pago Certificados Fiscales por 2,5 millones de dólares, aptos para el pago de impuestos provinciales. En 1991, la empresa se presentó ante Guzmán, reclamándole que le abonasen 1,9 millones por los CF que no había aplicado hasta ese momento, en concepto de intereses y ajuste. Como el ministro se rehusó, Desimone fue bajando sus pretensiones hasta decir –según aseguró Guzmán a este diario– que aceptaría 200 mil pesos. Pero siguió recibiendo la negativa por respuesta.
Graciela Castro, que era Directora de Rentas, y hoy es jefa regional de la AFIP, le contaría después, cuando ya lo había sucedido en el ministerio Julio César Loutaif, que éste le reconoció a Desimone 2,5 millones, entregándoselos en CF adicionales. Dinar los había presentado de inmediato ante Rentas. Fue ése el primer gran negocio del grupo con el gobierno salteño, aun detentado por Ulloa. Luego Loutaif emitiría los Printicos. Ulloa había girado 180 grados. De los iniciales, Dinar recibió 14 millones. Sabiendo de antemano los canjes favorables que se sancionarían, el grupo se dedicó a comprar títulos a 16 años, que eran los más baratos y los que más se revalorizarían. En el fondo, en eso consisten todos los negociados con estos bonos: manejar información privilegiada y tener acceso preferente al poder para conseguir los títulos más respaldados.
En definitiva, las empresas que más títulos embolsaron fueron Dinar (73,4 millones), Bodegas Lavaque, a la que el rumor asocia con los Romero (66,7 millones) e Inmobiliaria Cervera (9,0 millones). Entre las restantes está el hoy ya rebautizado Banco de Salta S.A., que es del Grupo Macro y cuya conducción ejerce Jorge Brito, a la vez presidente de la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba). Brito también preside la Fundación Salta, creada por Romero. Macro se presentó como interesado en adquirir activo y pasivo del Banco Caseros, que había absorbido al Cooperativo del Noroeste, aduciendo la voluntad de mantener la fuente de trabajo. En realidad, el banco ya estaba cerrado.
Como nuevos dueños del antiguo Banco Provincial tras su privatización, Macro se alojaba como inquilino en la histórica sede de la casa central porque ésta no se vendió con la entidad. Utilizando Printicos compraron entonces el edificio del Cooperativo del Noroeste, y luego le ofrecieron a la provincia permutarlos, propuesta que fue aceptada. La operación fue brillante, porque se quedaron con el inmueble del ex Banco Provincial, frente a la plaza 9 de Julio, la principal de la ciudad, pagándole a la provincia con el dinero de ésta, ya que los Printicos usados para adquirir el edificio dado en trueque los habían comprado en el mercado secundario con descuentos de entre 85 y 90 por ciento.
Los Printicos se entregaban en canje por los Títulos de Cancelación a quienes se comprometían a realizar alguna inversión, pero no estaban obligados a presentar ninguna garantía de realización. En muchos casos, los mentados proyectos resultaron inexistentes o notoriamente inflados. Una de las empresas que recibió papeles, en un monto de 3.987.900 pesos “convertibles” (1 a 1), fue Finantur, de Hernán López Velasco. Este es hoy el “arrepentido” del affaire. Sus denuncias ante el periodista Sergio Poma movieron a éste a presentarse ante la Oficina Anticorrupción en Buenos Aires.
A López Velasco lo convencieron de armar un proyecto por 5 millones de dólares para obtener Printicos destinados a comprar ómnibus de turismo y erigir diversas instalaciones. Como no tenía Títulos de Cancelación, necesarios para recibir en canje los Printicos, proyecto de inversión mediante, fueron adquiridos en el mercado al 15 por ciento de su valor nominal. Pero todavía faltaba la carpeta del proyecto. El gobernador Romero, quien fue candidato a vicepresidente junto a Carlos Menem, y Emilio Marcelo Cantarero, quien era senador y está seriamente involucrado en el escándalo de la Ley Banelco, renacido gracias a otro arrepentido, Mario Pontaquarto, lo orientaron hacia el estudio Laham, cuyo titular es auditor de la Gobernación.
Así recibió López Velasco 4.700.000 Printicos y habría ido con ellos –según declara con lujo de detalles al periodista Poma en una conversación grabada a la que accedió este diario– a negociarlos en el Banco Macro, agente financiero de la provincia. Como se señaló arriba, los Printicos contaban con doble respaldo (coparticipación y regalías), ejecutable sin riesgo alguno ni demora a través del Banco de la Nación.
La secuencia es así: el Estado provincial le cancelará a Banco Macro en 36 cuotas los 4,7 millones, que irán siendo retenidos de la cuenta del Nación donde el Tesoro nacional acredita a la provincia coparticipación y regalías. De manera que esos fondos, en vez de servir para que Salta cubra sus gastos genuinos y sus inversiones, irán a parar a quienes habrían montado esta seudo inversión para alzarse con los Printicos a muy bajo costo.
El deschave de López Velasco parece obedecer a una razón evidente: mientras los demás implicados se habrían llevado la jugosa ganancia, él apenas obtuvo 20.000 pesos, y hasta lo hicieron sufrir para eso. Aquello sucedió a partir de abril de 2003. Al presente lleva cobrados “ciento y pico”, según manifiesta, pero en su patrimonio figuran los cuatro millones largos de la operación, y ahora tiene que pagar Ganancias y Bienes Personales sobre ellos y no sabe cómo.
En su relato señala a cuatro responsables: “Están prendidos Carballo, Cantarero, Juan Carlos (Romero) y Andrés (Desimone) –dice–. Son los cuatro cabezas que están prendidos. Cantarero para el grupo y Andrés para él solo. Por eso Andrés creó el compromiso de que él arreglaba conmigo... Me ha ido tirando así de a chauchas.” Cantarero le habría explicado que la plata la necesitaban (se supone que Romero y él) “para la campaña, para cubrir gastos de la campaña”. Su balance es que “se han ganao 3 palos. Tres millones se han ganao”, porque sólo usaron un millón y medio para conseguir los títulos.
Otra pieza clave es Ricardo Gómez Diez, quien fue candidato a vice con Ricardo López Murphy. Fue vicegobernador de Salta, es senador provincial y hombre fuerte del Partido Renovador, hoy la primera oposición. Para arreglar con el PR hay que entenderse con él, como ha hecho justamente el justicialista Romero, según es vox populi en la provincia. Loutaif, el artífice de los títulos, es hombre de Gómez Diez, quien además sabía cultivar estrecha relación con Andrés Desimone y concurrir a sus lujuriosas fiestas. No sería justo olvidar a Gilberto Oviedo, ministro de la Producción que aprobó con su firma el proyecto apócrifo de López Velasco. La verdad es que lo cajoneó como un mes, pero al final se rindió ante las órdenes de Romero y Cantarero, hombres de poder y de inmensas fortunas. Además, tiene dos procesos en su currículum.
López Velasco, en cambio, era un arbolito en la céntrica calle España, con parada en el café El Griego. Un tipo tranquilo y afable. Con dos ómnibus que compró llevaba y traía pasajeros de los aviones de Dinar en Aeroparque, pero para eso tuvo que ponerlos a nombre de esa empresa y pintarlos con sus colores. Cuando Dinar quebró, los vehículos de López Velasco cayeron en la volteada. Y se quedó de a pie.