ECONOMíA
› SE DIRIA QUE ECONOMIA Y EL BANCO CENTRAL EN ALGO COINCIDEN
Miedo a la burbuja, no a la inflación
› Por Julio Nudler
Tanto desde Economía como desde el Banco Central se observa con atención una paradoja actual de la economía mundial, que en cierta forma también estaría dándose –no es seguro– en la Argentina: abundante liquidez, pero tasas de inflación bajas a muy bajas, y en algunos casos peligro de deflación, con tipos de interés mínimos o hasta nulos. Esta desacostumbrada combinación puede verse como un mérito de la globalización de los mercados, que resta poder de manejo sobre los precios a los productores nacionales, y/o como el debilitamiento de la clase trabajadora, que no está en condiciones de lograr que el aumento de la productividad vaya a salarios, en parte por los crecientes niveles de desempleo, y que como no recibe mejoras resiente el dinamismo del consumo, frente a una oferta de bienes en expansión. Resultado uno: mucha plata pero poca demanda. Resultado dos: el dinero se invierte en activos, y estos activos –acciones, inmuebles– sí suben, alimentando una burbuja.
El fenómeno expresa la concentración de la riqueza que está provocando hoy el capitalismo globalizado, y en la que algunos ven los gérmenes de su propia destrucción. La oferta ya no crea su propia demanda, simplemente porque se puede producir lo mismo o más, mucho más, con cada vez menos trabajadores. Pero si se pagan menos salarios, ¿quién va a comprar la producción? Tomando un aspecto del problema, el documento presentado ayer por la Argentina al FMI (ver nota central) señala que “no se debería considerar que una política monetaria más restrictiva es el único medio de evitar un ciclo de auge y caída de los precios de los activos (vale decir, de burbuja y reventón).
“De hecho –sigue Economía– prevalece la opinión de que los bancos centrales no deben fijar metas para la inflación de estos precios” (los de los activos), pero el texto previene que esa otra inflación, que no salta en el IPC ni en el índice mayorista, “podría poner en peligro la estabilidad del sistema financiero y tener efectos macroeconómicos potencialmente graves”. Para este mal prescribe políticas estructurales que fomenten la competencia, transparentar los mercados y brindar un acceso más equitativo a los recursos financieros.
La escuadra económica argentina recomienda que la supervisión del Fondo se centre en “los balances”, es decir, en ver qué desajustes puede haber entre activos y pasivos. Caso típico fue el de la convertibilidad, que produjo un insalvable descalce: ingresos en pesos, compromisos en dólares. “Los países en desarrollo –postula– deben fijarse como meta no depender de niveles insostenibles de financiamiento externo y modificar la composición de los flujos de capital.” Vale decir, menos ingresos cuya contrapartida es deuda, y más inversión externa directa.
La gente de Lavagna teme, como tantos otros en el Sur, que los países centrales pasen a una política monetaria astringente –como el Bank of England, que subió las tasas, no para combatir una inflación inexistente, sino para desinflar una burbuja en los activos–. Si lo hacen puede mermar la mudanza de capitales hacia la periferia. Además, exhorta a Estados Unidos a corregir ordenadamente sus desequilibrios para que no siga atrayendo el ahorro de otras economías y fomentando sólo la demanda y el crecimiento en Norteamérica.
En el Banco Central se señaló ayer a Página/12 que están manejando con notoria flexibilidad el inflation targeting (régimen de metas de inflación como guía para la política monetaria), planteando la disyuntiva que se le presenta a cualquier BC cuando encuentra que el efecto riqueza conduce a una sobreapreciación de los activos, pero la abundancia de liquidez no incide sobre los precios captados por los índices.
En la Argentina, observan, la inflación en los precios de los activos (la Bolsa, los bienes raíz) es claramente superior a la del IPC, razonando que éste sólo mira al pasado –es decir, a qué ocurrió el mes, el año anterior–, mientras que los valores de los activos son función del futuro, de la corriente de ingresos que podrán generar o de su posible valorización. Por ende, les parece adecuado que Economía incorpore como enmarque del inflation targeting la evolución en los precios de los activos. Piensan que no hay una confrontación de enfoques, pero sí cierta incomprensión hacia la postura del Central.
Este tropieza con factores ajenos a su voluntad que contraen los medios de pago, como los bancos que vienen a cancelar redescuentos o el propio Tesoro, que salda deudas. Pero entonces el BCRA reinyecta a la economía esos recursos monetarios mediante la compra de dólares en el mercado, frenando de paso la apreciación del peso. El peligro de que esa expansión fabrique una burbuja de activos no parece aún serio. La pregunta es si los activos se están inflando o sólo recuperándose de la caída que sufrieron.