ECONOMíA
› LA MEJORA DEL EMPLEO, ENTRE LA EUFORIA Y LA DUDA DE LOS ANALISTAS
Hay quienes hablan de “derrame exitoso”
› Por Claudio Scaletta
Al igual que sucede con el crecimiento, la mejora en el nivel de empleo dibuja sonrisas satisfechas en la primera línea del Gobierno. Aunque con reparos por la persistencia de la informalidad, algunos analistas comienzan a hablar de “derrame exitoso”. El humor que el Gobierno transmite a la sociedad se asemeja al optimismo reinante a poco de instaurado el régimen de convertibilidad, cuando todos los indicadores se comparaban contra los pisos de la hiperinflación. También existen similitudes con la salida de la crisis del Tequila, cuando el empleo crecía a la misma velocidad que hoy. Como entonces, las dudas residen en cuál será finalmente la sustentabilidad en el tiempo de la actual demanda de trabajo.
El importante crecimiento del 6,7 por ciento en el empleo del sector privado formal durante el último año puede contrastarse con indicadores aún más agregados. Dos datos resultan esenciales. Desde que comenzó la reactivación, el empleo creció menos que el producto y los salarios menos que los precios. Esto significa no sólo que no se ha regresado a la situación precrisis sino que, como destaca el economista de la CTA Martín Hourest, “el nuevo modelo se asienta en la sobreexplotación de la mano de obra”. Salir de la realidad emergente del “zarpazo del 2002” significará que los datos de crecimiento de empleo formal y salarios deberán mantenerse por un largo período.
El director de la Sociedad de Estudios Laborales (SEL), Ernesto Kritz, explicó a este diario que desde los inicios de la recuperación y de acuerdo a los datos emergentes del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones, sólo el 25 por ciento del crecimiento de los puestos de trabajo correspondió a empleo formal, en tanto que alrededor del 12 por ciento respondió a trabajo formal “no asalariado”, esencialmente cuentapropistas y pequeños empresarios. Para el director de la SEL, esto podría interpretarse como un caso de “derrame exitoso”, lo que no significa desconocer que “entre un 60 y un 65” por ciento de la nueva creación de empleo es en negro o, según la calificación del propio Tomada, “clandestino e ilegal”. “Es un hecho positivo que crezca el empleo, que exista una demanda derivada del sector formal sobre el informal; sin embargo, el empleo informal crece aún más”, concluyó el especialista.
Otra limitación del crecimiento del empleo es su heterogeneidad estructural. Esto es, no crece de forma relativamente similar en todos los sectores, sino que se concentra en unos pocos. Si se toma, por ejemplo, el conglomerado urbano del Gran Buenos Aires, se encuentra que al tope de la expansión formal está la Construcción, con un 18,5 por ciento en el último año. Se trata precisamente del rubro con mayor siniestralidad y en el que, al menos parte de la suba, se explica además por el blanqueo. Estos dos datos indican también que más allá de los problemas de oferta de mano de obra calificada que persisten en todos los sectores, el grueso del empleo generado es de baja calificación. Los otros dos rubros de “alto crecimiento” fueron la industria, con un 10,3 por ciento, básicamente por la sustitución de importaciones en un marco de regresión técnica –el nuevo modelo permite la utilización rentable de equipamiento que había quedado obsoleto–, y el comercio más restaurantes y hoteles, con 9,5 por ciento, que agregó a la recuperación de la actividad el auge del turismo.
Pero con prescindencia de los problemas de informalidad y de heterogeneidad estructural, lo cierto es que el empleo seguirá creciendo junto con el producto. También lo harán los salarios, pues el piso regresivo de 2002 no resultaba sostenible. Puede esperarse así que se arribe a una nueva normalidad. Pero mientras el desempleo se sitúe en torno al 15 por ciento, será poco lo que pueda esperarse en materia de redistribución del ingreso.