ECONOMíA
› ECONOMIA, BANCO CENTRAL Y UN GURU DISCUTEN LO QUE NOS PASARA
Brasil contagia, Argentina estornuda
Tres economistas –uno del BCRA, otro próximo a Roberto Lavagna y un tercero independiente– discuten sin filtros ante Página/12 qué le puede esperar al país por culpa del fracaso de Lula.
› Por Julio Nudler
La acción, en una salita de ministerio. Un afiche de El Calafate, un potus y mucha insipidez. En torno de la mesa (cafés y medialunas sobre ella), tres tipos en camisa, en actitud tecnocrática. Anotadores, dos notebooks. Vietato fumare. Bitte nicht rauchen. Informalidad y una mezcla de complicidad y confrontación. Se han reunido para hablar del contagio. Brasil está bajo ataque, y la pregunta es qué va a pasarle a la Argentina. Uno, cerebro incorporado por el ministro Lavagna a su equipo carburante, cuenta cómo la ve él. Luego le toca al segundo, un cincuentón independiente, con una pata en la jungla financiera y otra en la academia. Por último, un humeante testuz del Banco Central.
- Economía: Estamos fuera de los mercados como para ser afectados, más allá de lo que pueda perjudicarnos una salida de capitales de los bonos posdefault. Lo que más tememos es que la suba de tasas en el mundo nos complique la renegociación de la deuda. Si aumentan los tipos de interés a largo plazo, los acreedores se endurecerán. También puede resultarnos perjudicial que la actividad económica brasileña se resienta aún más por la crisis financiera, pero la Argentina se recuperó el último año y medio a pesar del estancamiento de Brasil. Ellos nos restaron crecimiento, pero el resto del mundo y los altos precios de las commodities sobrecompensaron ese efecto. Hoy miramos a China tanto como a Brasil. Y creemos que en estos favorables términos de intercambio hay algo más estructural que coyuntural. Pero, bueno, ¿qué puede hacer este país ante un eventual shock externo negativo? Poco, porque la argentina es una economía chica, que siempre sufrirá lo que pase afuera, si bien al menos hoy no está inerme como durante la convertibilidad. En Agricultura impulsan la idea de formar con Brasil una especie de OPEP de la soja. Quizá sea una buena ocurrencia. Pero si los precios bajan y las tasas suben, nos embromaremos, aunque limitadamente. Lo que nos está haciendo crecer es la absorción interna (consumo más buena parte de la inversión), mientras que el sector externo nos resta crecimiento porque las importaciones se vienen expandiendo a un 80 por ciento anual, y las exportaciones, sólo al 11. Esas importaciones desplazan producción propia. No interesa que aún tengamos superávit comercial. Sin embargo, nos preguntamos si podremos sostener una economía que redistribuya ingresos, y por tanto eleve su consumo, sin que la tasa de ahorro interno caiga tanto que nos obligue a depender de una financiación externa que hoy no está disponible. Algunos piensan que nuestro escenario mejorará cuando Brasil defoltee, pero la veo complicada. Dependerá de cuán rápidamente renegocien su deuda. Mientras tanto, habrá más aumento de la tasa, más aversión al riesgo y menos predisposición de nuestros acreedores. Salvo que la caída de Brasil provocara un replanteo general del problema a escala internacional, milagro en el cual no creemos. Un beneficio concreto de la quiebra brasileña sería la posibilidad de concertar con ellos la estrategia económica. Pero este equipo de Lula seguirá luchando por no caerse. Eso los separa de nosotros.
- Financista-catedrático: Aunque Lavagna lo niegue, es obvio que hay contagio. El virus nos ataca por el lado de la deuda nueva, posdefault, que –excluyendo a organismos– supera los 30 mil millones de dólares y cotiza en los mercados. Y lo que ocurrió es que cayó un 10 por ciento, más o menos. Estos días hubo importantes órdenes de venta de capitales golondrina del exterior, que habían entrado a especular. Si sumamos los Préstamos Garantizados, son como 65 mil millones. Es cierto que es deuda que se opera mucho menos que la de Rusia, que es grado de inversión (investment grade), y la de Brasil, que paradójicamente estaba a punto de serlo, hasta que los analistas vieron que Brasil no crecía. El hecho es que el ataque consiste en vender bonos, comprar dólares y huir. Por eso el dólar saltó a 3,14 reales y busca nuevos máximos. Pero como el peso y el real vienen jugando en el último año y medio a viajar juntos, yo ya no veo acá un dólar a $ 2,90 para después de que pase el aluvión estacional de la soja y el superávit comercial no sea de 1300/1400 millones mensuales sino de 500/600. Entre la estacionalidad, el boom de las importaciones y el real subvaluado, la Argentina deberá pensar en otro tipo de cambio. El peligro de atraso cambiario ya no existirá, pero no por las buenas sino por las malas razones. Frenkel no tendrá tiempo de ponerse contento. Además harán falta tasas más altas para evitar que la gente se vaya del plazo fijo al dólar. No cualquiera se banca un vecino grandote, en recesión y con una moneda depreciada.
- Banco Central: No pasa nada. Sólo una parte de la deuda nueva está en dólares, atada a la Libor. La mayoría ajusta por CER y paga una tasa fija de 3,25 ó 3,50. El servicio de esa deuda en regla subirá si hay más inflación, pero en ese caso también crecería la recaudación nominal, salvo que cayésemos en una improbable estanflación (estancamiento con inflación). A Brasil el aumento del riesgo país lo mata por todos lados, porque su deuda paga la tasa celic (hoy 16 por ciento), o ajusta por inflación o por dólar. En cuanto a nuestros vencimientos de capital de la deuda, a partir de 2005, ya antes de esta crisis no contábamos con refinanciarlos en el mercado internacional. ¿Qué hay de nuevo? Además, como flotamos, la tasa de interés local está más deslindada de la mundial. En el Central nos guiamos por el programa monetario, no por el dólar. En todo caso, lo importante es el tipo de cambio real multilateral, que toma en cuenta la composición del comercio. Si Brasil concentra el 20 por ciento de nuestro intercambio y el real se deprecia 20%, el peso debería caer un 4% (el 20 del 20), o un poco menos en realidad porque bajando un 4 ganaríamos competitividad frente al resto del mundo, para el cual Brasil representa mucho menos. Claro que protestarán los que viven de exportar a Brasil, porque saldrían perjudicados. La vida es así. Lo relevante para nosotros es el nivel de precios internos: eso decide si somos o no competitivos. Es bueno viajar hasta cierto punto con el real, porque su evolución gravita sobre los equilibrios macroeconómicos argentinos, pero no como un espejo. Lo que más nos impacta es el nivel de actividad brasileño, no su tipo de cambio. Ahora, de que sufriremos una desaceleración no hay duda.
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