ECONOMíA
Marcha fúnebre pyme de Liniers a Plaza de Mayo
El cajón fue transportado desde Liniers para ser depositado en Plaza de Mayo, con coronas florales que lo rodeaban y una lápida con los nombres del fallecido: “Comercio, Pymes, Trabajador”. El Centro Comercial de Liniers organizó esta “pintoresca” protesta.
› Por Horacio Cecchi
“¿Quién se murió?”, preguntó el gordo, sentado sobre un cajón de frutas, frente a la frutería-verdulería El Quique. El barrendero que estaba a su lado, apoyado en el borde del carrito y escobillón en mano, no le respondió, pero dejó su herramienta de trabajo y rápidamente, casi un reflejo, se persignó, indeciso entre el gesto circunspecto que ameritaba la ocasión, o la risa. Lo extraño de aquella caravana, encabezada por el coche portaataúdes y la carroza con las coronas florales y seguida por un séquito de familiares y amigos del difunto, lo que provocaba incertidumbre entre los ocasionales peatones y que no coincidía en absoluto con el clima de un cortejo fúnebre, eran los bocinazos del séquito, tu tu tu, ta ta ta, sin parar. ¿Y desde cuándo una bandera en un entierro? Flameaba, la muy ondina, a la cabeza de la columna, con el texto: “Asamblea Popular de Liniers”. En el cajón, silencioso, viajó el difunto: pymes y comercios quebrados. Ayer, vecinos y comerciantes de Liniers acompañaron los restos mortales de lo que fueron ellos mismos, hasta el lugar del entierro: el nuevo cementerio de Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada.
“Después de la estampida del dólar, salió la idea del ‘Que en paz descanse’ –dijo Elina Stewart, del Centro Comercial de Liniers, y una de las organizadoras del cortejo fúnebre–. Ideamos esta marcha de protesta porque están matando a la industria, a las pymes, al comercio, a los vecinos, a los ahorristas, están matando a todos con tal de pagarle al FMI.” La convocatoria correspondió al CCL y a la Asamblea Popular de Liniers, las dos caras de la agrupación comerciantes-vecinos del barrio. La reunión se inició ayer, a las 12.30, en la esquina de José León Suárez y Rivadavia, a una cuadra de la General Paz.
A esa hora, el portaataúdes de la funeraria Guillermo Husaín se detuvo en la esquina. El chofer retiró un ataúd y un grupo de funebreros, de levita y galera, lo depositó en la vereda. De un vehículo portacoronas surgieron coronas florales que rodearon al ataúd, y una lápida con los nombres del fallecido: “Comercio, Pymes, Trabajador”. Alrededor, además de infinidad de curiosos, comenzaron a congregarse los comerciantes y vecinos de Liniers, disfrazados de negro para la ocasión. Estaba la viuda del finadito con su velo negro, las lloronas que desparramaban gritos, llantos y lamentos. Juan Carlos, un vecino y ex comerciante (“a mí me tumbó el Tequila en el ‘95, ahora soy vecino y desocupado”), era la parca, llevaba en su mano izquierda una hoz y estaba cubierto por una capa negra con capucha y la leyenda “FMI” en la espalda.
“Donde no hay justicia es un peligro tener razón”; “Pedido: Vacante a Presidente. Sin experiencia”; “Primer comercio clase media, piqueteros, pymes”; “Prohibido robar. El Gobierno no acepta competencia”, decían las pancartas. Otras, en su extremo, tenían una calavera con nombres como “Cultura”, “Salud”, “Educación”.
A las cuatro de la tarde, después de la llegada de un colectivo repleto de piqueteros, la procesión fúnebre inició su marcha desde Rivadavia al 11.600 hacia la Plaza de Mayo. “Venimos a apoyar a los comerciantes –dijo Quique, líder del grupo de piqueteros de La Matanza a Página/12–. Nosotros, que sabemos lo que es vivir en la miseria, venimos a darles nuestro apoyo a ellos que están empezando a vivirla.”
“Según datos de Fedecámaras, entre la Capital y la provincia de Buenos Aires cierran mil comercios por día –detalló Stewart–. No sabemos de dónde se sacan esos datos, pero nosotros, en Liniers, sabemos lo que es el día a día.” Y Stewart, se corre el velo negro para describir: “La Gran Liniers es una galería importante. Tiene sólo 10 comercios abiertos. La General Falcón y el Shopping Liniers funcionan con el 40 por ciento de los locales cerrados. En cada cuadra hay vidrieras con las persianas bajas. En comparación con enero del 2001, durante enero de este año Liniers funcionó a un 50 por ciento menos”.
Después de un tira y afloje entre la cabeza del cortejo y dos motociclistas de la Federal, que intentaban acelerar la marcha, la columna de comerciantes-piqueteros-vecinos tomó por Jujuy hasta detenerse frente a la fábrica Brukman, ocupada por sus trabajadores desde hace tres meses. “¿Quién se murió?”, preguntó Juan Manuel, un joven, de 15 años, que salió de entre las filas de los ocupantes de la fábrica. Hubo aplausos, sorpresa, emoción de ambas partes. Un representante de los trabajadores de Brukman describió la situación de la fábrica tomada en los andariveles judiciales, y mencionó la sombra de un “inminente desalojo”. Hubo rechifla, aplausos, olé-olá de los piqueteros y una fila formada para firmar el libro de apoyos a la toma. “¿Van a la Plaza de Mayo? Alguien de nosotros tiene que acompañarlos”, comentó Celia, de los obreros de Brukman. Y Juan Manuel se montó a su bicicleta y acompañó al cortejo hasta la plaza.
“Ahí va el occiso”, se escuchaba decir al paso, algunos se persignaban, otros, aplaudían, acompañaban con bocinazos. En Congreso, la caravana de Liniers dio una vuelta al Parlamento, mientras algunas caras se asomaban a la puerta del edificio para ocultarse por si acaso. Pasadas las seis de la tarde, la columna desembocó en la Plaza de Mayo. Después de dar una vuelta alrededor de la Pirámide, a llanto vivo, el ataúd fue colocado contra el vallado policial. Detrás, la lápida. Alrededor, las coronas. Y la viuda, las lloronas, deudos, amigos y piqueteros en semicírculo. Finalizaron cantando el himno, de frente al Cabildo.